Información sobre el texto

Título del texto editado:
Al muy reverendo padre Prete Jacopín, secretario de las musas
Autor del texto editado:
Herrera, Fernando de 1534-1597
Título de la obra:
La controversia sobre las "Anotaciones" herrerianas
Autor de la obra:
Juan Montero
Edición:
Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1987


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Al muy reverendo padre Prete Jacopín, secretario de las musas.

Padre, a me più che gli altri reverendo
che son reverendissimi chiamati,
e la lor riverenza io nolla intendo.


Paréceme hablar así con V. R. de la suerte que su amigo el otro prete florentín con Fra Bastian del Piombo, famoso pintor, aunque podría ser que se extrañe de mí, como de hombre no conocido y que no debe usurparse esta licencia. Pero por la amistad que tengo a Fernando de Herrera y por ser andaluz como él y naturales ambos de esta ciudad, no será mucha demasía que, ya que él no acude a volver por sí, yo, haciendo oficio de amigo, muestre la poca razón que ha tenido V. R. en su apología. Y si en esto me desviare algún tanto del respeto que se debe a vuestra persona, no creáis que es gana de decir libertades, sino licencia concedida a quien responde a los descomedimientos que se usan con él o con la persona que representa:

che in ver le vostre lodi e i vostri honori
non gli conteria tutti uno abbachista.


Con esta salva hecha a la dinidad de V. R., será bien comenzar del principio.

Habrá algunos días, que llegó a mi noticia vuestra censura contra las Anotaciones que escribió F. d. H. en las obras de G. L. Oí diferentes opiniones de ella, y no sabiendo a quién diese crédito, me pesó mucho que hubiesen sido tantos sus descuidos o ignorancias que os ofreciesen ocasión para olvidaros de la cortesía y bondad castellanas, que tanto se precia entre todos, y venir a ensangrentar la lanza en un andaluz, cosa tan poco esperada. Al fin quiso mi buena suerte que viniese a mi poder esta vuestra apología. Leíla con alguna atención, así por el deseo que tenía de verla como por el argumento, y si tengo de tratar verdad, después que vi ese trabajo tan bien empleado, descansé de mi pena, porque no quisistes (por ventura, creo, movido de caridad) poner en algún cuidado a sus amigos. Aunque quien viere la osadía y autoridad con que reprehendéis, corregís y juzgáis estas Anotaciones, y con qué imperio quitáis y ponéis leyes, no dudo que dirá que Prete Jacopín es otro Aristarco, que tanta licencia se tomó en reconocer las obras de Homero, o cualque Dionisio, que huido de Zaragoza, ejercitaba su tiranía contra aquellos pobres y miserables muchachos a quien enseñaba a leer. Bien hayáis vos, que así habéis trabajado para descubrir a todos el caudal de vuestro ingenio y buen seso, queriendo mostrar, a riesgo de vuestro crédito, lo que sabéis y cómo lo sabéis, y la modestia con que tratáis esas cosas, dinas de vuestra consideración y harto importantes para la república española, que sin ellas no fuera mucho mejor que la de las Indias. Por cierto que merecen vuestra erudición y entendimiento y buena intención no perder algo de su opinión y tener vida entre los hombres que saben conocer y estimar lo que vale una habilidad empleada, no en matar moscas, como hacía aquel perdido Domiciano, sino ocupada en volver por la honra de G.L. en todo trance, aunque sea alterando o no entendiendo el sentido, y cuando no haya otra cosa, leyendo en vuestra censura lo que el otro no escribió en sus Anotaciones. Esta sí es fineza verdaderamente vuestra, pues aventuráis por quien no tiene ahora tanta necesidad de vuestra defensa la estimación propria. ¡Ved qué sería por quien estuviese necesitado de vuestro socorro! No sé yo a quien no parezca bien esta vuestra empresa, sino a algunos invidiosillos que luego se quieren mostrar bachilleres contra los trabajos ajenos, por no agradecer lo que aprenden de ellos. Si hay algunos malintencionados que condenan vuestra apología, y la vituperan por la autoridad que usurpáis en ella con vuestro buen juicio y la severidad con que guardáis el rigor de vuestro censura, no faltará quien diga que tienen poca razón y que no consideran bien vuestro celo. Porque vos nacistes (sea recebido esto en buena parte) como un Sócrates, para enseñamiento de otros, y no para vivir en ocio, olvidado de la obligación natural; conocéis en vos mucha erudición; hallaisos con ingenio y prudencia cual no se puede desear, ¿habéis de tener encerrado y cativo todo esto en un cuerpo tan pequeño? ¿Habéis de ser invidioso del provecho ajeno y, lo que importa más, del crecimiento de vuestra gloria? ¿Por qué no habéis de mostrar lo que sois y descubrir la generosidad y nobleza de vuestra condición? Miren en mal punto los escritores lo que hacen, culpen sus descuidos, y no a Prete Jacopín, que es censor público y está hecho un Catón en el senado de la elocuencia y poesía. Cuanto más que vos moderáis esta injuria con el nombre de amistad y advertimiento, caridad bien demasiada y que se usa poco en este tiempo. Pero ¿quién puede tener esta ecelencia sino vos, que sois amigo de todos y trabajáis a costa de vuestra salud y honra por aprovechar a todos? Mas con todo lo que me parecéis bien, no puedo no sospechar que os tiñó tan mala vez el humo de la estimación propria, pecado común a otros de vuestra tierra, porque habláis en estas pobres Anotaciones como ofendido de no haberse acordado de vos, o cuando menos de vuestros conterráneos, F.D.H., que a la verdad no era el mayor delito del mundo. Y pudo ser que él no supiese que había en Castilla un Prete Jacopín, poeta, retórico, filósofo etc., que quiere decir, en suma, con todas las habilidades que el faraute del Infante D. Pedro, para traer su autoridad en comprobación de lo que escrebía, que fuera negocio de mucha importancia. En una cosa empero os alabo, y perdóneme la calunia de los murmuradores que no sienten tan bien de esta censura: que no mereciendo esas Anotaciones que reparásedes en ellas, apuntastes sus faltas con gran sutileza y brevedad, descubriendo tal vez algo de lo mucho que sabéis y tenéis ya olvidado; porque lo que se da a deseo se estima en más. ¿Y quién es de tan mal ánimo que no se admire de vuestro estilo y limpieza de lengua y pensamientos, y del cuidado que tenéis en parecer latino por fuerza, trayendo algunos lugares de los autores antiguos tan bien y con tanta gracia que es un contento? Y cierto,

ch'a l'humor maninconico potria
a suo dispetto far muover le risa.


Aunque a mi cuenta se os debía mucha pena por haber hecho esta apología. ¿Porque para qué habéis de ser vos cuerdo y discreto entre tantos locos y necios? ¿O cuidábades por ventura que bastaba vuestro voto solo para condenar en común juicio lo que han alabado otros muchos? Pues sabed que estamos en tiempo donde no vale el crédito de opiniones grandes. Cada uno piensa que sabe y que puede censurar aun las obras que están seguras y fuera de toda invidia. Y tienen ya estos críticos puesto el blanco en desalabar lo que unos estiman y encarecer lo que vituperan otros. Mas perdone Dios a don Diego de Mendoza haber traído de Italia este género de escribir, porque dio atrevimiento a Damasio para decir mal del Inventario de Villegas, con aquel donaire que tiene en todas sus cosas, y después para juzgar estas Anotaciones en una muy prolija carta que envió dende Valladolid a un platero que estaba en Sevilla, que a buena razón no debía ser tan letrado como V. R., con que os quitó la gloria de haber sido el primero reprehensor de ellas. Aunque, o sea la seguridad de conciencia u otra causa, F.d.H. ha hecho de él el mesmo caso que de vos, y debe ser por no dar materia al vulgo de cuentos, o por ventura, como él dice, por no parecer tan necio en la respuesta como le parece V. R. en el argumento que tomó. Porque no halla ocasión para responder alguna cosa de seso y erudición en la venerable apología, y dichos y donaires y libertades o desvergüenzas no vienen a cuenta de su condición. Y solamente dice con el otro cómico del buen tiempo de Roma:

Servum hercle te esse oportet et nequam et malum,
hominem peregrinum atque advenam qui irrideas.


Yo soy menos especulador de estas filosofías, y como amigo suyo quiero rescrebiros con vuestra licencia, tal cual me diere a saber un poco de melancolía que me ha tocado estos días, porque no piensen los que han oído decir que escribió contra él dende Burgos el padre Prete Jacopín que mereció vuestra censura, y juzguen por un consentimiento y conocimiento de su culpa el silencio, y crean que aprobó las cosas que dejó de refutar; porque casi siempre entre los más de los hombres se presume culpado quien no se defiende, aunque sea falsa la acusación. Pero será mi respuesta de suerte, que no ofendiendo su derecho, os satisfaga de la manera que piden vuestras observaciones, porque malitia certare tecum miseria est. Entre otras cosas me muevo a responderos por desengañar a los que saben poco, y en esto pienso conseguir una de dos cosas o ambas por ventura. ¡Mirad a cuánto me atrevo con vuestro favor! La una es provecho común y la otra particular. Porque no se puede sufrir que la invidia castellana (no sea esto ofensa a los que no la conocen) quiera dar a entender, sabiendo todos lo contrario, que no hay cosa buena en toda la grandeza de España sino en el reino de Castilla. Que piensen esto los inorantes y el vulgo, que siempre fue necio, y que calunien y vituperen las obras de todos los que no son castellanos, y entre todas mayormente culpen las Anotaciones de F. d. H., y no entendiéndolas ni el intento a que fueron hechas, reprehendan las figuras, la variedad de erudición, los apuntamientos y cosas tocantes a el arte, no fuera indino de perdón ni cosa nueva y admirable; porque no es mucha honra para los que escriben la alabanza de los necios. Y como dice el otro:

Probis probatum potius quam multis fore.


Pero que sigan esta opinión y digan lo mesmo los hombres que están en estimación de dotos, ¿quién lo puede tolerar? Nosotros, pues, que ni somos tan agudos y delicados como ellos ni muy demasiadamente torpes en estas cosas, podemos decilles, con la licencia que nos dio F. d. H. cuando publicó aquellas Anotaciones, si quieren remitir algo de la gravedad y allanarse a estas poquedades, que sabremos descubrir el artificio y los descuidos no solo de G.L., mas de otro escritor más apurado que él, y mostrar en alguna manera qué cosa sea ser juez y censor en estas letras, porque no de una mesma suerte se trata de ellas en todas partes; y los que no las entienden o no atienden y las desprecian, sin razón usurpan el conocimiento y juicio de ellas. La segunda cosa que ciertamente espero alcanzar es que conozcan todos vuestro mal ánimo y con cuánta injusticia os movistes contra F. d. H. Porque vos, como si fueran aquellas cosas falsas y escritas con oscuridad, o no habiéndolas entendido o haciendo con malicia muestra de no entendellas y dándoles otro sentido diferente de aquel con que fueron escritas, habéis procurado hacer creer a otros que han sido notadas contra razón; por eso he deliberado responder a vuestras calunias con mas modestia y comedimiento que pide vuestra descortesía, pero, como ya he dicho, no con tanto fundamento y juicio como pudiera merecer otro de quien no se debiera decir lo que aquel buen hombre, gracioso más que todos los que conoció la gente togada:

Herus meus elephanti corio circumtectus est, non suo.
Neque habet plus sapientiae quam lapis.


Porque si bien considera V. R., no hay cosa más molesta y pesadamente importuna y más ajena de gusto que refutar con seso los disparates, pues basta apuntallos para que sean despreciados. Y así ved lo que dice aquel ecelente escritor africano: Aiunt enim sane sentientes, contradicere rebus stultis, stultitiae esse maioris. Demás que si se ocupa el hombre en declarar la calidad y naturaleza de ellos, podrá ser ocasión que algunos (pues no llegan todos a la fineza y discreción de la paternidad jacopina) los tengan en algo y piensen que son cosas de importancia. Quiero avisaros antes de una cosa, porque no os satisfagan tanto los donaires y gracias de vuestra apología: que los dichos descorteses y sin respeto, aunque sean tan agudos como los vuestros, son de poco momento y casi ninguna estimación. Porque si gastáis la fuerza de la calunia y mala intención contra un ánimo seguro y no alterado, se pierde, sin conseguir el efeto que pretende; mas si la empleáis contra un abatido y de poco sufrimiento, parece que sale al cabo de su intento. F. d. H. no es Sócrates, que reprehendido gravemente de Aristófanes, ecelente y mordaz poeta cómico, pero desvergonzado y de ninguna virtud, se reía y despreciaba sus denuestos y murmuraciones. Mas, si bien lo conozco, no será Políagro, que se afligía y mataba, no pudiendo sufrilla. A vos es lícito decir lo que os viniere a la boca, y a él será permitido no estimar las injurias de V. R. Porque también se os concede decir las libertades y descortesías que os agradaren, como a los clazomenios, que se les dio licencia, para hacer cosas afrentosas y deshonradas. Con todo, no puede dejar de agradeceros F. d. H. de haber encerrado sus Anotaciones en el caballo troyano que es en el número de los buenos escritores a quien otras viles lenguas agravian y vituperan sin causa. Y sin duda que, entre otras cosas, debió ser parte esto para que él no respondiese a vuestras lindezas, que fuera algún tanto de más veras que lo que yo escribo. Pero dejadas estas impertinencias para hombres como vos, ya es tiempo de satisfaceros por vuestros mesmos números. Y como dice aquel florentín:

Faremo insieme una bella divisa,
e cen'andrem cantando come pazzi
per la riviera di Siena e di Pisa.


Y si os descontentare el modo de decir mío y la poca erudición con que respondo, perdonadme por caridad, porque yo no soy del porte que vos, ni me he criado en las academias de la corte, sino entre unos libros viejos, y lo que me restaba libre de esta ocupación, todo se empleó en retratar no bien, y así tengo alguna habilidad en sacar al natural, y creo que he de acertar en vos, por la afición que os tengo de pocos días a esta parte. Y así os confieso la verdad con estos versitos del mesmo Reverendo:

Io ho un certo stil da muratori
di queste case qua di Lombardia,
che non van troppo in sù co i lor lavori.

Compongo a una certa foggia mia,
che se volete pur ch'io ve lo dica,
me l'ha insegnato la poltroneria.

Observación 1.


No sé si habéis sabido lo que pasó a Apolodoro, aquel insine arquiteto, aunque es inorancia mía poner duda en esto porque no hay cosa encubierta a V. R. Mas aunque la sepáis, porque es el cuentecillo a propósito sufriréis que lo refiera. Estaba pues un día tratando con el Emperador Trajano de aquellas obras que hizo por su mandado, de que tendréis particular noticia como buen anticuario; y Adriano, que se ocupaba entonces en un loable ejercicio, que era pintar calabazas, empujó su razón lo mejor que pudo. Al cual respondió el buen Apolodoro: Dejadnos y pintad vuestras calabazas, porque ciertamente inoráis esto. Así que, Monseñor Reverendísimo, haced vuestras coplas y destruid las ajenas a vuestro modo, y dejad este cuidado de juzgar obras de otros, porque

è d'altri omeri soma che da tuoi.


Y porque yo no me encargué de responder a todas vuestras oposiciones, que fuera un solene disparate, iré por algunos lugares de ellas. COMO QUIEN PELEA DE TEJADO. Alabo la comparación,

(E ciò con pace di color sia detto
che le comparation van mendicando).


Y si todo es así, vos sois harto donoso. Pero temo el hielo de vuestra tierra, y no dudo que os haya de suceder al fin de otra suerte que al principio. Y con este recelo os quiero contar una fabulilla, que podrá ser historia verdadera en vuestro ingenio. Érase en tiempo de Midas un mulo de orejas luengas, cumplido de cola, gordo y recio y bien mantenido de cebada, que hallándose limpio y lucio y bien herrado, por beneficio del acemilero que lo curaba, contento y satisfecho de su disposición y gallardía, dijo una vez (mirad por vida vuestra lo que puede el amor propio en un mulazo) que era un Narciso, y más ligero en la carrera que el Rabicano de Argalia, como quien tuvo por padre un caballo, que anduvo siempre enjaezado ricamente. Con esta presunción y lozanía, a la necesidad o primera ocasión de correr quiso mostrar su habilidad y suficiencia, pero al principio de la carrera se paró cansado y desalentado todo, sin poder pasar adelante. Y entonces sacó por discreción que era de la estirpe de Asinio Polión. No os desgustéis de estas cosas, porque como dice Cecilio:

Audibis male, si male dicis mihi.


Y el otro:

Contumeliam si dices, audies.


Y el poeta berberisco, que pareció nacido entre los regalos y gracias de Roma, si no os olvidáis de él, bien sabéis que escribe:

Tum si quis est qui dictum in se inclementius
existimavit esse, sic existimet
responsum non dictum esse, quia laesit prior.


