Información sobre el texto
Título del texto editado:
Fragmento de
Obras de Garci Lasso de la Vega
(Anotaciones de Herrera) (III)
Autor del texto editado:
Herrera, Fernando de 1534-1597
Título de la obra:
Obras de Garci Lasso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera
Autor de la obra:
Vega, Garcilaso de la 1501-1536
Edición:
Sevilla:
Imprenta de Alonso de la Barrera,
1580
Relación de los textos preliminares que se encuentran en esta obra:
* "Licencia," Juan Gallo de Andrada en Madrid, 5 de septiembre de 1579.
* "Aprobación," Alonso de Ercilla.
* "Ilustrísimo y Excelentísimo Señor" (dedicatoria a D. Antonio de Guzmán, Marqués de Ayamonte), Fernando de Herrera.
* "Al Ilustrísimo Señor don Francisco de Guzmán, Marqués de Ayamonte," Fernando de Herrera.
* "Primera fe de erratas," sin firmar.
* "Segunda fe de erratas," sin firmar.
* "El Maestro Francisco de Medina a los letores," Francisco de Medina.
* "Vida de Garci Laso de la Vega," Fernando de Herrera.
Transcripción realizada sobre sobre las
Anotaciones a la poesía de Garcilaso,
de Fernando de Herrera, edición de Inoria Pepe y José María Reyes, Cátedra.
Otra edición: facsímil digitalizado de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Disponible en
(texto completo)Encoding: Ioannis Mylonás Ojeda
Transcriptor: Laura Hernández Lorenzo
Editor: Juan Montero Delgado
Sevilla, 01 Agosto 2022
Pero no puedo contenerme tanto que no diga lo que ha mucho que trayo en el ánimo y deseo publicar.
Por nuestra
inorancia
habemos estrechado los
términos
extendidos de nuestra lengua, de suerte que ninguna es más corta y menesterosa que ella, siendo la más abundante y rica de todas las que viven ahora. Porque la
rudeza
y poco entendimiento de muchos la han reducido a extrema
pobreza,
excusando por delicado gusto (siendo muy ajenos del buen conocimiento), las diciones
puras,
proprias y elegantes; una vez por ser usadas y comunes, otra por no incurrir en la ambigüedad de la sinificación, dándole sentido torpe contra todo el uso de las demás lenguas. ¿Por qué causa no deben ser admitidas estas voces
natura, ayuda,
siendo bien formadas y analógicas y sinificantes, y otras infinitas de esta suerte? ¿Quién es tan bárbaro y rústico de ingenio que huya del trato de esta dición
lindo,
que ninguna es más linda, más bella, más pura, más suave, más dulce y tierna y bien compuesta, y ninguna lengua hay que pueda alabarse de otra palabra mejor que ella? ¿Por ventura es mejor el uso de las
extranjeras?
¿Es justo que perdamos nuestra lengua propria y abracemos la extraña? Los
italianos,
hombres de juicio y
erudición
y amigos de ilustrar su lengua, ningún vocablo dejan de admitir, sino los torpes y rústicos; mas nosotros olvidamos los nuestros nacidos en la ciudad, en la corte, en las casas de los hombres sabios, por parecer solamente religiosos en el lenguaje, y padecemos pobreza en tanta riqueza y abundancia. Permitido es que el escritor se valga de la dición peregrina cuando no la tiene propria y natural, o cuando es de mayor sinificación. Y
Aristóteles
alaba en la
Poética
y en la
Retórica
el uso de las voces extrañas, porque dan más gracia a la
compostura
y la hacen más
deleitosa
y más retirada del hablar ordinario. Pero nosotros, sólo por huir el nombre de inorantes, publicamos la inorancia de la prudencia y el poco juicio nuestro, desechando las que son en nuestra lengua
puras,
hermosas y eficaces, y sirviéndonos de las ajenas
impropias
y de sinificación menos vehemente. Si esto es enriquecer la lengua y adornalla con las joyas peregrinas, júzguenlo los que saben y tienen verdadero conocimiento de estas cosas, que yo no pienso que habrá quien tal diga de los hombres que entienden alguna cosa. Mas desengáñese quien hubiere alcanzado solamente el aparato y exornación de la lengua y hubiere puesto su cuidado en la limpieza y
elegancia
de ella, que no por eso habrá sido su trabajo de algún efeto si no ha acompañado con él la diligencia que se debe poner en tratar las cosas. Porque no hay cosa más importuna y molesta que el sonido y juntura de palabras cultas y numerosas, sin que resplandezca en ellas algún pensamiento
grave
o agudo o alguna lumbre de
erudición.
Y así dice el prudente
Quintiliano
en el
Libro 8
que el cuidado
ha
de ser en las
palabras
y la solicitud de las cosas, porque muchas veces se traban con ellas diciones escogidas y se dejan ver con su mesmo
resplandor.
GRUPO PASO (HUM-241)
FFI2014-54367-C2-1-R
FFI2014-54367-C2-2-R
2018M Luisa Díez, Paloma Centenera