[fol. 19r] A CRISTÓBAL DE MESA
ELEGÍA V
Dices que
don Luis
está en la corte:
por cierto, él me parece un fértil
viejo
que ya navega
trastornando
el norte,
porque a trece olimpíadas de
añejo
mal hacen la razón las Pegaseas,
que miran su
arrugado
sobrecejo.
Dirás que vierte flores: no lo creas,
ni de prado fecundo
por hibierno
las esperes en márgenes hibleas.
Todo plátano brota cuando tierno,
no cuando la segur, por
descascado,
severa le amenaza sueño eterno.
Aquel volar del céfiro llevado
solo se espera
de águila reciente,
que es símbolo de espíritu elevado,
porque el ingenio necesariamente
debe constar de fuego y el que apoyas
o le tiene
gastado o deficiente.
Son
nuestras fantasías
unas Troyas
que de ígnea virtud siendo abrasadas,
sirven a la razón de claraboyas.
[fol. 19v.] Y
Platón
por
furores
confirmadas
en el Ión las
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da que el pensamiento
sube inflamado a pénsiles moradas.
Préciase de seráfico el acento,
nacer quiere cual fénix de ceniza
y luego dilatarse por el viento.
Que nunca en
lo sublime
hicieron
riza
impulsos agitados con tibieza,
que al fin todo lo grave se desliza,
porque la parte térrea se empereza,
y en lugar de subir, al centro baja
por no
degenerar
de su torpeza.
Tras esto, si un
decrépito
trabaja,
procede tan
pesado
en sus escritos
que a
máquinas de plomo
se aventaja.
Y con ponerse a riesgo de delitos
(porque lo son en
canas)
manifiesta
concetos
pocos,
versos infinitos,
y esos, de
suavidad
tan
indigesta
que con menos injurias el cierzo frío
empalidece prados y floresta.
Dirás que es
duro
parecer el mío
y digno que varón de letras buenas
le cuente por ceguera o desvarío,
[fol. 20r.] pero
responderete,
si condenas,
con aquella tan culta y elegante
epístola de
Flaco
a su mecenas,
donde tan solamente por delante
le pone la
vejez,
causa eficiente
de estar en las Piérides vacante.
Pues en verdad, si
Lilio
no miente,
que nunca llegó a ver la edad sesenta,
por ser tres años antes su occidente,
y de la misma suerte lo lamenta
que si tuviera lustros de Sibila,
o por los menos fuera de noventa.
Que aquello que nos da la edad tranquila
es lo que amplía más nuestras acciones,
pero la
anciana
todo lo aniquila,
todo lo pone al fin en condiciones,
que es macedón falange, y desvanece
los hasta allí durables escuadrones.
¿Y que el ingenio humano que
encanece
jamás se persuada a ser Darío,
con ver su juego olímpico a las trece?
¡Oh pensiones de nuestro desvarío,
cómo venís a ser fiebres mortales,
que se resisten menos con el frío!
[fol. 20v.] Por cierto, poco os lucen las fatales
llamas que os puso el hijo de Japeto,
a pesar de los rayos joviales,
por más que a pasto de águila sujeto,
y a duración de Cáucaso ligado
le tenga de los dioses el decreto.
Que, como ves, el hombre fue criado,
según la idolatría, de este lodo
y de aquel fuego a Júpiter robado,
y así la prontitud del ostrogodo
de aquí tomó principio, como el sera
diverso en vida, en talle, en traje, en modo.
Porque cual fuere el ángulo de esfera,
será la inclinación; jamás del frío
salió costumbre menos que de fiera.
El masageta bárbaro en el brío
y el cita bebedor de sangre humana,
¿quién negará que son de clima umbrío?
¿O quién a la región de nieve cana,
que Euxina se llamó por ironía,
no la
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celebrará por inhumana?
Yo siempre aquella murmuré de impía
nación que tiene por cénit el polo
y por brújula ve la luz del día;
[fol. 21r.] donde la crueldad y el rapto solo
hallan cabida, siendo venerados
más que en la Jonia tu melliza, Apolo.
La que en el Tauris hizo degollados
por manos de la argólica Ifigenia
mil huéspedes al agua encomendados,
a quien ni la fecundia más cilenia,
ni el más dédalo ardid valió, que el rito
era cual basilisco de la Armenia.
Y así lo que alcanzaba su distrito
todo lo embraveció sanguinolento,
juzgando la extrañeza por delito.
Por eso
tú,
del agua ni del viento
al mal hospedador Ponto arrojado,
esperas sacrificio tan crüento;
que recibido de mejor sagrado
ejercitas la
corte
de Filipo
y un
ocio
a mil repúblicos negado,
de quien agora me arrebata un hipo,
tan vestido de afecto, que confieso
que anhelo sobre el cierzo, cual Menipo.
Allá dirijo todo mi progreso,
pero como mi madre nordestea,
calma las esperanzas el suceso,
[fol. 21v.] no permite,
Cristóbal,
que te vea,
quizá por las pasadas travesuras
de quien a todos tiempos forma idea.
Que, como sabes bien, las angosturas
de una
vida privada
desconvienen
en todo con Madrid y sus anchuras.
Allá se van los bienes, acá vienen,
y al fin los juveniles desatinos
antes que se conciban, se previenen.
Los ratos que me sobran son continos;
allá con la cantora o ramerilla,
no llegarán a ser sietemesinos.
Últimamente, al uso de Castilla
regulo mis acciones, que otra cosa
causara en esta tierra maravilla.
Y tú, si no hay ocupación forzosa,
ea, pregunta, inquiere y escudriña
cuándo viene el rector de
Villahermosa,
que si tanta ventura se me aliña,
allá me verás presto en
San Felipe,
por más que nuestra vieja llore o riña,
y adiós gran
consejero de Aganipe.