Cuanto más que yo no me encarnizo en tantas cosas como vos, ni quiero averiguar vuestras faltas de la suerte que vos quesistes descubrir las de estas Anotaciones. Sino solamente defiendo las que condenáis, dejando sin tocar tantas lindezas vuestras, que sería querer tomar todas las moscas que andan por el aire. Mas ya que distes en ser donoso y en apodar estos escritos sobre Garcilaso, ¿por qué no dijistes que parecían de pobre, hecho de remiendos ajenos? Pero debistes temer que se os respondiese que así eran los de los hombres que sabían, y así lo pedían la intención y el argumento. Y a la verdad F. d. H. pretendió imitar a M. A. Mureto, D. Lambino, J. M. Bruto, E. Vineto, y Josefo Escalígero, y otros semejantes que escribieron de aquella manera en las obras de los antiguos. Y procurando no ser uno de los muchos que han declarado las obras de nuestros poetas, metió todas las velas en mayor piélago y atendió juntamente a ilustrar y poner en el lugar debido la dinidad, hermosura y ecelencia de nuestra lengua, y comparar con los versos de G.L. los de los escritores más celebrados de la antigüedad. Y en esto no cuidaba él (ved, qué simpleza la suya) que habría alguno tan descaradamente malévolo, que condenase sin razón lo que trataba en provecho de los hombres españoles. NI COPLERO ANDALUZ. Hinc illae lacrimae. ¿Qué pena os da, si esas Anotaciones son como vos decís, que F.d.H. ponga en ellas cosas de andaluces? ¿En tan poco tenéis a los poetas castellanos, que os duela no vellos en tan mal lugar? O vos sois verdaderamente invidioso y caluniador de lo que os parece bueno, o sois hombre de poca levadura. Habéis dado ocasión a muchos para que las estimen, viendo el sentimiento que tenéis todos de no veros puestos y alegados en ellas. Porque ninguno se debe ofender de que lo olvide quien no sabe lo que dice ni lo que escribe. Y ninguno hace apologías contra quien escribe tan mal como afirmáis. Y no penséis que estas son razones buscadas para defensa, porque él tuvo cartas de Madrid, antes de imprimir a G.L., en razón de esta queja, y P. Laínez le escribió que estaban ofendidos los poetas castellanos de que no los traía a conferencia como a los andaluces, y le amenazó con la censura de ellos. Y él, como quien no lo había hecho con cuidado, se rió de aquella ambición y no paró en semejante vanidad. No se trae J. de la Encina por ejemplo de buen escritor, sino por el respeto que se debe a la antigüedad. Cuanto más que los escritores ilustres no solo se valen del testimonio de los mejores, mas también de los razonables, y a veces de los malos autores. Leed entre otros a Cicerón y Aristóteles, y veréis qué tales son algunos que alegan. Si ya no pensáis que son otros por sola la opinión de habellos traído a cuento hombres tan graves. Mas ¿qué? ¿Virgilio no propuso para imitación algunos no buenos poetas, para variar y colorir sus poemas con las perlas que cogía de sus immundicias y horruras? Y Plauto no fue mucho más honrado que Burguillos o J. de la Encina, ni Estacio, que como sabéis:

Esurit, intactam Paridi nisi vendit Agaven.


Y el padre Homero, a quien mal que os pese habéis de reverenciar y tratar con toda ceremonia, no andaba más bien tratado, cuando celebraba, en todas las plazas por donde pasaba, guitarreando las hazañas de Aquiles. Y los versos de Horacio que V. R. trae en este lugar están mal aplicados y peor entendidos, porque no trataba él de las alabanzas de los autores, sino enseñaba cómo se debían juntar y trabar entre sí dispuestamente todas las partes del argumento poético. Y si de esta suerte habéis de entender los poetas, yo os ruego, que os desempachéis de este embarazo, que no es para vos. Mas, como se dice comúnmente, que no sana del todo del mal francés el que por su desgracia fue regalado de esta enfermedad, así debe ser, a juicio de hombres buenos, negocio casi del todo desesperado que guarezca de la locura poética quien tiene ya callos en ella, como V. R. Porque bien o mal que le vaya, se contenta con su dolencia, y juzga a su talante de las cosas ajenas, como quien no teme peligro.

2.


Graciosamente culpáis la prolijidad de aquellas Anotaciones, que os parecen mucho más luengas quam duo Caesaris Anticatones. Pero respondo, no a vos, sino a los amigos de brevedad y que están ocupados en otros ejercicios de más importancia, que no se embaracen en leer aquellas Anotaciones, que F.d.H. no escribe sino para quien sobra el ocio y se obliga voluntariamente a sufrir semejantes prolijidades. A los que son tan delicados y tiernos no ruega él que se ocupen en ellas, sino que lo dejen y no se acuerden si escribió breve o luengo. Y así no busca alabanza de gloria, mas pide perdón y desculpa de sus rudezas. Y no quiere aplacar la invidia dando lugar a su rabia, ni vencer haciéndole resistencia; antes quiere desprecialla y no parar en la vileza de su condición. MÁS PROLIJOS QUE LOS ESCRITOS DE ORESTES. No ha dicho hombre en el mundo cosa más graciosa que esta. ¡Oh, bien hayáis vos, que así quitáis melancolías! Decid, pues sois tan cuerdo como Orestes: ¿qué escritos habéis leído suyos, que así os parecen prolijos? Porque yo pienso que la fábula que cansaba a Juvenal, aunque henchía la espalda del volumen, no era tan grande como la mitad de la Araucana. Si no es que vos, como trasformastes la tragedia en hombre, nos traéis aquí algunos rastros de aquella antigüedad, o sacáis de vuestra testa un extendido poema de este argumento y lo publicáis en nombre de Orestes. Si esto es discreción o necedad, V. R. lo juzgue. Y por mi amor, padre Prete, que dejéis este oficio, ocupando vuestro buen seso en los precetos del Dotrinal, que os hacen al caso, y no en estas menudencias, porque no digan estos andaluces que es dina de vuestro celebro la distinción que hacéis tan seguramente entre anotaciones y comentos. Pero piensan los que no son tan dotos en los misterios gramaticales, aunque los tenemos en buena opinión, que las anotaciones suelen ser tal vez más copiosas y abundantes, y el nombre o la voz de comento sinifica diferentemente a las orejas latinas, que a la gafedad pedantesca. Y creed que pensáis mal en entender que se pueden llamar comentarios las anotaciones extendidas, porque ninguna cosa conviene menos a los comentarios que la copia de las palabras. Y así ved lo que dijo el otro: Commentarius, in quo capita rerum describuntur. Memoriae subsidium. Si con esto no os corréis de tan gruesas inorancias y no hacéis protestación de emendaros en este menester, dirá aquel chocante que andaba por su entretenimiento en la atahona, componiendo sus farsas al ruido de ella, que hizo estos tres versitos en vuestro nombre:

Quicumque ubi sunt, qui fuere, quique futuri sunt posthac,
stulti, stolidi, fatui, fungi, bardi, blenni, bucones,
solus ego omnes longe antideo stulticia, et moribus indoctis.


Mirad por vuestra vida qué bien lo dice y qué bien se le parece haberse criado en aquella oficina, que tan bien os pintó como si os hubiera tratado y comido vuestro pan; pero no es maravilla, que estos poetas suelen tener espíritu y sueñan mil verdades. Mas ninguno habrá que no acierte en estas alabanzas vuestras, viendo el donaire y discreción, y la dotrina y buen juicio de vuestra apología. Y pues yo, con ser más inorante que un poeta de romance, hallo ocasión en ella para alabar vuestro ingenio, ¿qué haría uno de estos catredáticos de la facultad?

3.


Inorantísima calunia es esta, y no puedo dejar de decir con aquel florentín vuestro amigo:

O, veramente matto da catene!
Perdonatemi voi per discrezione
s'io dico più che non mi si conviene.


Porque ¿quién vedó a los escritores, por malos que sean, favorecerse del amparo de grandes príncipes? Mas peor necedad es la mía que la vuestra en acordarme de vos en esta parte. BAVIOS Y MEVIOS. No sé quién sean esos que os parece que hallaron lugar en las Anotaciones de F.d.H., porque los que yo he visto alegados en ellas son tales, que podría honrarse con sus escritos vuestra Castilla la Vieja, con Ruy Velázquez de Lara y todos los de Bureva la Llana. Entended, padre Censor, que se han de tratar con más respeto los ingenios andaluces, y no queráis aventurar el crédito con todos, que sois muy pequeño para contrario de tantos. Y cuando caigan en las faltas comunes a todos, no es de vuestro meollo el conocimiento de esta causa. Obligárame a probar esto si ellos pudieran tener necesidad de mi defensa y si lo mereciera vuestra torpeza y vuestra invidia, pero es conciencia hablar con vos de estas cosas. Y así es lo más acertado dejaros por hombre de mal ánimo y caluniador de lo bueno, y no parar en las inorancias de un burgalés, reformador graciosísimo de vicios ajenos. Y LLEGUEMOS A CONTAR. ¡Qué gentil término de proceder, qué cortés modo de disputar y responder contra quien no os ofendió, no os conoció, no se acordó de vos! Mas decid cuanto quisiéredes, que de condenar y vituperar a entender y saber juzgar hay más de diez pares de millas. Pero sospecho que puede decir algunas veces V. R. lo que la otra buena vieja:

Idem mihi, magnae quod parti est vicium mulierum,
quae nunc quaestum facimus, quae ubi saburratae sumus
largiloquae ex templo sumus: plus loquimur quam sat est.


CONDENANDO. Aunque afirméis con solene juramento, no me persuado, y esto debo a la malicia de vuestra calunia, que F.d.H. condenase algún lugar de G.L. por su antojo, y será esto fácil de juzgar, aunque seáis vos el juez. Porque inumerables son los lugares que alaba, y lo honra y encarece con divinos loores, aunque reprehende algunos para que los excuse quien sigue su imitación. Y no se admira, ni lo culpa, ni condena por haber errado, pues era hombre, y no tan doto in libris como vos, y previniéndole la muerte, no pudo emendar sus obras. Y no veis que si alabara todos los escritos de G.L. sin diferencia, demás de hacer daño a los que saben poco, no huyera la sospecha de lisonjero, y perdiera el crédito de entendido en estas cosas entre los que saben algo. Entiendo que no merece reprehensión este cuidado, si ya no es culpa, entre los que ponen en censura todas las obras acabadas de otros, osar alguno meter el pie en los términos de su jurisdición, aunque sea derechamente. Pero son estos molestísimos hombres, que como no escriban cosa alguna ni se hagan merecedores de alguna recomendación con cualquier trabajo suyo, se quejan importunamente de las obras ajenas. A estos ni se debe responder ni sentirse de su detración, porque ni lo merece su inorancia ni es satisfación conveniente acordarse de ellos para descubrir la rudeza y malicia de sus entendimientos; cuanto más que es sobrada venganza de estos miserables la desdicha de su condición. Mas es verdad que hay muchos hombres tan modestos y templados, que se ofenderán y tendrán por atrevimiento demasiado poner alguna mancha en los versos de G.L., que hasta ahora tienen en su género el primer lugar. Pero yo (valga decir esto con más humildad y moderación de ánimo que lo que suenan las palabras) no tengo por tan grande su autoridad, ni aun pienso que debe ser la de los antiguos todos (saco siempre a Virgilio de este número) que así de tal suerte sean reverenciados, que no nos dejen lugar para entender y juzgar sus obras, y tener más respeto a la verdad que a su opinión y al amor que les debemos. Porque así como estimo por descortesía y rusticidad contradecir sin causa a los buenos autores, así juzgo por invidia y afeción de ánimo no querer o no osar traer en la presencia de los que saben o desean saber, lo que está dudoso. ¿Por qué se ha de cubrir en silencio el error de ellos con daño de todos los que los imitan, y ha de haber quien defienda sus culpas contra razón? En esto se obligan ciertamente algunos hombres dotos a una religión supersticiosa, antes a una inorancia torpísima, queriendo poner sombra a los ojos de todos y mostrar demasiadamente con su ejemplo en cuánta veneración se deben tener los escritores antiguos. Hombres fueron como nosotros, cuyos sentidos y juicios padecen engaño y flaqueza, y así pudieron errar, y erraron. Aunque no deshacen estos defetos su ecelencia, porque no se concedió a la naturaleza humana alguna seguridad en estas cosas. Y debemos perdonar a los varones sabios los descuidos y faltas grandes, cuanto más las pequeñas, porque trabajaron por el gusto y aprovechamiento de todos. Mas ¿en quién de todos aquellos, que conocemos no hay algo que reprehender o desear? Pero ¿qué cosa más vil y abatida, o cuál puede ser mayor ceguera de ánimo que no saber cosa por sí ni juzgalla, antes pender todo del sentido y juicio ajeno; no guiarse por alguna razón, antes moverse siempre por la sentencia y opinión de otros? Porque no es otra cosa dejarse ir cerrados los ojos con el parecer de los antiguos que tenellos por más que hombres, y así por menos.

Saevissimi erroris origo est, dice Casiodoro, inspectis auctoribus totum quod legeris amare, ac sine judicio conari defendere quicquid inveneris. ¿Quién pudiera pensar, Monseñor Reverendísimo, que yo que había prometido no hablar en juicio con vos, por no perdello, olvidado de este intento, haya hecho discurso tan prolijo? Pero fuera harto bien escusado, si hablara con vos en él, y no con todo el teatro de los críticos españoles. Mas yo protesto la emienda lo mejor que pudiere, después de haber dicho a los mesmos algunas razones en defensa de F.d.H., por escusallas en otra parte. Porque descubrir el uso y artificio de las figuras y de la ecelencia poética, y conferir lugares diferentes, y traer variedad de erudición, como es cosa nueva en nuestra lengua y difícil y oscura a los que no saben más que la habla común, así es aborrecible y odiosa a los menos inorantes, y a los que piensan injustamente que no son como ellos. Unos desearán más claridad, y otros, que no son menos que V. R., dirán que son fáciles estos versos y poco sujetos a tales impertinencias. Y no entienden que ninguno pudo merecer la estimación de noble poeta que fuese fácil a todos y no tuviese encubierta mucha erudición y conocimiento de cosas. Y si es alabado en los poetas latinos el uso y artificio de las figuras, también será en los nuestros, y acertado declarallas en estos como en aquellos. Y si la novedad de ellas causare extrañeza en el lenguaje español, el trato las hará domésticas, y parecerán propias, como son. Y quien tuviere ingenio tan torpe que no conociere su belleza, tampoco sabrá conocer y estimar lo que vale G.L. Por esto, entre otras muchas cosas, es negocio fácil hacer anotaciones en lengua latina, y se corre menos fortuna. Mas en la nuestra es dificílimo y lleno de grandes inconvinientes, como ha conocido F.d.H., por haber dejado el camino que siguen todos, osando lo que no ha intentado hasta ahora el descuido o la cobardía de todos. Y así tiene levantados contra sí los sátrapas de las letras y los censores de las obras ajenas, y los que piensan haber merecido y alcanzado que ninguno ose, sino ellos; y ninguno deba saber ni tener conocimiento de alguna erudición que no sea tratada de todos sin su licencia. Mas yo en nombre de F.d.H. les concedo la presunción de esta alabanza, y creo de ellos todo lo que publica la fama, y solamente les pido, pues no es ofensa de su estimación, que no se dejen llevar del amor de sus cosas propias y den más lugar al buen juicio que a la pasión que suelen tener algunas veces los hombres tan sabios como ellos. Y sepan, ya que la desgracia de F.d.H. lo metió en cuidado de ilustrar a G.L., que si no escogió el modo de anotar que a ellos pareciera mejor, que no anduvo tan ciego en ello que no viese bien el camino que llevaba, y que no iba muy errado por él. Y por ventura podría sucedelle en alguna manera lo que a Polícleto, que labrando a un mesmo tiempo dos simulacros, uno conforme a la destreza y perfeción del arte, otro según el parecer de todos los que lo vían, quitando y poniendo en él todo lo que decía cada uno, cuando lo sacó a público juicio, admiró a todos el uno de ellos, y el otro fue despreciado de todos y reído con grande vituperio. Entonces les dijo Polícleto: Esta figura, que vosotros menospreciáis, es hecha con el conocimiento de vuestra arte, y la que miráis con tanta veneración nació de la noticia de mi facultad. Por estas y otras causas le aconsejaría yo que no temiese a los ociosos y desocupados que quieren adquirir opinión de jueces severos y prudentes en la república de las letras a riesgo de la honra ajena. A los cuales, si recelare alguno, dejará pocas prendas de sus estudios; antes morirá en silencio y oscuridad, sin ser conocido, como Hípaso de Metaponto, que siendo el más doto de todos los pitagóricos, temió tanto las calunias de los maldicientes que rehusó dejar algunos escritos. Y de esto no más, porque no digan de mí lo que en Plauto se dijo con mucho menor causa:

SCELEDRVS Mala es.

PHILOCOMASIVM Immo ecastor stulta multum, quae vobiscum fabuler.

Pero con todo, antes que se acabe esta réplica, no puedo pasar sin referir aquel buen modo de hablar castellano que usastes con tanta gracia: lo cual será no dura provincia. Bien haya vuestro celebro y bien hayan los años que empleastes tan aprovechadamente en las horruras y heces y bascosidades de la Gramática, pues al cabo os acordáis de estas elegancias. Y lo que es de considerar, querréis después, con menos vergüenza que una mujer errada, meteros en reprehender la lengua y el estilo de este otro pecador que se cansó en alabar a G.L. para que vos y otros como vos hagan censuras y apologías miserables, y den que reír de ellas a los hombres desocupados.

4.


Harto más resoluto censor os mostráis en esta parte que F.d.H., y algún tanto más disparatado. Y no me espanto que habléis libremente con tanta seguridad, pues esgremís solo, sin atender a repararos. Pero ya será de otra manera de aquí adelante. Perdonadme, si me huelgo con vos refiriendo dichos ajenos, que de puro recatado y escrupuloso no me atrevo a más. Y así quiero deciros lo que aquel buen hombre de Roma a su amigo Trebacio burlando de él, aunque más jurisconsulto que vos. Est quod gaudeas te in ista loca venisse, ubi aliquid sapere viderere. Quod si in Britanniam quoque profectus esses, profecto nemo in illa tanta insula peritior te fuisset. Aunque no sé si os ha salido bien esta empresa, porque estos andaluces son maliciosos y agudos, y algunos de ellos han gastado horas en meditar y considerar semejantes lucubraciones (llámolas de esta suerte, por no ir en zaga a vuestra provincia) y no están muy pagados de ellas, porque les parecen más frías que nieve de Burgos. Y ellos quisieran ver algunas gracias, porque erudición y doctrina no la esperan de V. R., pues ven que va contra la de Cristo en ofender a su próximo. Ved qué hace la pasión, que en una mesma cosa os descubrió inorante y sin caridad. Algo mejor os estuviera que rezárades vuestras Horas y enseñárades vuestras ovejas, que por ventura tienen necesidad de vuestra solicitud y diligencia, que venir ahora de allende los puertos a escrebir en defensa de G.L. contra quien lo alaba. Mas, por vida vuestra, porque a mí poco se me da que no atendáis a vuestras obligaciones, ¿no os corréis de haber dicho, porque F.d.H. reprehendió el uso de esta voz tamaño: Si a vos os suena mal, a G.L. y a mí y a otros ciento suena bien?

Ô Muse, ô Febo, ô Bacco, ô Agatirsi,
correte qua, che cosa sì crudele
senza l'aiuto vostro non può dirsi.


Este terceto es de uno de los más descarados coplistas que ha habido en todo el paes de Arno, pero es bueno para los que dicen cosas grandes y nuevas y maravillosas, como vos decís. Y acertáis en ello, que de otra suerte ¿quién puede entretener los ratos y las necedades de la melancolía, si Prete Jacopín no trata estas cosas?

Perche un cervel che ha poca levatura,
vò morir io se non val un thesoro.


Lástima tengo cierto de vos, que así confesáis de balde vuestra inorancia, y tuviérala de F.d.H., que cae en manos tan pesadas, si él no hubiera merecido esto y mucho más por haber sacado el paso del camino ordinario en tiempo de necios. ¿No veis, pobre de vos, que tamaño, compuesto, como decís, de este adverbio tam, y de este nombre magnus, que ni en composición ni en sinificación ni en uso es aprobado de los que escriben bien, y que no se componen muy sabrosamente las voces de adverbio y nombre? Sea sinificación latina, ¿qué importa? Aunque en aquella lengua pide alguna otra voz que se le sujete, en la nuestra asolutamente denota cantidad. Concedo que fue frecuentísimo el uso de esta dicción, pero ya se ha envejecido, porque los que escriben con más pureza y elegancia antes quieren decir tan grande, tan crecido, que tamaño. Más veces se hallará esta voz en nuestros escritores antiguos, que tan grande. Así usa de ella la Crónica general, parte cuarta: E los fríos eran atales e las aguas tan afortunadas e la costa tan maña, que las gentes se veyen en grandes peligros. Y en la Conquista de Ultramar: Ovo tamaño placer en su corazón, que mayor no lo podría haber, si le diesen un gran reino. Mas ya habrá oído V. R. que Antiquum pro stulto plerumque usurpatur, quia antiquitas simplex et stulta habetur. Y así dicen las Ordenanzas de Sevilla, título de los alarifes, en el prólogo: Ca muchas cosas son antiguas que non deben ser usadas, e muchas cosas nuevas deben ser durables. Y si decir magno no sonara bien, así el compuesto (en esta parte principalmente) no suena con suavidad ni gracia. Y no importa, mirad qué atrevimiento este, nacido de la licencia de vuestra osadía, que use G.L. tamaño, que no es regla del perfeto hablar, aunque sea ecelente y elegante poeta; porque más le sirvió el ingenio y naturaleza que el arte. Y si no me tuviérades por maldiciente, viérades ejemplos de esto que digo, bien bastantes. Y menos importa que se componga de letras no ásperas y pronunciación no desabrida, para ser o no ser admitida una dición, pues no por eso dejará de ser humilde y de ingrato sonido. Cuanto más que cuamaño se deriva de la mesma suerte, y no lo usan aun los menos que medianos escritores, habiendo otros de mejor formación, ni antaño, ogaño, cadaño, que siguen casi la mesma figura.

5.


Dejemos ahora la elocuencia de hierro, cual ella sea, y vengamos, Monseñor Capovano, a vuestras discretas palabras. ¿Paréceos, que de los puertos acá no hay hombres que sepan hablar, y que toda la elegancia de nuestra lengua está en solos castellanos? Mas yo os concedo que de los montes allá no haya quien condene estas voces, ayuda, lindo. Por eso ¿no habrá entre los nuestros quien neciamente las quiera desterrar del uso de los hombres pulidos y bien hablados? ¿Pensáis que es tan estrecha la Andalucía como el condado de Burgos? ¿O que no podemos usar y desusar vocablos en toda la grandeza de esta provincia, sin estar atenidos al lenguaje de los Condes de Carrión y de los siete Infantes de Lara? Perdonadme, Reverendo Padre Censor, que cierto habéis andado un poco torpe, y no habrá quien no conozca la inorancia que dijistes, cosa más nueva en vos que la lluvia en Egito. Yo y otros muchos conocimos un hombre dotísimo en esta tierra, que escogía las palabras con tanta superstición que condenaba estas mesmas diciones que F.d.H. y V. R. y yo aprobamos. Y así no hay para qué traer ejemplo y elogio de Fray Luis de Granada, que él se está bien loado y con poca necesidad de que gastéis tiempo en su alabanza. Y merecíades harto mejor la melecina de agua, tan fría como vuestro donaire. Pero como decía el otro:

DAVOS Ha, ha, he. Mirum vero, impudenter mulier si facit meretrix.

Que es casi lo mesmo que lo que escribió el que hizo las Coplas de la batalla de Olmedo:

Más vergüenza no tenía
que una puta carcavera.


Mas porque no os vais tan liviano de respuesta, quiero daros entre ceja y ceja con una del mesmo autor, que parece hecha para vos solo.

Amarillo, como cera,
estaba el Conde de Haro,
buscando todo reparo,
por no pasar la ribera.
Desque vido la manera,
como el Señor Rey pasaba,
tan gordos pedos tiraba;
que se oían en Talavera.


Esta es una muy honrada copla, y propia para vos, que no habrá alguno que la sepa y la lea que no diga que es para vos una y cien veces.

6.


Sabrá V. R., que un caballero de la casa y linaje de Ávila, que casó con hija del Conde de Alba de Liste, era de mal gesto y dos veces corcovado, y con aquel ruin talle y disposición pasó a Flandes; y viéndolo Monsiur de Xebres, dijo; ¿Pensaban en España que no había mostros acá o gatos paules, que nos enviaban esto? ¿Qué necesidad había de presentarnos dende Burgos esta muestra de las letras y buen ingenio de V. R.? ¿Pensaba que no había en Sevilla inorantes y caluniadores? Pero no es de todos dar juicio en estas cosas, y no es maravilla si inoran estos misterios los que nunca han llegado a sus secretos. Mal hago en decir esto de vos, que en fin sois más doto en estas cosas que A. Mancinelo y que La Carolea de La Salde, y no es posible menos. Porque ¿a qué propósito habíades de hacer apologías si no supiérades más que el Infante D. Pedro de Portugal? A lo menos dudo yo, si se creyera otra cosa de vos, que os diera licencia vuestro superior. Acuérdome haber oído al Padre Morales, que fue el rey de los enfermos de celebro, que le daba mucha pena a la cabeza la música de los grillos, y que si Dios quisiera, él pasara bien sin ellos, porque era mayor el ruido que el cuerpo; y que al fin eran chicos, importunos y ruines, y de ningún provecho, y que tomara antes, como no fuera mosca, ser otra cosa cualquiera que de tan vil condición. Volviendo pues a vuestra observación, digo: que no es mucho que no advirtiendo vos, o contradiciendo temerariamente estas Anotaciones, os parezcan mal apuntadas y traídas sin consideración las cosas bien pensadas y dichas a propósito. No quiero cansarme en satisfacer con alguna demasía a esta oposición vuestra, porque bastara (si os dejara la invidia) lo que F.d.H. escribió en ese lugar. Pero, como dice S. Jerónimo: Sunt edentuli, qui vescentium dentibus invideant, et talpae quae caprearum oculos contemnant. Mas acordaos de Horacio y tenedle respeto, que siquiera porque os valéis con mil gracias de algunos versos suyos y los aventuráis y echáis a perder en esta apología con tanto donaire y discreción como un portero o donado de cartujos, no era razón que os arrojárades en este despeñadero. Dice pues vuestro amigo, haciendo burla de Lucilio;

At magnum fecit, quod verbis Graeca Latinis miscuit etc.


Y Marcial a Lelia;

κύριέ μου, μέλι μου, ψυχή μου congeris usque
pro pudor! Hersiliae civis et Aegeriae.


Y lo que más importa, mirad lo que dice el padre de la elocuencia romana:

-Scis enim me Graece loqui in Latino sermone non plus solere quam in Graeco Latine.

-Et recte.

A esto no tenéis qué contradecir, si no le habéis perdido el respeto. Antes, conociendo vuestra intención, no excusalla con la semejanza de las lenguas vulgares. Porque no se condena la diferencia de ellas, sino los versos extraños. Cuanto más que no concede Aristóteles la variedad y mezcla de las lenguas a otro verso que al heroico, por la manificencia y por ser el que usó esto Homero. Y lo mesmo es usar una vez que muchas lo que es malo para ser malo. Y no alabéis el Solvite me de Ariosto con tanto eceso, que le hacéis mucha ofensa, porque ni era razón que en aquel poema se valiera de cosas de bucólica, ni que Orlando dijera, aunque poco antes loco, lo que el borracho de Sileno. Pero loado sea Dios, que juzgar estas cosas está en arbitrio de otros y no en el vuestro. Aunque si vos no entendéis el artificio de esto, ¿puedo yo declarároslo? ¿O debía F.d.H. cansarse por vuestra inorancia más sin propósito? Agnus Dei, si os parece que se diga en verso, también se podrá decir Verbum Caro, Omnium Santorum, Vitas Patrum, Gloria Patri, Kirie Eleyson, Corpus Christi, etc. Mas en verso no se sufre ni tiene lugar lo que se disimulará en prosa. Ya habéis oído aquella fabulilla de Momo, que viendo a Venus hermosísima y bien aderezada, no pudiendo pasar con su invidia sin murmuralla, y no hallando, con todo lo que ve la calunia, que reprehender, dejándola como inculpable, se puso a decir mal de los chapines; y así sucedió que ni Venus fue reprehendida ni Momo habló bien. Esta fábula, pues, habéis renovado ahora. Porque no sabéis cierto culpar en esta parte con razón a F.d.H., y os paráis muy de espacio a defender el vocablo de Agnus Dei, con la noticia que tienen todos de esta santísima reliquia. Mas como dicen las Ordenanzas de Sevilla: Enfíngense los omes tanto a las vegadas de se mostrar por sabidores de cosas que lo no son, de manera que se sigue ende daño a los que no los conocen e los creen. Y perdone V. R. traelle este ejemplo de lugar tan aborrecido para él, que aunque no le parezca tan bien como otros; por los aficionados que tiene aquí, podrá sufrillo con paciencia. Todavía (ya que no veis esto, porque creo que sois más rico de orejas que de letras, pido que me oyáis atento), quiero decir, aunque había propuesto el silencio, que don Diego de Mendoza (con vuestra licencia) no es seguro ejemplo para los que se precian de escrebir con algún cuidado. Porque él dijo lo que se le antojó, sin temor de reprehensión, aunque sin esperanza de gloria y honra por ello. Mas porque no tienen todos el crédito de Arístides, a cuya testificación no se pedía juramento, será bien, si lo queréis ver, que obliguen la fe de estas cosas sus mesmas razones. Y así mirad lo que dice en aquella epístola filosófica y grave a don Diego Lasso:

Mejor Gallo otro tiempo me cantaba.


Y en la mesma:

Córrome de mi ser como una mona.


Dejo de referir muchos lugares de no mejor eleción, y el mal número y licencia de infinitos versos despegados y sin concierto que muestran su descuido y poca atención, y otras faltas, que si vos quisiérades entender, os hicieran sentir que no merecía ser alegado para imitación y para descargo de culpas ajenas, aunque en otras cosas es incomparable, por el ingenio del suelo donde nació. Lícito es a todos, como fue lícito a D. Diego, usar alguna vez de voces vulgares y despreciadas, en sátiras y en epístolas familiares, pero en una canción levantada, en una elegía culta y en un soneto de argumento noble o amoroso, y en los poemas generosos y bien ornados, no es ni puede ser lícito. Porque conviene que sean limpios y escogidos todos los vocablos con que aderecen y tejan sus versos los poetas más elegantes, y no se entorpezcan y afeen con la coluvión de voces bajas y humildes. Y así, con permisión vuestra, está bien culpado Ariosto, y Ruceli defensor del Ariosto; porque lo que toca a la mezcla de las lenguas extranjeras, ninguno lo admitió en los buenos tiempos, si acaso no lo forzaba la necesidad y si no quería jugar y burlar caseramente en epístolas con sus amigos. Y de los dos lugares que referís de D. Diego, el uno os puede ayudar, que es La zanahoria, que como en materia jocosa, si por ventura no fuere debido decir in aeternum, será a lo menos perdonable. Pero el otro, en la elegía a D. Simón de Silveira, ab initio es tan malo, que por pareceros bien me obliga a decir de vuestra poesía y oratoria: Pace vestra liceat dixisse, primi omnem eloquentiam perdidistis.

7.


Esta vuestra observación es de manera que me acuerda unos versos de vuestro amigo:

Io credetti trovar qualche palazzo
murato di diamanti e di turchine,
havendo udito far tanto stiamazzo.

Quando Dio volse vi giungnemmo al fine,
entrammo in una porta da soccorso,
sepolta nell'ortica e nelle spine.


¿No tenéis empacho de haber hecho tal censura, y de venir de tan lueñes tierras en escrito a ser necio? ¿Por qué no consideráis lo que leéis en los libros que condenáis? Y si no los entendéis, para qué os cansáis en publicar vuestra inorancia? Queréis que os digamos con Juvenal:

Quid Psecas admisit? Quaenam est hic culpa puellae,
si tibi displicuit nasus tuus?


Porque la animadversión de F.d.H. es tan bien pensada, y tan ajustadas las razones que trae, que se os puede decir en su alabanza:

Quibus invideas, si lividulus sis.


Prudentemente reprehende esta mezcla de lenguas, porque no se engañe alguno con el ejemplo de Ausonio y G.L., que pueden con su autoridad inducir en aquel error a los hombres inorantes, para pensar que es hermoso género de decir el que trabaron con las voces de ambas lenguas. Y no vituperó tanto a aquellos ecelentes poetas, aunque por ello eran justamente dinos de vituperio, cuanto procuró amonestar a sus imitadores que no siguieran aquel vicio, como si fuera virtud. Y estoy tan satisfecho de esta consideración, que en pago de ella os quiero decir lo que Agorastocles en Plauto:

AG. Abi domum ac suspendete

MILPHION Quamobrem? AG. Quia iam numquam audibis verba tot tam suavia.

Lo que dijo que eran dos veces sin juicio los que escribían verso y prosa es alusión, porque bien sabe que escribieron de aquella manera P. Arbitro, M. Capela, M. S. Boeccio, I. Sannazaro, P. Bembo y otros hombres dotísimos, en quien no pudo caer aquella injuria. Pero quiero decir, pues no entendéis cosas tan claras, que así como decían de estos que eran dos veces locos, por escrebir en verso y en prosa, así aquellos poetas eran locos en español y en italiano. Esto es lo que dijo F.d.H., y dice todo lo que quiere V. R. Mas yo (séame permitido esto) todo al contrario. Y si queréis oír, probaré fácilmente su modestia, y vuestra inorancia, por no decir necedad. Aristóteles, al principio de la Poética, no aprueba los Mimos de Sofrón y de Xenarco, y los razonamientos de Platón, cuyo nombre calla por el respeto que le debía, porque teniendo sujeto de poesía, que es imitación o semejanza, son hechos en prosa, y no en verso, porque salen del camino seguido de los otros escritores. Supuesto esto, no son tolerables los escritos de Petronio, Capela y los demás en verso y prosa, porque la mezcla del verso y de la prosa, cuando se hace de ellos un cuerpo solo, antes es mostro que parto perfeto del ingenio humano, como lo es el ayuntamiento de dos especies de animales diversos entre sí. No le cayó en pensamiento a F.d.H. alabar en esta parte a Ausonio, pues escribió: con no mucha alabanza suya. Que es, pues inoráis esto, antífrasis, o por otro nombre, oposición y locución contraria. Así Deifobo: Egregia interea conjux. Y no le pasó por el ánimo de llamar mujer honrada a Elena, si no es que os parece que le quedaba obligado por aquella solene maldad que le hizo. Y suelen decir los que no hablan ordinariamente no se holgó, por decir pesole. Plutarco afirma que es figura con que se sinifica lo contrario. Mas si vos sois más sin sabor que un mal melón y cuidáis que F.d.H. alaba a Marcial y Ausonio en aquellas palabras, tomad para vos aquella alabanza, que nadie os la codiciará. Y si alguno dijere que el padre Prete Jacopín escribió una apología con no mucha alabanza suya contra las Anotaciones de F.d.H. en las obras de G.L., no os dé pesadumbre, que no es afrenta vuestra, sino mucha honra, cual tengáis toda vuestra vida. Pero yo, que no soy tan fundado en esos misterios de la lengua como vos, no querría semejantes honras por las casas de los amigos. A lo que afirmáis que el otro quiso culpar calladamente a F. de Figueroa, respondo que:

Male facit si istuc facit; si non facit, tu male facis quae insontem insimules.

No sé dónde soñastes que F.d.H. escribió tal. Sin duda que os debe mover algún mal espíritu, pues donde no puede haber sospecha de mal, vos, que sois toda la virtud y sencillez castellana, dais ocasión para ello. ¡Por mi fe que son grandes discreciones y gracias las vuestras! Si es (lo que no se puede esperar de vos) simpleza de condición, Dios os perdone, que tal cosa creísteis. Mas ¿cómo os atrevisteis tan seguramente a hacer cierto lo que no pudiera ver un zahorí? ¿Y cómo sabéis que es invidia? Porque él piensa que no es invidioso y que no es gloria invidiársela. Yo oso decir en su nombre que no se acordó de Figueroa para eso, sino que en esta ciudad, que es un mundo a respeto de la vuestra, ha habido algunos hombres bien discretos y que sabían en estos estudios casi tanto como vos, porque eran unos avestruces en la poesía, y se aficionaban tanto a mezclar versos españoles y toscanos, que le fue forzoso, viendo su error, apuntar aquella falta en las Anotaciones, para que no los siguiesen los que sabían menos, engañados con la autoridad y ejemplo de aquellos hombres dotos. Y así ruego que os volváis al puesto con aquel versito del Ariosto, esperando mejor ocasión, que no podrá faltar otro andaluz en que empleéis la cólera de un castellano viejo, porque no es razón que se pierda la gracia de tan buen dicho, como si fuera de algún menguado.

8.


Qué ancho campo me habíades ofrecido para alabar a F.d.H. y sus Anotaciones, si entendiera de él que estimaba en algo tener opinión entre los que saben lo que vos, o si no le diera desgusto satisfacer a vuestras inorancias. Si esta ocasión conviniera, yo os hiciera conocer, aunque sois de tan rudo ingenio, lo que en ese menester alcanza F.d.H. Mas pues he propuesto no tratar de estas cosas en esta parte, vengamos a lo que importa. A MI JUICIO NO. Si vuestro juicio es regla de los buenos versos, harta culpa tiene F.d.H., pero si no, V. R. ha concluido mal, porque ni el verso es blando ni de tan extremado sonido como queréis que nos parezca, ni porque esté compuesto solamente de diciones cortesanas será bueno. Pero decid por vuestra vida, ¿qué son diciones cortesanas? ¿Son de otra naturaleza que las que se usan en todo el reino? ¿Tienen mayor previlegio? ¿O son las que todos sabemos y nos sirven para el uso de hablar y escrebir? Mas si el hombre os rogase que le hiciésedes un placer, ¿negaríadeslo vos, que sois toda la cortesanía, toda la gracia y toda la galantería del mundo? Creo que no. Y así me atrevo a pediros que saquéis esta vuestra corte de Madrid y la paséis, no os turbéis de ello, que no digo a la Andalucía, que tan aborrecidamente despreciáis como si fuera otra Guinea o tierra de la Florida, sino a Bilbao o Bermeo, entre aquella gente bien hablada, y me digáis si será aquella que se hablare entre todos lengua cortesana. Y si no es, como diréis, habéis de confesar que la que se habla entre nosotros y vosotros será la lengua que alabáis. Pero bien debéis saber que la menos buena lengua es la más mezclada, y que por esto la cortesana es menos propia y más adulterada, como aquella que sufre más alteración, por la diversidad de gentes extrañas que concurren en la corte y hablan y tratan esta vuestra lengua cortesana. Y que es diferente cosa acabar un soneto con dulzura o con flojedad, y que no es una la razón del fin de él y del poema lírico, salvo si vos, como entendido en este menester, no hacéis otras reglas y precetos más atentados que los de Aristóteles y otros así. Por haber leído en uno de estos días una descrición que hace de la corte Cesare Caporali y una difinición del cortesano, os haré gracia de ella, porque la tomaréis a buena parte y conoceréis bien lo que son los que no tienen otra cosa que el nombre de cortesanos. Y no me daréis por ello más culpa que la que merece habellas leído y comunicado con. V. R.:

La Corte si dipinge una matrona
con viso asciuto e chioma profumata,
dura di schiena e molle di persona.

La qual sen và d'un drappo verde ornata,
benche attraverso, a guisa d'Hercol tiene,
una gran pelle d'asino ammantata.


Y después;

E qual (con riverenza) marchigiano
interpretar si deve asin di marca,
tal' asino di corte cortigiano.


Estas son palabras formales del poeta, allá os lo habed con él. Y si miente en vuestra conciencia, reíos de él. Y si dice verdad, callad y no saquéis a plaza vuestras necesidades o sobras de juicio, que no en todas partes se habla de ellas como vos merecéis.

9.


No solo sois intérprete del entendimiento de F.d.H., pero adivino, que sabéis lo que no dijo ni escribió ni pensó por ventura. Y aunque hablara en vos el que en las furiosas de Delfos, no debíades decir que no pecaréis en echar a mala parte aquellas palabras dudosas. Porque ofendéis mucho a la opinión de Prete, a la condición de burgalés y a la honra de la nación. Y no podéis vos saber con qué ánimo fue lo que escribió el otro, que en el tiempo que él hacía estas Anotaciones, érades camello en los Batrianos, en compañía del padre Homero, a la cuenta del Gallo de Micilo. Pero pecador de vos, que F.d.H. no dijo palabras dudosas sino claras y que no sinifican más de lo que suenan. Mas vos no os podéis apartar de vuestra naturaleza e intención de caluniar, fingiendo no ver lo que es clarísimo.

NICOBOLUS Vidi ego nequam hominem, verum te neminem deteriorem.

Sabed, pues sois tal que habéis menester ayuda en esto, que no quiso F.d.H. admirarse de la repetición de los versos que usa G.L. a comparación de los de Virgilio, ni trajo los otros que repite aquel divino poeta con la razón que el que puso en las muertes de Camila y Turno, que es tan bien considerada que sería hacelle mucho agravio, si respondiese a esas impertinencias. Y podrá decir él muy bien:

Men moveat cimex Pantilius? Aut crucier, quod
vellicet absentem Demetrius? Aut quod ineptus
Fannius Hermogenis laedat conviva Tigelli?


Y por el amor que os tengo, me haced merced de no tomar ahora a vuestro cargo la alabanza de Virgilio, que él se está bien alabado, ni hay quien lo vitupere si tiene seso. Ni trayáis para ello aquel lugar de Escalígero, que no era misterio tan oculto que hubiese necesidad que lo revelase un medio francés burdo.

10.


Pues yo os prometo, padre Prete Jacopín, que es un contento leer vuestra censura, y que ninguno habrá tan melancólico que no ría mucho de ver la pasión con que tan inorantemente os cansáis contra estas Anotaciones, y lo bien que os avenís con ellas. Mas ¿para qué os persuadís a creer que habemos de entender por sola vuestra autoridad que F.d.H. reprehendió lo que es mejor en las obras de G.L.? Porque no pensamos errar con vos, ni en sus Anotaciones hallamos los disparates que en esta vuestra [...]. Conocerá él la inorancia de que lo acusáis, pero negará la malicia y calunia con que lo queréis hacer odioso, y afirmará que no solo no la tiene, mas que no puede hallar lugar en él. Pero cierto que se os parece bien la virtud y nobleza y enseñamiento de las costumbres en el respeto y comedimiento que habéis usado. Mas como dice el Padre Terencio;

MICIO Homine imperito numquam quidquam iniustius.
Qui, nisi quod ipse fecit, nihil rectum putat.


Alabo vuestra modestia, que confesáis no saber que en aquel verso, Y moriré a lo menos etc., se humilló la grandeza de aquella estanza. No es mucho que vos no conozcáis cuándo pierde el verso la dinidad y grandeza, y no es de pretes saber estas cosas. Mas los que pueden juzgar de ellas hallan que ni el número ni aquella voz a lo menos son muy buenos para aquel lugar, y les parece en tan grande y generosa canción humilde modo de decir, a lo menos confesado. Y la voz, traída de la religión, no es muy conviniente, aunque declaréis lo que todos, habiendo publicado mi mal. Y estas son de las cosas que si no las entendéis, luego que os avisen de ellas, trabajará en vano quien se cansare en descubrillas. Y el último verso perdió el efeto del problema con la declaración. Y aquel hemistiquio humilde, que todo el mundo afirma, si V. R. lo permite, es muy común para cualquiera, cuanto más para una canción tan ilustre. A propósito de vuestros buenos apuntamientos, se me acuerda lo que respondía al Almirante don Fadrique un mayordomo suyo, que diciéndole; ¿Cómo es esto, Villarramiel, que los otros hacen tan buen vino y vos no? Respondía: Tiene V. S. ruines cascos, y esto lo causa. No importa la aplicación, que sin ella podéis entender el dicho.

11.


No condena F.d.H. esta dición alimañas en el Tiempo de G.L., sino en este, porque no la usen otros. Y pues no quiso vuestra ventura que se os diese bien este oficio de censor, no os dejéis llevar de esta pasión tan inconsideradamente, que por injuriar los trabajos de quien no os ha dado mucha ocasión para ello, mostréis lo poco que debéis a vuestros amigos, que no os han emendado esas faltas. Pero tu polhomo non es sobrius. ¿Quién os dijo que el otro llamaba a Propercio toroso, por hinchado y grave? ¿Hasta ahí llega la necedad? Y sabiendo tan poco, ¿por qué no calláis? Toroso sinifica robusto y lleno de niervos y fuerzas. Así dice Catulo y Varón lacertosi. Torus, demás de la sinificación común, es la carne pulposa, y, si es lícito decillo así, musculosa y que tiene grandes fuerzas; por eso quiere Columela que los Bueyes tengan la cerviz luenga y torosa, porque en ella está la fuerza y robustidad para traer el arado. EJERCER no es más de escribanos que de oradores y poetas, porque Gómez Manrique, que era un buen hombre dice:

Usad malos de malicia
que tenéis acostumbrada,
ejerced vuestra nequicia.


Y Fernando del Pulgar en la Crónica de los Reyes Católicos: Con quien no solo podéis tener guerra justa, mas guerra Santa, en que entendáis y hagáis ejercer vuestra caballería. Y hacedme merced, de ser de aquí adelante legal como escribano, y no soñéis algunas veces lo que no dijo el otro. Si no es que respondéis:

Si dixero mendacium, solens meo more fecero.


IDIOTÍSIMO no es muy bueno, pero ¡si F.d.H. dijo Idiotismo! Aunque en tres apologías vuestras, una que trajo en vuestro nombre un maestre escuela de Berlanga, y otra que se envió de Barcelona a esta ciudad cuando pasó a Nápoles el Duque de Osuna, y la última que se trasladó en Roma, las cuales he visto todas, dicen idiotísimo, y no es maravilla que lo escribáis así. Quien nombra, pues, idiotísimo, no es mucho que se piense de él que no sabe la sinificación de idiotismo. Sabed que los griegos llaman idiotas a los hombres plebeyos e inorantes, y el que demás de su lengua vulgar aprendió alguna de las lenguas más dotas, este, como dice bien Sedulio, ya deja de ser idiota, y se debe contar entre los dotos. Y de aquí nace el idiotismo, que no os debiera poner en tanta vergüenza. Es un género de hablar, tomado del vulgo. Y Séneca en las Controversias: Idiotismus est inter oratorias virtutes, res quae raro procedit. Y porque sepáis más de camino, idioma sinifica la propiedad de la lengua, y así se llama cierto género de decir que es propio a cada un autor. TONTO declara bien lo que sois vos y lo que es stultus. Y la tradución de aquel verso de Ovidio no es destruición, pero sois un inocente, que destruís lo que no entendéis. CULO. A esta torpeza respondo lo que Tulio: Amo verecundiam, vel potius libertatem loquendi. Sea esto debido y lícito, ¿por ventura convenía y era importante hablar de ello? Mejor fuera a mi mal saber no vituperar aquel nombre OMBLIGO que traer a consecuencia este, si ya no os parece bien el uso. Vuestro amigo Ariosto, no en prosa sino en verso de obra heroica; Nel ombelico a Francia. Y el otro antiguo poeta, que refiere Tulio en el 2 De la divinación; O sancte Apollo, qui umbilicum certum terrarum obsides. Pues cierto, Reverendo Prete, que el segundo no es muy indino de usarse, y con el donaire que os aprovecháis del primero, granjeáis la risa de suerte que os deben poco los buenos dichos. Si no os contenta el uso de aquellos vocablos, que sois castellanísimo de Burgos, a nosotros, que somos andaluces, no parecen merecedores de olvido. Agrádame la claridad de vuestra condición, que habláis sin rodeo, nombrando con simplicidad las cosas como son, por imitar a los viejos y a los latinos antiguos, que hablaban latinamente con brevedad y sin embarazos. Y así dice de Augusto vuestro devoto:

Absolvis lepidos nimirum, Agusti, libellos
qui scis Romana simplicitate loqui.


No es bien que no culpando F.d.H. a quien dice Ruiseñor, aunque es voz lemosina Rosiniol, y por la nuestra no se sabrá fácilmente qué sinifica ni de dónde es deducida, lo acuséis de lo que no dijo. Porque no se diga de vos lo que decía D. Diego Hurtado de Mendoza, arzobispo de Sevilla, de un hombre de Guadalajara, llamado Martín Pecha, que era gracioso y poco verdadero: Mi primo Martín Pecha ni la mentira que dice daña, ni la verdad aprovecha. Y por vuestra vida que otra vez no digáis por donaire túrtura. Y la gracia con que fenecéis esta observación os quiero pagar con lo que dice Acio:

Ut quicquid loquitur, sal merum est.


Pero porque se me acuerda lo que dijo D. Francecillo del Conde de Haro, os lo quiero contar, que por ser de vuestra tierra os ha de dar contento. Y fue que, tratando de la de Tordesillas, dijo que el Conde había sido de más servicio al Rey en aquella batalla que todos juntos, porque templó con su frialdad toda la gente y dio frescor en el real.

12.


Sabréis, señor faraute Garci Ramírez, que hay unos animalillos ciegos y mal hechos que viven ascondidos en la tierra, los cuales son de tan ruin condición y naturaleza, que sin tener imperio ni señorío en el campo, se usurpan la autoridad y derecho de él, y destruyen toda su labranza. Mas si acaso sucede que alguna vez estos, que con tanta tiranía dañan lo que no sembraron ni labraron, salgan de las entrañas de la tierra al aire, o por inconsideración suya o por otra causa cualquiera, vista su fealdad y torpeza, son ocasión de risa a todos los hombres. Cierto que quien oyere la insolencia y descortesía con que reprehendéis y afrentáis estas pobres Anotaciones y la crueldad que ejercitáis contra lo que no os costó mucho trabajo, que pensara sin duda que sois aquel gran buey que, no siendo visto, hacía temblar al león con su mugido, creyendo que era un animal espantoso y no conocido. Mas quien viere lo que sois por lo que juzgare de vuestra censura, dirá que sois más ciego y feo y torpe que un topo, pues tan deslumbradamente os arrojáis, y mordéis con tanta rabia lo que no es para vuestros dientes. Y porque no nos cansemos en palabras, vengamos a la obra. LIQUECE, es bien dicho, y usado de muchos que no tienen tan romas las narices como V. R. Y si todos dicen líquido, licor, ¿por qué no se dirá liquecer? Cuanto más que derretir, que a buena cuenta holgara V. R. que escribiera el otro, no es de tan suave sonido ni formado de letras tan blandas y convenientes para el efeto. Y sois un cruel si os queréis derretir, y no liquecer. Pero bien pudiera yo decir en esta y las demás voces: no sé por qué la condenáis, porque el sonido es bueno y la sinificación propia, la formación usada etc. Mas sin permisión vuestra no oso valerme de vuestra gramática. SAGE. Aunque bastara decir que sagire, como interpreta Marco Tulio es sentir agudamente, y de allí se llaman sagas las viejas, porque quieren saber mucho, y los perros dichos sagaces por la agudeza y conocimiento del sentido, también es voz usada de muchos, y principalmente de Juan de Mena, algún tanto mejor poeta que vos crítico.

Ya pues si deve en aqueste gran lago
guiarse la flota por dicho del sage.


Y el Comentador sobre este lugar declara: Sage, del gobernador, que es sabio y experimentado. Y acá se suele decir de quien es diligente y recatado en lo que trata que es un sage, lo que vos no sois. Mas cuando no fuere dición dina de usarse, apiádese V. R. de ella y dele licencia para que entre por las puertas de su casa, y se le desculpe con ser tradución, donde se concede más libertad y aun se disimula el poco cuidado de la lengua. AIME es vocablo antiguo, y no, como piensan algunos, solamente toscano, sino también español, porque los italianos dicen en verso oime, y no ahime, bien que Dante lo escribió una vez. Y aunque el padre Prete Jacopín no lo consienta, es interjeción doliente, mejor que ay de mí para la sinificación. LANGUIDEZA no os debía parecer mal, porque es voz tan fría como vuestros donaires. Lánguido no es muy desusado en nuestra buena lengua. Bien, pues, se puede usar languideza, que pues no se desecha el nombre de la primera imposición o, conforme a vuestra gramática, el primitivo, no hay por qué rehusar el derivado. Y el gran Marqués de Santillana dice en el primer terceto de un soneto:

Quieres que muera o viva languiendo.


Y suelen usarse algunos vocablos no recebidos, por no haber otros mejores para el sentido; y también:

Iocundum nihil est, nisi quod reficit varietas.


LASSITUD, LASSAMIENTO, y no laxamiento, como decís, por no perder la costumbre, os vienen a requerir de amores y ruegan que las admitáis en vuestra buena gracia, y si me creéis, debéis hacer lo que os piden, porque no digan de vos que sois un cruel y desamorado. Y aun como son regaladas y bien tratadas de otros, entiendo que dirán que no están por vuestra sentencia, porque no os conocen por tan buen juez de la lengua, aunque seáis un Tulio o un Arbolánchez, que por sola vuestra autoridad, que no es a su parecer mucho mayor que la de un alcalde ordinario, sean desterradas del reino. Porque ellas, que han estudiado un poco en la historia del Abad don Juan, y del Caballero don Túngano, hallan no sé qué antigüedad en sí, y dicen que son casi originarias de España, de poco menos tiempo que la gran seca, cuando refieren nuestros cronistas que no llovió en 27 años, cosa que merece vuestro crédito, para que la tengamos por tan verdad como el Alcorán. Porque se acuerdan que don Enrique de Villena y otras antiguallas semejantes hicieron estimación de lasso, que no es más honrado a su opinión. Y ved estos lugares, en la tragedia Edipo, que él llama quinta en Séneca: Después que Cadmo, hijo famoso del grande Agenor, hubo ido por todo el mundo lasso y cansado, buscando Europa su hermana, hurtada por Júpiter. Y el autor de Amadís: Que siempre a su enemigo fallaba más ligero y con mayor fuerza que al comienzo, siendo él cansado y lasso y todo lleno de sangre. LUJURIANTES, dicen que no hay otra voz en nuestra lengua que les responda enteramente; y que abundantes, demasiadas no les alcanzan en sinificación. Y si usan de verdegueante, floreciente, radiante, ¿por qué no de lujuriante? El Infante D. Pedro de Portugal escribe:

Placiente cara, mal fiable fortuna.


Pero Guillén:

Formosa, riente, alegre, muy clara.


Y en otra parte:

De lirios y clavelinas y otras olientes flores.


Diego de Burgos en la muerte del Marqués de Santillana;

En pie levantado con gesto placiente.


Fernando del Pulgar en la Crónica de los Reyes Católicos dice: ojos rientes y persona fiable. Así será permitido a F.d.H. escrebir lujuriantes, aunque os retoce y pique el estímulo de la lujuria. La ELOCUCIÓN agradece a V. R. lo poco que le debe y se huelga de no entrar en su casa, por lo mal que ha tratado a sus dueñas y doncellas. Pero en verdad que habéis hecho una de las vuestras en tomar bandos con ella, porque como persona poderosa, os puede poner en mucha vergüenza. VENUSTIDAD. ¿No basta ser porfiado contra la elocución, sino ser tan rústico que persigáis a esta buena mujer? ¿No se usa en vuestra tierra gracia y hermosura? ¿No os hubiérades aficionado alguna vez a unos ojos risueños y suaves, a un color agradable y amoroso, para no ser opuesto a lo más amable de la belleza? Venusto no es voz ajena del trato de los hombres que saben más que el vulgo. Y si se debía, según la analogía, o proporción latina, decir venustad, por mejor sonido y por seguir la semejanza de honestidad, puso F.d.H. venustidad, y será bien puesto, aunque vos apeléis de ello a la Academia de Villamanta. Y según pienso, no cura él mucho de vuestro parecer ni teme decir lo dicho por vuestra reprehensión, porque puer nimius es delicatus. El CARÁTER del decir, cosa nueva para vos, así lo publicáis en vuestra apología, no es nuevo para cuantos hay que saben, por muy poco que sea. Sola esta rudeza vuestra dice bien lo que conocéis de las cosas. ¿Pensastes que caráter era carátula, que os espantó, como niño que sois y no tan discreto como el infante Epitús? Caráter suena figura o señal o nota, que por ser voces dudosas, no convienen bien a este particular sinificado. Cicerón lo llama forma y género de decir. En una parte: Sed jam ipsa forma restat, et character ille qui dicitur. Y en otra: Sed in omni re difficillimum est formam (quod χαρακτήρ Graece dicitur) exponere optimi . Y por no ser prolijo en la circuición, usó de esta dición F.d.H. Pero basta sola la autoridad del Conde de Haro, que dice en una égloga venatoria suya:

No busque filtros, rombos, carateres.


Contento estábades cuando acabastes la observación: Pues quien de todos estos términos ha usado, ¿qué merecía Señor Herrera? Exclamación por cierto grave y terrible, y no menos vehemente que si en ello pendiera la salud de todo el reino. Pero no por eso dejó de merecer alabanza Demóstenes, cuando reprehendiendo Esquines algunas palabras suyas y llamándolas mostros y portentos, respondió, haciendo burla, que no estaban puestas las riquezas y fuerzas de Grecia, en usar él de uno o de otro vocablo. Mas porque no os parezca que F.d.H. usó de estas diciones sin consideración, acordaos que Horacio dice de esta suerte:

Obscurata diu populo, bonus eruet, atque
proferet in lucem speciosa vocabula rerum;
quae priscis memorata Catonibus atque Cethegis,
nunc situs informis premit, et deserta vetustas.


Y S. Jerónimo, desculpándose en estas mesmas cosas, escribe así: Itaque ij qui disertos seculi legere consueverunt, si coeperint nobis de novitate et vilitate sermonis illudere, mittamus eos ad Ciceronis libros, qui de quaestionibus philosophiae praenotantur; ut videant, quanta ibi necessitate compulsus sit, tanta verborum portenta proferre, quae nunquam Latini hominis auris audivit.

13.


Nadie duda que V. R. no sabrá loar la segunda canción de G.L., y menos que lo que escrebís en esta observación no sea, como las demás obras vuestras, sin consideración y lleno de invidia y de calunia y de inorancia. Pero veamos ahora si el Señor Herrera es tan extremado censor como vos, o si vos sois aventajado en este menester, porque no es razón que él culpe lo que tenéis por mejor en G.L. Vos decís así: Los versos agudos no los tengo por buenos para usarlos muchas veces, mas alguna, como en esta canción de G .L., antes tienen sal y gracia particular. Decidme ahora, padre Reverendo: los versos agudos no los tengo por buenos, ¿es muy elegante modo de hablar? Mas alguna, como en esta canción etc., ¿es término fácil y propio en Castilla? Porque en lo que se trata por acá, no parece tan bien como vos me parecéis. Mas no paremos en menudencias delante V. R. Los versos agudos han una cierta semejanza con los hexámetros que tienen en la quinta región un pie espondeo, y estos se usan para algún efeto de turbación, de miedo, de espanto, de admiración o tardanza y tristeza o pesadumbre, como podéis descubrir en Virgilio. Y cuando no sirven para alguno de estos efetos o semejante a ellos, son ruines versos, con vuestro perdón. Estos, pues, que vos alabáis en G.L., demás de ser muchos, porque sola una estancia carece de ellos, no son de alguna importancia y vienen más acaso que vuestras razones. Y así tienen tan poca sal y gracia particular, que parecen antes vuestros que de G.L. Y cierto que lo que dijo F.d.H. en este lugar no era ofensa de G.L., para que saliérades tan despepitadamente a volver por él con la espada en la mano, como un matasiete. Ni lo que trató en defensa de nuestro poeta era tan dino de risa, como vos, Señor Demócrito, queréis que sea, pues no tienen todos tanto bazo. Y como dice el poeta de Verona:

Risu inepto res ineptior nulla est.


Pasemos más adelante con esta vuestra censura. EL CUAL TENÍA LOS POETAS ETC. ¿Quién os dijo que G.L. tuvo mejor eleción que F.d.H.? Y cuando la tuviera, y concedo que la tuvo, ¿no sabéis, que fue Demóstenes mayor orador y más elocuente que Hermógenes, y Marco Tulio que Quintiliano, y que pudieron ellos reprehender y emendar algo en sus oraciones? ¿Y Jerónimo Vida, no veis los lugares que culpa en Homero?, siendo más inferior en ingenio, invención, eleción, conocimiento de cosas y espíritu que lo que puede ser, con ser grandísima la distancia, F.d.H. de G.L. Dionisio Alicarnáseo, que si por ventura ha llegado su nombre a vuestros oídos, fue dotísimo y diligentísimo escritor, atended a esto que trae en el juicio de la historia de Tucídides, conforme a la interpretación de Andrés Dudicio: Non enim si ea, qua Thucydides, alijque viri polluerunt, ingenij vi, ac praestancia deficimur; iccirco fit, ut ea quoque, quae illis fuit, considerandi et judicandi facultate careamus. Nam neque de Apellis, aut Zeuxidis, aut Protogenis, aut aliorum pictorum, qui fama claruerunt, artibus judicare non licet ijs, quos earum artium scientia cum his ipsis minime conferri potuisse constat; neque de Phidiae; aut Polycleti, aut Mironis operibus ceteri opifices sententiam minus ferre potuerunt; quum ab eorum tamen laude longe distarent. Ut illam rationem praetermittam, quod saepe usu contingit, ut homo inscius atque Idiota, si quid judicandum in his rebus quae sub sensum cadunt, ne artifice quidem ipso sit inferior. Huc enim omnis ars intendit, hincque judicandi sumit initium. No querría que, por averiguar estas niñerías, os pareciese de veras mal decir F.d.H. juntando en una mezcla, porque también lo diría yo, si se ofreciese ocasión, y pensaría que no erraba mucho en decillo, así por la distinción y el crecimiento de la oración, como por el ornato y número de ella. Pero si vos, que anduvistes con el infante don Pedro, atado como cestón en uno de aquellos dromedarios, las siete partidas, y aprendistes para aquella jornada todos los lenguajes del mundo, me aseguráis en vuestra buena verdad que no os contenta aquel modo de hablar, habré de seguir vuestra opinión aunque me pese. Aunque me consuela mucho ver en qué poquedades mostráis la miseria de vuestra condición: como si no hubiera en qué pudiérades meter la mano seguramente, y la ensangrentárades hasta los codos. Y así veáis buen gozo de estas vuestras discretas observaciones como os engañáis en creer que él dijo por sí que con la imitación de los escritores antiguos pudiera llegar a merecer lugar entre los buenos poetas. Porque lo dijo por los que los imitan o deben imitar, y para mover con aquellas razones a vuestros castellanos, que no se contentasen con la imitación de Petrarca y otros de su nación, sino con la semejanza de aquellos primeros, que tan justamente alcanzaron la estimación que tienen. Cuanto más que nunca ha procurado ese nombre ni ese lugar, porque sabe que ni es poeta ni puede sello. Y cuando llegó a leer en esta censura que lo notábades de invidioso, se rió de vos y os tuvo por hombre de mal juicio y mal ánimo, porque jamás conoció ese vicio, ni aunque tiene en gran veneración a todos los que saben, tuvo a nadie en tanto, que por la admiración que le causase su ecelencia y virtud diese lugar en su pecho a tan aborrecida vileza. Y yo os prometo por él que es verdad esto, y en seguridad y certeza de ello no queráis más sino que no tiene invidia a vuestro buen ingenio y a vuestra erudición y avisos y gracias, y a la cortesía y comedimiento con que tratáis estas cosas. NI SUS PADRES, no son estos dos versos los más bien traducidos del mundo, pero son tradución, y en ella no se pide en esta parte más que el sentido, y como se declare, basta. Y bien pudiera F.d.H., si quisiera, mudar el tierno en joven, y traspasar el verbo del segundo verso en la última parte, y no paró en ello porque no había para qué, y estorbara vuestra observación harto grosera y nos quitara el entretenimiento de vuestros donaires. Mas tales como el primero y no mejores que el segundo hay algunos versos del Señor Conde de Haro, que no podéis negar que no sea doto y gentil escritor de estas cosas, el cual no se desdeñó de hacer en las traduciones de Anacreón versos de poco cuidado:

Sobre un cobertor tirio gozando.
El hijo de Anfiarao furioso estaba.


Y también:

Vil silencio parlero
mezcla, pinta algo anchuelo el rostro bello.
Ay, de Adonis el cuello
blanco y deslizadero
olvidaba; esto hecho,
de Mercurio le harás manos y pecho.


Y en otras muchas partes dice cosas semejantes, y no parecen mal a F.d.H. como a vos las de estas Anotaciones, porque no puede ser todo bueno, y se ha de perdonar algo a los hombres. Si esto no satisface a V. R., rendireme a vuestra porfía, por no perder con vos las palabras. Porque como afirma bien Plauto:

Non tu scis? Bacchae bacchanti si velis adversarier,
ex insana insaniorem facies, feriet saepius.
Si obsequare, una resolvas plaga.


Mas por vida vuestra que me deis licencia para referir aquí toda la canción, para que veáis la gracia y dulzura con que la tradució Su Señoría, porque le aviséis, pues es de vuestra tierra, para que no se ocupe en semejantes destruiciones, y den él y Fernando de Herrera a la ira mala tan ruin ejercicio. Si habéis oído decir Omnes stultos insanire, aquí se ha visto en vos por experiencia, pues condenáis:

Y duermo sola yo, ayme mezquina.


Y decís; Aquel me, me, una vez tras otra ¿es de poeta tan elegante como vos? Oh tú, dichoso Prete grosso de Toscana, que tan graciosamente descrebiste la condición de tu huésped, bien hayas tú, si ende ha lugar, pues profetizaste en él todo lo que merece la testa de nuestro crítico, cuando dijiste;

Animal mai non vidi tanto ardito,
non harebbe a Macrobio e Aristarco
ne a Quintilian ceduto un dito.


Crea V. M. padre censor, que hace mucho daño la pasión y que es muy ciega la inorancia de un invidioso. Mas antes que reparemos en la geminación de las voces, oíd al Conde de Haro:

Y así viéndome solo, ay desdichado,
me volví luego al sueño comenzado.


Porque así por su grandeza y autoridad como por ser de vuestra tierra, no habéis de decir que es llorón aquel por no condenar estos, y no os han de parecer al llanto de la Reina y Eleastras, que alegáis como fundado cronista. En lo que toca a la repetición, ¿por qué no leístes bien lo que notó F.d.H. en aquel lugar sobre la égloga primera, Y de mí mesmo? O ya que no parastes en ello, ¿no mirárades, que eran sílabas convenientes para quejas y llanto? Sabed que las geminaciones de las mesmas o semejantes palabras fueron estrechamente familiares y comunes a los antiguos, no solo a los poetas, mas también a los oradores, aunque pensaron los que vinieron después que era vicio y las reprehendieron como viciosas. Mas yo de mejor talante seguiré en esta parte a los mayores, pero templadamante y de suerte que tenga alguna fuerza aquella duplicación. Porque hay algunos que tienen el crédito cerrado con llave y creen solo lo que ven y lo que les parece dino de crédito, mostraré el testimonio, para que se entienda lo poco que anduvo acertado V. R. Marco Tulio: O fortunatam natam me Consule Romam. Magno me metu liberabis. Plauto: Egomet memet; y en otra parte: Ut bene haberem me meae filiae in nuptiis. Terencio: Oratio haec me miseram exanimavit metu. Virgilio: Agitata tumescere. Ac late fluctuat omnis, aere renidenti tellus. I Me me, adsum, qui feci. Propercio: De me, mi certe poteris formosa videri. El mesmo: Ipse seram vites, pangamque ex ordine colles. Tibulo, cultísimo entre los poetas élegos: Ipse seram teneras maturos tempore vites; Me mea paupertas; Poma manu. Y en otras partes: Multa tabella; Sicca canis, en que parece que halló, como dice M. A. Mureto, alguna elegancia con la continuada repetición de una mesma sílaba, y que no hizo esto acaso, sino con mucho cuidado. Podría pues yo, si no me engaño, decir por las cosas que habéis escrito en esta adversión, en alguna manera, lo que en materia gravísima Arnobio: Iam dudum nos pudet ad eum locum venire, in quo risum tenere non possunt, non tantum puerculi et procaces, verum etiam serij, atque in moris tetrica asperitate durati. La tradución de la oda de Horacio, cual ella se es, no es tan mala y tan apartada del sentido que la pueda desacreditar vuestra censura. Y dadme licencia, para que diga que por más que os mostréis entendido en la poesía y presumáis de poeta, no os podéis tener en los pies de la facultad métrica. La causa que me mueve a esto es principalmente la culpa que ponéis en aquel verso;

Oiría en el puro elisio prado.


Y no, como vos leéis, Oh, iría etc., que así Dios me valga que es mejor para lo que trata que todos los vuestros y los que he visto de vuestra tierra, aunque entren en esta cuenta las traduciones alegadas, que no negando su bondad, son menos dulces y melosas que los regalos y niñerías de aquel buen viejo ahogado en vino, porque oiría, armonía, llevaría, diría, etc. son como unas cadencias del canto. PONÉIS VUESTRO VERSOS ETC. ¿Quién puede quitar a F.d.H, que mezcle sus versos con los de F. Petrarca y don Diego de Mendoza, sin que por ello merezca reprehensión, pues todos hacían coplas? Porque bien puede un soldado, por despreciado y cobarde que sea, arremeter a la batería con los más valientes, sin que por esta osadía alcance tanta gloria como los que la merecen por su valor y por los cargos que tienen. Agradecedme esta semejanza traída de la milicia, que por daros contento vino a este propósito, porque sin duda, según se colige de vuestra apología, debéis ser más soldado que hombre de letras. No puedo dejar de alabar el cuento de Mosén Coquín, porque aunque no es muy bien aplicado, porque nunca el otro deseó ser poeta, antes deja esa maldición para vos y otros tan hábiles como vos, tiene donaire, y tanto que me ha hecho cuidar alguna vez de qué manera parecería Prete Jacopín en una junta de poetas como las que se hacen allá en vuestras academias, vestido como mona y presidiendo entre ellos con aquella autoridad que piden sus letras y buena inclinación. Pero, Pater mi, por el consejo que dais a F.d.H. para que piense, come l’asino tra le scimie, que es Mosén Coquín, os quiero desear lo que Horacio al otro, que traía crecida la barba por parecer filósofo;

Dii te, Damasippe, Deaeque
verum ob consilium donent tonsore.

14


Preguntaba uno qué era la causa que pasando los oidores de la chancillería al consejo se hacían corteses y bien criados; respondió otro: porque se trasponían como albahacas. Y replicándole, ¿pues por qué el dotor Corral no se ha emendado? Dijo: porque lo traspusieron con tiesto y todo. Así se me figura que os ha sucedido en la trasposición de la gramática a la poesía, quedándoos con las heces en el tiesto. ¿Estáis satisfecho de la respuesta que dais por G. L. en esta observación, que así triunfáis en caballos blancos? Mal año para la doncella Teodor, si supo tanto, aunque más me digan. Pero vamos poco a poco, que no está todo tan llano como pensáis. Habéis de saber, aunque ya tengo a conciencia recordaros vuestra inorancia, que no se deben introducir sueños en que se tornen a introducir cosas pasadas sabidas del que sueña. Ni menos es lícito referir a uno lo que le ha pasado como cosa nueva. Decillo de otro es diferente negocio. Horacio consuela a Asteria de la ausencia de su marido, diciéndole lo que hace, y si le refiriera lo que ella hacía, fuera solene disparate. Mas F.d.H. reprehende livianamente a G.L., porque hablando al Duque, le dice lo que sueña el Duque mesmo, cosa que él no podía saber verosímilmente, aunque hubiera hecho la adoración al Cabrón de Pamplona. Y dejad aparte la razón de Hermano Figulo, que no viene aquí muy a propósito. EN ESTA MESMA ELEGÍA ETC. hasta el fin. ¿No os he rogado mil veces que abandonéis este oficio de crítico, pues non cuicumque datum est habere nasum? Porque así gocéis el fruto y las alabanzas de vuestra apología, como perdéis el tiempo desaproadamante, y con menos provecho que los que tratan la cuadratura del círculo. Y andáis siempre a la redonda, como mosca sin cabeza. Pero antes que responda a esto, que por no haber dado la causa F.D.H. confesáis no saber, decidme: ¿De cuántos queda etc. y de otros, es buen modo de hablar? Porque cuando yo estudiaba bien mal una poca Gramática, oía a mi maestro que esta última voz no podía responder a la primera, y debía ser porque estaba sorda. Antes dijera, si me diérades licencia: De cuántos la hacienda etc. Vengamos pues a la causa, que pudo tener F.d.H. para decir que cayó mucho el espíritu y el verso. Habiendo dicho G.L.:

De cuantos queda, y quedará perdida
la casa, la mujer, y la memoria;


¿no os parece que para todo este ayuntamiento de cosas grandes le sucedió una cosa muy pequeña, la hacienda despendida? Harto humilde conceto para la grandeza y valor del Duque de Alba, y no se pudiera hallar más conviniente consideración para un codicioso genovés. Notad bien esto: a la sublimidad y manificencia de estilo no ha de hacer impedimento la humildad y pequeñez de las diciones o vocablos, y deben responder las voces a las cosas. Por esto reprehende Longino, dotísimo maestro de Retórica, a Teopompo, que describiendo la expedición del Rey de Persia contra Egito, contó entre aquel aparato grandísimo y manífico, las vítimas, el ganado y aves que se llevaban para los sacrificios. Y por acabar esto, oí a Petronio Arbitro: Effugiendum est ab omni verborum, ut ita dicam, vilitate, et sumendae voces a plebe semotae, ut fiat, ODI PROFANUM VULGUS, ET ARCEO. Praetera cavendum est, ne sententiae emineant extra rationis modum expressae, sed intexto versibus colore niteant.

15.

Salva res est, philosophatur quoque iam, non mendax modo est.


¡Bendito sea Dios, que habláis una vez cosas de juicio sin él! ¿Siempre habéis de salir de la raya y cuando F.d.H. habla de órganos, vos respondéis de escopetas? Escribe el otro: Mas proprio es esto que dice G.L. para alabar una dama que un caballero, porque claros ojos, juventud, gracia y hermosura, es lo que se pide y desea en la mujer etc. Que mal que os pese es bien dicho y considerado. Y si no lo entendéis, no es ofensa suya, sino inorancia vuestra, porque aquí no llega vuestra calunia. Y vos salís a espaciaros en otro argumento, como si hubiera causa para ello. Demás que no dice F.d.H., que la hermosura y gracia corporal es lo que más se desea en la mujer, sino lo que pedimos y deseamos en ella. Y si no creéis esto, preguntadlo a cuantos cortesanos hay y a los que no lo son, que ellos os satisfarán la duda. Y el hombre alabado de hermosura, sin otra virtud alabada, no tiene alabanza justa. Virgilio:

Gratior et pulcro veniens in corpore virtus.


Aristóteles, en el primero de la Retórica, de tal manera hace propia la hermosura de las mujeres que la pone por la principal de las virtudes de la mujer, diciendo que la virtud de la mujer es la belleza, la honestidad, etc., pero de suerte que la virtud sea más estimada y de mayor precio que la hermosura. Marco Tulio: Cum autem pulcritudinis duo genera sint, quorum in altero venustas sit, un altero dignitas; venustatem muliebrem dicere debemus, dignitatem virilem. Ergo et a forma removeatur omnis viro non dignus ornatus. Mirad, pues, si fue mal acertado aquel apuntamiento en G.L. y decir que en D. Bernardino se habían de lamentar las esperanzas perdidas, y no alabar las partes de su hermosura, que esto aún no está bien a los poetas griegos y a los tocados de su enfermedad. Y que sea verdad que en los niños y mancebos se suele alabar la esperanza y no pueden alabarse los hechos, oíd a Servio, que dice en este lugar: IN TANTUM SPE TOLLET AVOS. Rhetorice spem laudat in puero, quia facta non invenit. Est autem Ciceronis in dialogo Fannio, causa difficilis laudare puerum; non enim res laudanda, sed spes est. Baste ya esto a vuestra oposición, en que os mostráis leído, teólogo, elocuente, y de más gentil caletre que otras veces. Buena vena debió correr, pues descubrió tantas riquezas de vuestro cerbelo.

Eugepae! Thalem talento non emam Milesium.
Nam ad sapientiam huius ille nimias nugator fuit.

16.


Ya os he dicho mil veces que deis al diablo vuestro juicio en estas cosas, porque no entendéis lo bueno de ellas ni conocéis lo malo. Y vos, como si fuésedes a perdonanza, os metéis en este piélago sin saber nadar aun con calabazas. Haceisme entrar en cólera sin causa, porque es conciencia parar en vuestras simplezas, y ponerse en disputa con vos y cansar el juicio en responder a vuestros desatinos es peor que trabajar para ser pobre. NO HACÍA SINO ETC. es modo vulgar de prosa y del hablar común, y ajeno de la elegancia poética. Mas ¿qué mucho que sea vulgar y humilde, si lo defendéis con decir que es muy usado? Mirad lo que en mejor propósito escribe San Agustín: Frustra quidam, qui a ratione vincuntur, consuetudinem nobis obijciunt, quasi consuetudo major sit veritate. MOSTRÓ CON ALGO ETC. Vos debistes nacer sin duda en las Asturias de Oviedo o en otra parte de España más inculta y hórrida, pues no os ofende las orejas la dureza de aquel modo. Y porque no dais razón en su defensa, dico che sete un pazzo, et però vi lascio da canto. En lo que tocáis de Don Alonso de Ercilla, dejando aparte la causa que halláis para que él diese la aprobación, que no me embarazo en eso y sea por lo que él quiso, ¿por vida vuestra no os parece que hizo bien F.d.H. en no acordarse de la Araucana? A vuestras últimas palabras respondo:

Non soles respicere te, cum dicas injuste alteri?


Porque no sé yo quién no conozca por sola vuestra apología la miseria y cortedad de vuestro ingenio y la malicia de vuestro ánimo y la frialdad y desgracia de vuestros donaires.

17.


Por excusar prolijidad os digo que está bien reprehendido G.L. en servirse de los versos de B. Tasso para consolar al Duque de Alba, teniendo más a la mano los de Fracastorio, que son mejores en todo. Porque non est vivere, sed valere, vita. Y pues F.d.H. desculpa tan bien a G.L., no os empachéis en los ejemplos de los élegos latinos, que no se condenan los versos tiernos y regalados, sino el error de la economía. Y así os dejo y a vuestros autores con este versito de Plauto:

Neque ego homines magis asinos unquam vidi.

18.


Bien os avenís en esta vuestra plaza de la murmuración, pues no os halláis fuera de ella. Mas por mi amor, Padre Prete, que no hagáis tanto del macrobuey en defensa de G.L., pues él no se quiso ocupar en eso todas las veces que se ofreció tratar de Virgilio. Decir que G.L. puso un cielo por otro, ¿es calunia? Si afirmáis que lo es, sois sobradamente malévolo; si lo negáis, demasiadamente falto de seso. ¿No es esto uso de todos los buenos escritores? ¿Las palabras de F.d.H. no son claras y ajenas de toda sospecha? ¿Pues por qué hacéis tanta fuerza en defender lo que no se vitupera? Pésame cierto y me avergüenzo que seáis tan pusilánimo y desagradecido, que veáis, como culebra, cosas tan pequeñas, y para otras que las viera una lechuza a medio día estéis ciego. Pero ya que porfiáis, inmenso es el cielo superior a todos los otros orbes. Y aunque cristalino es epíteto común a todos, es proprio del nono; y donde están los bienaventurados, inmovible, y es el cielo empíreo, no, como decís, impíreo, añadido de los teólogos. Mas ¿para qué me canso en responderos por lo que no tiene culpa F.d.H.?

19.


Ya que habéis hablado como un descosido, dejadme responder, si no queréis hacer como la justicia de este tiempo, que como ella ha hablado, no quiere otra respuesta sino que todos cierren la boca y abran la bolsa. F.d.H. no es tan simple que pueda culpar a G.L. porque escribió mundo por tierra, ni le parece tan mal el uso de aquella voz como vos dais a entender, y así dijo aquello por los autores latinos, no por los castellanos. Los buenos escritores antiguos, piensa él, que son por ecelencia Marco Tulio y Virgilio. Estos no pusieron mundo por tierra, ofreciéndoseles tantas veces. Ved pues esto: Orbem omnium peragrasse terrarum. Ager Campanus orbis terrae pulcerrimus. Así es mejor dejar el uso de esta voz con ellos que seguillo con Horacio y Propercio, si por ventura lo siguieron. Mas yo sospecho que se descuidó F.d.H. en decir que Horacio y Propercio lo ponían por la tierra, y no paró con atención en ello. Horacio:

Quicumque mundi terminus obstitit,
hunc tanget armis, visere gestiens,
quae parte debacchentur ignes,
qua nebulae, pluvijque rores.


Porque él antes afirmaré que lo dijo por toda la máquina. Y cuando no, persuádase V. R. que es mejor dejar de decir con Tulio y Virgilio que decir con Horacio y todos los demás. Propercio:

Tum mihi naturae libeat perdiscere mores,
quis Deus hanc mundi temperat arte domum.


Y poco después;

Sit ventura dies, mundi quae subruat arces.
Cogor et e tabula pictos ediscere mundos.


Que aun dudo que lo diga por las partes de la tierra.

Actia Iuleae pelagus monumenta Carinae,
nautarum votis non operosa via.
Huc mundi coiere manus. Stetit aequore moles pinea.


Mundi manus, por la máquina, o por ventura el poder de hombres y dioses de Augusto y Antonio.

Angulus hic mundi nunc me mea fata trahentem
accipit. Haec fesso vix mihi terra patet.


Pero estos puso por partes de toda la universidad que llama mundo. Aristóteles ya una vez llama cielo, ya otra llama mundo a la universidad corpórea de las cosas. Marco Tulio: Omne igitur caelum, sive mundus, sive quo aliquo vocabulo, gaudet etc. Y en otra parte: Est enim mundus, quasi communis Deorum, atque hominum domus, aut urbs utrorumque. Plinio: Mundum, et hoc, quod nomine alio caelum appellare libuit. Y porque veáis si los antiguos dijeron mundo por la tierra, volved a estos lugares de algunos poetas de la primera edad, en que comenzó la lengua romana. Enio: Mundus caeli vastus constitit silentio. Acio: Splendida mundi sidera. Lucrecio: Nec magni sidera mundi. Aeterni sidera mundi. Flammantia moenia mundi, por las estrellas y fuegos etéreos. Y con estos entre Tibulo: Opus magni mirabile mundi. Catulo: Concussitque micantia sidera mundus. Macrobio: Ipsum quoque caelum, quod vere mundus vocatur. Virgilio: Torquet qui sidera mundi. Per duodena regit mundi Sol aureus astra. Si esto no basta, V. R. busque otro que responda a sus libertades cortesanas. Y deje ahora la distinción mundana, bien ajena de este lugar, y dé gracias a Dios que lo hizo tan lindo y donoso.

20.


M. Varrón, que fue un hombre hecho así a lo grueso y poco menos sabio que V. R., bien que yo no sé lo que él se sabía, que no fue en mi tiempo, mas por haber leído mucho y vivido mucho, debió aprender algo; entre mil cosas que hay suyas acaso, aunque no tales como las vuestras, pero al fin buenas, dice de los que son de vuestra condición: Nam ut arquatis et veternosis quae lutea non sunt aeque ut lutea videntur; sic insanis sani et furiosi videntur esse insani. ¿Para qué os ponéis, pecador, en este embarazo de juzgar, que es el peor oficio del mundo, y a que más mal os dais, aunque lo uséis de balde? Si en cosas claras y que no piden mucha demostración, no fuera disparate y mengua de seso reparar, mostrara que la autoridad de Lucano no hace fuerza para la elegancia y propriedad latina. Pero es delito hablar con vos en estas cosas, de que estáis ayuno. SABED QUE ÉL QUE DIJO ETC. Esta declaración y el apuntamiento que hacéis en ella es de vuestra testa, que otro no cayera en lo que decís en cien años. Y sin duda que habla el diablo en hombre que sabe tanto. Mas porque no quedéis ufano con este misterio, no dijo F.d.H. por Quintiliano lo que vos soñáis, sino por L. G. Giraldo y M. A. Mureto. Y así no acertastes bien en decir que lo movía la vieja enemistad de sevillanos y cordobeses. Porque nunca, si no fue entre la canalla y hez del vulgo, hubo enemistad entre los naturales de estas dos ciudades tan grandes y generosas, pues cualquiera de ellas ha sido y es tal que puede honrar el mundo.

21.


Más apurado me tenéis vos con vuestra insolencia y desatinos que os puede tener F.d.H. con sus Anotaciones. Y así mirad el embarazo en que me habéis metido con esta negra censura, que si vos, que sois origen de haberme puesto a responder, no me quitáis de este trabajo, ganaréis poca honra. G.L. había dicho:

Yo enderezo, Señor, en fin mi paso
por donde vos sabéis.


Después veras. Sea no hablando con Boscán, sino al modo Latino, como, videas et flumina sicca, por modo potencial que dicen, que sinifica: véranse secos los ríos, y así verás, cualquiera podrá ver; o sea hablando con él y use de enálage, en nuestra lengua es término humilde. Y cuando no lo sea a vuestras orejas, ¿es negocio de mucha importancia reparar en una cosa tan liviana? ¿O es tan grande culpa de F.d.H. como vuestra tontería en ocupar una observación sobre ella, habiendo cosas de algo mayor consideración, si supiérades conocellas? Pero veis poco y sabéis más.

22.


Bona verba quaeso reverende frater, que F.d.H dijo: En esto sigue el vulgo de los Astrólogos, para dar a entender que no estaba sujeto a los influjos forzosamente, por evitar calunias de necios y escrúpulos de supersticiosos. Y vulgo de los Astrólogos llamó a la opinión vulgar y la comunidad de ellos, no tocando en esto a los hombres dotos que han escrito de esta ciencia. Cuanto más que Claudiano escribe de las Ninfas y Diosas:

Viderat herboso sacrum de vertice vulgus
Aetna parens florum.


Y así cesan vuestras filosofías bien vulgares. No puedo dejar de reírme que digáis al otro que ganara más en alabar a G.L., como si lo vituperara y no le hubiera dado mil veces maravillosas alabanzas. El terceto que loáis ciertamente es bueno y merecedor de toda estimación, pero no os empachéis en ser el mayor apasionado de Virgilio, porque se os parece poco y a él no importa mucho. Y pues queréis dar a entender que es mejor el terceto de G.L. que los dos versos de Virgilio, os quiero afirmar, no ostante que vos y yo sabemos poco para juzgar de cosas tan grandes, que valen más aquellos versos que toda la elegía de G.L., sin temer por esto alguna reprehensión de vuestros críticos.

23.


Alabado sea el nombre de Messer Paquín y Marfodio y toda la pedantería gramática, cuando puesta en armas por los misterios de aquella reverenda matrona, condena y vitupera los trabajos de hombres bien ocupados, pues ha sido causa que V. R. se haya empleado en este ejercicio. Demás de las cosas ya dichas por F.d.H. en la segunda égloga de G.L., hay contra ella otra razón bastante a mi parecer, que es la variación de los versos sin la de los estilos, como en las Tragedias. Lo cual no usaron los romanos, porque aborrecieron la mezcla de los versos. Y por eso no imitó Séneca en las suyas a los elegíacos de Eurípides, aunque en el Hino de la de Edipo mudó el género del ritmo y metro, y dijo: Effusam redimite comam etc., mezclando hexámetros en la tragedia. Así corrompió G.L. la simplicidad bucólica y sus precetos, y dio ejemplo con su autoridad a muchos, que lo siguen en España para usar de esta licencia con demasiado atrevimiento. Por aquellas y estas y otras semejantes causas dijo bien F.d.H. lo de Catulo de Quincia. Y por vuestra vida que no os arrojéis a creer que en esta égloga ecedió G.L. a las demás obras suyas, porque no lo quiero tan mal que sufra esa injuria que le hacéis. No pienso responder más, sino pediros que leáis otra vez y procuréis entender lo que despreciáis, que ello basta para satisfacer a otro más terco que vos.

24.


Tantas veces podéis tirar al blanco que, aunque mal ballestero, acertéis alguna en él. Pero, Monseñor, yo quiero declarar lo que describió brevemente F.d.H. Para hacer algún camino, los pastores no están en la ciudad, que si van a ella es para comprar que comer y vestir, y si hablan de ella, casi siempre es con admiración. Ved a Tito Calpurnio. Pero no residen ni hacen de ella camino, como Salicio. Y no vale alegar que es alegórico, porque como encubrió el nombre de él, pudiera el de la ciudad. Y si Virgilio la nombró dos veces en la égloga primera, la una vez es por admiración y la otra para vender el queso.

Quod surgente die mulsere horisque diurnis
nocte premunt. Quod iam tenebris et sole cadente;
sub lucem exportant calathis (adit oppida pastor)
acet parco sale contingunt hiemique reponunt.


Y en las églogas otava y novena es para traer de la ciudad a Dafnis y llevar los cabritos. Y con ningún lugar de estos se excusa G.L. de haber llevado a Salicio a la ciudad para aprestar su camino.

25.


Yo entiendo que así como será locura aprobar todas las cosas que escribió F.d.H. en estas Anotaciones, así parecerá malevolencia, por el odio que le tenéis, condenar las que son verdaderas y echar a perder las que son buenas y bien dichas. ¿Pero al linaje de los invidiosos quién podrá poner impedimento? No sabéis que el cangrejo, preguntado por qué andaba al través, respondía: Así andaban mis pasados. ¿Para qué culpáis lo que dice bien el otro, y dais tan frías razones? Yo os confieso por más enamorado que Orfeo, pero por menos músico. Contentaos, pues, con la dulzura y elegancia con que trata G.L. aquella caza, y dejad al otro que se descontente de la prolijidad de ella, porque bien ve que fue talante de traducir a Sannazaro, antes que necesidad del lugar. Y pues os cansáis con la prosa de F.d.H., responda Marcial por él:

Haec mala sunt, sed tu non meliora facis


No lo digo más ásperamente porque es mengua reparar mucho en vuestras descortesías y demasiada inorancia.

26.


SEÑOR AMIGO.

Quis tu est mulier, qui me insueto nuncupasti nomine?


Y porque no venga esto solo a recebir tan desusada amistad y cortesía, sale Plauto al camino y dice espantado;

Certe haec mulier aut insana aut ebria est, Messenio,
hominem quae ignotum compellet me tam familiariter.


Decid, Padre Prete, ¿por qué halagáis ahora con buenas palabras a quien procuráis ofender con malas obras? Andad en paz. No le deis causa que os responda en burla lo que Marcial a Carmenión. Prométoos de veras que son vuestras gracias más frías que las leyes de Platón y los silogismos de Crisipo a la cuenta de Luciano, a quien parecéis poco en los donaires. Mal que os pese, era mejor ver las palomas, que son aves de Venus y su mal era amor. Porque eso otro es más trágico y menos conviniente para égloga. Y no más de esto, que como no lo alcanzáis, os cansará.

27.


Vos habláis por cierto harto resolutamente y con bien poca vergüenza, y de tales como vos dice Plauto y aconseja:

Cum ea tu sermonem nec ioco nec serio
tibi habeas, nisi sis stultior stultissmo.


Y como Fidias pudo conocer, vista sola una uña, cuánta grandeza tenía todo el león, así pienso yo que quien viere esta vuestra apología solamente, podrá conocer bien vuestra desvergüenza y descomedimiento. Mas porque abreviemos: Trahit sua quemque voluptas, aunque es epicurismo, es proverbio, que cabe en todas gentes y en todos estados; pero Que así se halla etc., mayor que lo que conviene a pastores. Y Terencio da sentencias prudentísimas a los siervos muchas veces, mas son de las que por naturaleza mueven los ánimos y caen en cualquiera persona, como ne quid nimis. Mas aquellas son de los prudentes que no se hallan sino con consejo y razón, como la reprehendida, y vuestras calunias y necedades. Acuérdaseme en este lugar un cuento de Luciano que puede servir en muchas partes. Tolemeo hijo de Lago, habiendo traído a Egito dos cosas nuevas, un camello de Batria todo negro y un hombre de dos colores, que la mitad era todo negro y la otra mitad ecesivamente blanca, igualmente dividido por todo el cuerpo, juntando los egicios en el teatro, sacó entre otros muchos espetáculos, en lo último de ellos el camello y el hombre, y pensó que había de admirar a todos con la novedad de aquella vista. Pero ellos luego que vieron el camello, se espantaron de suerte que faltó poco para desamparar el teatro, aunque estaba todo aderezado de oro y púrpura. Mas viendo el hombre, los más de ellos se rieron e hicieron burla, y otros lo abominaban como un mostro. Por lo cual entendiendo Tolemeo no haber granjeado con ellos alguna alabanza y que la novedad no causaba alguna admiración en los egicios, pero que aprobaban y estimaban más que aquellas cosas lo que vían ordenado y compuesto y bien hecho, los sacó de allí, y no hizo del hombre el caso que antes. Quien dijere esto de vuestras anotaciones no andará ajeno de razón. A lo menos han causado ellas el mesmo efeto, porque unos se ríen y las tienen por parto de vuestra inorancia, y otros que son más modestos aborrecen cosas tan indinas de hombres honrados.

28.


Maravilloso hombre sois. Dice F.d.H. que es verso velocísimo:

Que te me irás, que corres más que el viento;


y tardo y cansado:

Moverme ya de mal ejercitada.


Y no entendiendo la causa por que lo dice, siendo alabanza de G. L. y no vituperio, creéis que es gana de decir mal. Esto es buena demostración de vuestro juicio y conocimiento

Omnes invenire similes tibi vis. Non mirum facis.
Est miserorum, ut malevolentes sint, atque invideant bonis.


Pues en verdad que no era esto negocio muy dificultoso a los hombres que son como vos, o (si esto no os ofende) como el que escribió el Tesoro de poesía, aunque algo oscuro y trabajoso a idiotas y torpes, como estos andaluces. El terceto que os parece conviniente alabanza para un pastor, porque a vuestra opinión puede ser manso, cuerdo, agradable, virtuoso etc., antes es dino de vos, que tenéis todas aquellas partes, y con un alto ingenio gran reposo, como se os ha parecido en estas observaciones. Pero por vida vuestra, ¿creéis vos, que Virgilio, o Teócrito dieran estas partes de loor a alguno de sus pastores, si se les ofreciera decir cosa semejante? Porque yo pienso que no aventuraran ellos tanto su crédito. Y en esto ninguno de los que no son vuestros críticos pone duda.

29.


Si atendiérades bien a lo que escribe F.D.H, excusárades la defensa de aquella descrición, porque él la alaba de suerte que no os pudo quedar lugar para más alabanza. Los dos versos merecen bien vuestro amparo, porque como indinos de G.L., se debía el cuidado de ellos a quien sabe lo que vos. ¡Pero qué gracioso sois! ¿Paréceos que por ser el lenguaje casto y elegante está bien dicho todo? Mas ¿qué elegancia halláis en ellos, si no sois como escarabajo, que al cabo se sienta en lo mas ruin? En esta mesma osservación, habiendo escrito F.d.H.: No sé yo, pues, si de esta suerte se sufre, aunque sea metonimia y se entiendan por Italia los italianos, si se junta bien Italia con gargantas. Decís vos, Catón Censorino, bien osadamente: Y ponéis en duda si pudo decir Italia, por italianos. Debíades soñar cuando tal os pasó por el pensamiento, pues no hay cosa más ordinaria entre los poetas. Estas son vuestras mesmas palabras, porque no me acuséis de falsedad. Ved, pues, si tenéis respeto en alguna guisa a la verdad, si no es solenísima mentira o desatino de vuestro entendimiento. Mas no tengo, por qué culparos si hacéis vuestro oficio. Ni F.d.H. duda ni alguno que sepa algo podrá dudar si se puede decir Italia por italianos, sino si es bien decir que Italia tuvo gargantas, no siendo otro Gerión. César deseaba que tuviese Roma una cerviz, pero no muchas cervices. Virgilio:

Steterant quae in corpore Graium.


Escribió como siempre bien y figuradamante, y no escribiera, diciendo en los cuerpos del griego. Esto es lo que o no entendistes o procurastes caluniar. En lo que le reprehendéis que estraga aquel verso:

A dar salud a un vivo y vida a un muerto,


diciendo bien modestamente: otro pusiera por ventura: dar salud a un enfermo, vida a un muerto. Sabed, porque no debe haber llegado a vuestra noticia este gran secreto de medicina, que no siempre el vivo tiene necesidad de salud, el enfermo sí. Mucho puede en vos la mala intención, y el aborrecimiento que tenéis a las cosas de la Andalucía, pues así os despeña en estos peligros, sin considerar lo que leéis, y lo que escribís. Pero gracias a Dios que no os sirve la invidia para más que descubrir vuestras buenas condiciones. Este es el premio que sacáis de vuestro trabajo, que es harto bueno para lo que habéis sudado en él, vos y vuestros amigos:

Haud doctis dictis certantes, sed maledictis.


Como si fuera cosa de más importancia.

30.


No es nuevo en los poetas sacar las Ninfas de los ríos y del mar a coger flores y hacer todas las cosas que decís. Pero es nuevo que salgan a labrar sus telas y les parezca más fresca la espesura del Tajo que la humidad de sus grutas. Ello es así, si no queréis vos, como los pleitos, que no se crea lo que se ve.

31.


Algunas veces es causa la brevedad de oscuridad en el sentido. El ejemplo está presente, porque cuando escribió F.d.H.: Porque los (cabellos) de las nereides, como dice Ovidio, son verdes, quiso mostrar en estas palabras lo que se podía seguir de ellas: que los cabellos de las náyades eran como los de las nereides, porque son hermanas y de una mesma naturaleza, y por belleza natural de ellas se les dan los cabellos verdes. ¿Paréceos bueno destajo y escurrir, y malo que diga F.d.H. ejercer, liquecer y los demás? Donoso sois. Pero bien podéis afirmar eso, pues sois tan doto y ejercitado en el vocabulario.

32.


No quisiera responder a esto de puro encogimiento que tengo. Mas porque la carta, que es, como dice F. Petrarca, putta safacciata y no puede colorear de vergüenza ni demudarse de miedo, tiene más licencia para decir lo que quiere que una habanera, respondo que sois milagroso censor de estas Anotaciones y defensor de G.L., pero es lástima que acertéis siempre con lo que él trató menos bien y lo sustentéis tan flacamente. Epitafio no es voz para verso, y así importa poco que la diga pastor o G.L., porque no tiene más derecho en la égloga el poeta para usar voces ajenas a aquel lugar, que el pastor que introduce. Epitafios se llaman las oraciones fúnebres, porque se dicen en los sepulcros y monumentos. Cuanto mejor dijo Horacio:

Et nostri memorem sepulcro
sculpe querelam.

33.


No fue mozo hablador el que amenazó a Temístocles sino Euribíades, capitán general de los lacones contra Jerjes. Mas vos, como bien leído en la Valeriana y en el Suplemento de la Historias, salís con estas novedades. Sin duda creo que queréis que os estimemos por un Condestable D. Bernardino o Gran Capitán o cualque Bernardo del Carpio, y que se diga de vos también:

Mirábalo dende Burgos
toda la gente espantada.


No alaba F.d.H. más a G. de Cetina que a d. Diego de Mendoza, aunque pudiera en muchas cosas. Los poetas españoles a quien d. Diego hace ventaja en lo que toca a fineza de poesía son tales, que vos, con ser lo que sois, no ganaréis mucha honra en ecedelles. Porque no es la ecelencia de ella, erudición, concetos y sales. Él tuvo ingenio y ciencia y pensamientos, y gracia a veces conviniente; pero peca más que ninguno en el concierto y decoro. Y vale menos lo que dice de la suerte que lo trata que lo que vos podéis alcanzar. Y si es verdad que por los escritos se pueden juzgar los escritores, él tuvo poca eleción, y menos cordura. Y no habrá quien sepa medir estas cosas que no lo confiese. Porque los buenos pensamientos se estragan con la mala lengua y peor número de versos, y con los que le siguen, menores que los primeros y humildes y disipados. ¿Qué coherencia halláis en sus coplas, que cada una va por sí desligada de la otra, como si fueran de partes diferentes? ¿Pensáis que vuestros conceticos agudos, buscados y traídos sin pureza y elegancia de lengua y sin economía, que son dinos de alguna estimación?

34.


¡Qué fácil sois en la censura, qué cruel e inexorable en perdonar los yerros de los hombres que saben! Platón veda el oficio de juez a quien precipitado no quiere oír, y Solón dijo que ninguna cosa era más ecelente en el juez que la paciencia. Bien entiendo que, según esto, no hacéis buen censor en esta apología. Pues diciendo F.d.H.: Culpan algunos aquel soneto, AMOR M' HA POSTO, por desnervado y sin fuerza y vida etc., vos, como cita por los sepulcros de sus padres, sin mirar lo que hacéis, salís exclamando: ¡Hombre que tal ha dicho merecía verdaderamente no llamarse hombre! De gran momento es por cierto la origen de tanta indinación, aunque el soneto no es el mejor de Petrarca, según queréis dar a entender. Mas ¿qué sería, si dijese yo que no es F.d.H. el que lo culpa, sino Jasón de Nores en la Poética de Horacio? Aveníos allá con él y dejad a quien no se puso en tal cuidado. Y perdonadme si pensare que no sois crítico, sino crético. Las voces que condenáis están aseguradas con otros que vos y no paran en vuestra reprehensión. Y menos en la veneranda antigüedad, pues él dijo venerada. Y en las más de aquellas partes no son epítetos baldíos, sino bien traídos.

35.


Quien alaba, Reverendo Prete, a Cornelio Galo (o sea Maximiano, según Jano Parrasio, aquel cuyas obras leemos), ¿qué puede saber de poesía? Porque si vos lo tenéis en buena opinión, no es posible que os agraden Catulo y Propercio.

Quin etiam virtus, fulvo pretiosior auro,
per quam praeclarum plus valet ingenium.


Yo aseguro que pensáis que son tales como los de Tibulo. Mas, como nos enseñan los jurisconsultos, lo que es notorio no tiene necesidad de probanza. En lo que escrebís de la sátira, no hay para qué responderos cosa de importancia, porque no la merecen vuestras razones ni es justo satisfacer a Meser Momo en lo que desvaría siempre. Basta lo que dice aquel hombre poco menos gracioso que vos y que lo procuraba tanto:

Mihi dolebit, non tibi, si quid ego stulte fecero.

36.


¿Parece a Su Reverencia que las puterías (perdónese esto en lugar propio) son gozos espirituales y de amor platónico? Porque vuestro Ovidio no es en sus epístolas el más honesto del mundo. Y en la fábula de Biblis, que traéis por ejemplo, dice ella:

Pro Venus, et tenera volucer cum matre Cupido,
gaudia guanta tuli! Quam me manifesta libido
contingit! Ut jacui totis resoluta medullis! etc.


Si esto juzgáis por honesto y casto, de otra manera lo entienden los oficiales de Cupido. Pero, como dijo aquel espartano al ruseñol: Voz eres y no otra cosa.

37.


Como si fuera negocio de mucha consideración, culpáis la imitación de aquel lugar, Huye la polvorosa palestra etc., por haber dicho F.d.H. que era de Marcial, sabiendo que la tradución de toda la oda era de Horacio; y os parece muy liviano averiguar a quién la escribió G.L., y de camino lo queréis hacer odioso a F. Sánchez. Pues a buena cuenta: por inorante que sois, tenéis harto más de ruin ánimo, y no es maravilla.

38.


Mesuradamente sois cortés y modesto, y querréis después, con ningún color en la cara, enseñar la cortesía y modestia a quien ha días que no la conoce. El disparate del soneto semejante a las Odas y Elegías no es más claro que la luz del medio día. Y pues sois cegajoso, no queráis darnos a entender que tenéis ojos de águila, siendo lechuza. Porque lo que dice F.d.H.: Sirve (el Soneto) en lugar de los epigramas y odas griegas y latinas, y responde a las elegías antiguas en algún modo, no es cuanto al género y número de versos, que eso no lo dijera un yangués ni lo entendiera otro que vos, sino cuanto al argumento. Y así en esto y en lo que toca a las figuras, se os responde:

O Lyde, es barbarus.
Quem ego sapere nimio censui plusquam Thalem,
is stultior es barbaro potitio,
qui tantus natu Deorum nescis nomina.


Aquesto es lo que en lengua latina hoc istud, si es un pronombre o dos, vedlo bien.

39.


Vos, que sois todo descortezado (dejadme jugar con vos de esta suerte) ¿estáis muy lozano con haber acertado, a vuestro parecer, con esta observación? ¿Tenéis ya más que desear, después de tantas necedades dichas tan confiadamente? Pues si F.d.H. quisiera dar la falta a la impresión, os dijera que se había de leer: Porque en el árbol los brazos son los ramos, los cabellos hojas, los miembros están cubiertos de corteza, los pies son raíces. Y no teníades que calunialle. Pero los miembros corteza, quiere decir: la cute o cobertura y velo de los miembros rodeados de corteza. Adriano Junio interpreta de esta manera: Membrum caro artus tegens, de donde membrana es la parte superior, que es la piel o tela en lengua castellana. Petrarca usó metafóricamente de scorza por miembros:

E quella dolce, leggiadretta scorza
che ricopria le pargolette membra.


L. Castelvetro pone estas palabras en aquella canción: Adunque le frondi cuoprono il ramo, et la scorza il veste, la vesta cuopre il corpo, la pele cuopre le membra. Quédese ahora sin otra respuesta la gracia y agudeza de vuestra Lógica, pues no merece más por vuestra virtud.

40.


De buena gana decís mal de todo, o falso o verdad que sea, sin mirar la pro o la afrenta que se os sigue de ello. La introdución de la elegía es mejor que lo que vos habéis leído y sabréis entender. Lo que os espanta del conceto común tratado con novedad es proprio vuestro. No me admiro que no lo entendáis, que no es pasto de vuestro entendimiento. Si conociérades algo de lo bueno que hay en Catulo, viérades la simpleza de sus pensamientos, comunes a todos; y hallárades en Tibulo y otros como él la verdad de lo que os parece sueño en F.d.H. Y si no sois capaz de esto, buscad algún gramático, que os lo enseñe, porque ya es cosa vieja entre los que saben.

41.


Tu, quantus quantus, nihil nisi sapientia es.

Y esto es claro de conocer, porque no solo refutáis todo lo que no os parece bien en estas Anotaciones, y mostráis lo poco que vale, pero trocáis lo que dice el otro y guisáislo a vuestro modo. Hacéis bien, y así os lo pague Dios, como lo merece vuestra intención. Escribe F.d.H.: Dos fueron las opiniones de los filósofos antiguos. Unos decían que el mar era como un lago en la tierra, que estaba cercado de ella y contenido en su seno, como si estuviesen las riberas tendidas y arrojadas en torno. Otros tenían, al contrario, que la tierra era toda isla, lo cual es más cierto. Vos, piadoso Prete, con aquella sencillez de vuestro ánimo decís: Por mostraros cosmógrafo notáis, que hubo dos opiniones entre los antiguos filósofos, de los cuales unos creyeron que el mar cercaba la tierra, otros que la tierra cercaba el mar, las cuales palabras son tan confusas, que ni vos las entendistes etc. ¿Puede cogerse alguno, decid, espíritu de la invidia, en más clara y manifiesta mentira? Pero vos, comenzando a perder la vergüenza, no acabáis, y sustentáis bien la persona que representáis hasta el fin. Lo que proseguís en esta materia, concedo que habéis dicho bien por cierto; bien, mas ¿para qué tan bien, no pidiéndolo la causa?

Quo audito Passienus Crispus dixit:
bene, mehercule, bene, sed quo tam bene

42.


¡Oh Meser Pasquino, loado seas tú, y qué obras salen del cerebro de tus devotos! Cierto que no pudiste temer tanto el frío del Tíber, cuando el buen Papa Adriano te quiso ver hecho rana, cuanto ahora el yelo de este discreto burgalés. Oíd ahora, dialético de Sahagún, ¿quién puede estorbar que no se use de una sinificación por otra figuradamente? ¿Romper un monte no lo dijo G.L.? ¿Pues por qué no podrá decir F.d.H. enternecer? Porque pensaban que no se podía quebrar, sino ablandarse con sangre de cabrón, escribió enternecer. Plinio: Hircino rumpitur sanguine. Y no habéis visto vos, que sabéis tanto, como mirabilia Romae, romper cosa alguna con sangre, pero sí se puede haber visto enternecer y ablandar con ella. Y lo que es duro se quiebra por la parte que tiene más tierna. Platón, según traduce, I. Serrano: Durum autem dicimus illud cui caro nostra cedit, molle quod canni. Y el diamante, aunque se deja labrar por su dureza, se quiebra, porque es frágil y por su intensa sequedad.

43.


Ahora Señor Tolemeo Auletes, ya que llegamos al fin de estas discretísimas observaciones, no os parezca tan gran disparate haber dicho F.d.H. que es cómoda habitación en la Equinocial, y en la mesma tórrida zona. Porque en toda la latitud de aquella lista, cuanto se abraza entre los trópicos, hay desiertos y arenales inhabitados, como se ve en África, en los cuales por la intensísima fuerza del Sol, que recuece el suelo y arenas, no hay habitación. Y muchas partes de las que se habitan en ella son calidísimas y demasiadamente destempladas, lo que no es en la Equinocial. Porque no puede haber contina templanza en la Tórrida, antes hay contino calor, que se remite poco tiempo de los rayos perpendiculares. Lo que él dijo: debajo la Equinocial y en la mesma tórrida zona es porque deteniéndose mucho el Sol en los Trópicos, la razón nos muestra que ha de haber mucho calor, y en la Equinocial, por la mucha variedad de las declinaciones que hace el Sol con velocidad grandísima, hay menos calor. Pues sabemos que muchas veces causa mayor efeto y es de más fuerza la demasiada tardanza y detenimiento que la direción y propincuidad. La isla de Santo Tomé, que está debajo el Ecuador, es habitada. La Trapobana, llena de inumerable multitud de gente, está en el mesmo Ecuador. Cerca de Quito, que es en la Tórrida, nieva, y así escribe F. López de Gómara, cuando Pedro de Alvarado fue a Quito año 1535: Pasaron también unas muy nevadas sierras, y maravilláronse del mucho nevar que hacía, tan debajo la Equinocial. Ved lo que dice Diego Fernández en la Historia del Perú, y Jerónimo Girava lo que trata de la Tórrida. Alego, Domine Prete, lo que refieren nuestros escritores españoles para que los entendáis. Porque según se percibe de vuestra erudición, no sois muy gran latino ahora. Y guardad vuestras agudezas a mejor suerte.

44.


Dii isti Iacopino, male faciant, homini nequissimo omnium, qui sunt, qui fuerunt, qui futuri sunt. ¿Qué tenéis que caluniar, padre de la inorancia? ¿Y qué tienen que ver en este lugar las opiniones de los astrólogos? Del tercer cielo dicen los que saben en esta facultad que provienen las influencias amorosas y blandas, y por eso es atribuido a Venus. Porque el lucero que está en él es de Venus, por aquella razón.

45.


Perdono vuestras inorancias porque las vais acabando, aunque con tanta frialdad. Ninguna necesidad tiene F.d.H. de vuestros enseñamientos que ha días que sabe esas cosas, pero pudiérades excusar la reprehensión, que es tan fuera de razón como las demás cosas de estas vuestras anotaciones. Porque Virgilio dijo, según la opinión de los estoicos, que atribuían todas las cosas al caso:

Nara quia nec fato, merita nec morte peribat.


MERITA NEC MORTE, Id est, quam non peccatum, sed furor e vita sustulerat. SED MISERA ANTE DIEM (id est praeter fatum) et sic fatum a natura manifeste distinguit. Et illa PRAETER NATURAM, PRAETERQUE FATUM accidere dicuntur Ciceroni, quae violenter, id est, casu contingunt. Por no cansarme en estas cosas, os remito a P. Manucio en las Epístolas familiares de Marco Tulio, que él os satisfará.

Ahora quiero decir libremente mi pecado. Yo creía cuando comencé a leer vuestra censura que érades cualque sátrapa o califa en este menester, y no sois aun obispo de anillo. Sin duda que a mi primera opinión vos parecíades un plusquam reverendo Prete, porque las alegaciones, los misterios, las novedades y las gracias y cortesanía con que tratáis estas cosas, olían al tinelo de aquellos devotos de las elegancias gramaticales; y ahora veo que no sois, cuando mucho, sino botiller o portero. Mas al fin vos habéis hecho una obra alabada del mundo y provechosa para los maldicientes que están ocupados en murmurar las obras ajenas. Y sin decir que érades de Burgos os conociéramos en la buena gracia y donaire y discreción, que tenéis. En pago de vuestra imprecación, conviniente por cierto a la virtud de vuestro ánimo, os doy por buen consejo que no os canséis de aquí adelante en cosas indinas a vuestra autoridad, porque no es razón que tan buenas letras, tanta nobleza de condición y tanta discreción y aviso se abatan a semejantes poquedades. Bien sé que no hay para qué aconsejaros esto, que sois tan prudente que, si fuere necesario, podéis dar consejo al mesmo Néstor, aunque esté con la taza en la mano. Mas pues os habéis holgado a costa de F.d.H., dejadme que en su nombre me huelgue en vuestra alabanza. Predicaba en los Santos de Maimona la Cuaresma un fraile dominico y no era bien oído de todos, aunque él atribuía a la poca devoción de la gente la falta de su ingenio y la desgracia de su predicación. Viéndose una vez desamparado de oyentes, dijo: En el día del juicio me levantaré y diré: Señor, yo prediqué vuestro Evangelio a los de los Santos y no se emendaron. Respondió entonces un clérigo: Dirán los de los Santos: Es verdad que lo predicastes, pero con la más mala gracia del mundo. No cuidaba yo, Reverendo Padre, que tan encarnizadamente os portárades con un andaluz, que os debía tan poco. Pero al fin no hay que fiar de blanduras y cortesías fingidas, pues vinieron a fenecer todas en asperezas y descomedimientos. En vos se confirma lo que se dijo de un hombre pequeño de cuerpo y de buenas calidades: que era buen escribano, buen músico, bien hablado y de buenas partes, pero que todo era ruin. Y así como a tal os dejo, y quiero hablar un poco en seso con quien me entienda. Dicen que era estatuto de los persas que examinaban los delitos como a la regla de Critolao, poniendo en otro peso las virtudes y cosas bien hechas. Y no condenaban a algún ciudadano si no pesaban más los males que hallaban en él que los bienes. Esto debía hacerse siempre en todas las cosas de nuestra república, porque de esta suerte no hubiera desigualdad en los premios, y la virtud tuviera el precio de su merecimiento, y el vicio y la inorancia el castigo de su culpa. Y verdaderamente que consideró en sí primero, y después en los demás bastantemente, cuán fáciles somos todos al error, quien dijo que no acertar es de cualquiera de todos los hombres. Porque está esta nuestra naturaleza tan cercada y ceñida de errores, que ni aun aquellos varones admirables ciertamente y sabios, cuya mente parece que está separada de estas cosas mortales y caducas, se hallan libres de aquella contagión. Porque así como la vida de los hombres no puede ser perpetua vigilia, tampoco puede ser su estudio y trabajo perpetua verdad y sabiduría, y que alguna vez no se descuide y aduerma el buen Homero. Siendo pues esto de esta guisa, no será gran maravilla que F.d.H., cuyo entendimiento es corto, haya errado algunas o muchas veces en aquellas Anotaciones. Pero sí será si no mereciere perdón de los hombres cuerdos y que saben los vicios y flaquezas de la naturaleza humana. Y pues no son sus faltas mayores que las de otros, no ha de ser poderosa la calunia o la fuerza de elocuencia, que tiene Prete Jacopín, para que él padezca más de lo justo. Porque si pudo decir Vatinio, siendo reo, habiendo orado contra el vehementísimamente Calvo: Rogo vos judices, num si iste disertus est, ego dammandus sum? ¿Por qué no podrá F.d.H. decir lo mesmo, y apelar de su inica sentencia a jueces desapasionados? Y no se admire alguno que yo haya traído mis razones contra Prete Jacopín, ni le parezca que quiero hacer en ello injuria a su nombre, a lo cual no me trajo voluntad, sino necesidad de la materia ofrecida, porque no es de mi condición detraer de su fama ni ofender otra alguna. Ni piense que tomé a mi cargo esta respuesta como si entendiera ser derecho mío conocer como árbitro de la sentencia de hombres dotos. Esto es muy ajeno de mi inclinación y costumbres. Antes se persuada que como amigo de saber y amador de la verdad, entré en esta contienda, sin atenerme a la parte que hacía en más que lo que tocaba a la razón. Las descortesías y libertades que ha dicho y escrito el Padre Prete, yo en nombre de F.d.H. perdono fácilmente, porque en todo lo que no tiene otra cosa que descomedimiento e injuria de este género sé que él quiere antes ser vencido que vencer, aunque sea con toda la alabanza que se puede usurpar en estas cosas.

Fin.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera