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Título del texto editado:
Torre del Templo Panegírico de don Fernando de la Torre Farfán. Escudo segundo
Autor del texto editado:
Torre Farfán, Fernando de la (1609-1677)
Título de la obra:
Torre del Templo Panegírico de D. Fernando de la Torre Farfán
Autor de la obra:
Torre Farfán, Fernando de la (1609-1677)
Edición:
Sanlúcar de Barrameda: s. e., 1663


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Defiéndese la inmunidad del Templo.

Escudo segundo


Audacia ha habido tan ciega que a tiento se atrevió a profanar el Templo Panegírico; ya que no se defendiera con la majestad de la obra, debiera respetarse por la soberanía del nombre. Empero quien viere el semblante del autor de la mancha, disimulará la mala cara del delito: las mojarrillas, siendo tan feas, disculpan el horror del rostro con lo ridículo de las acciones; hay pollo que presume encaramarse en las acciones de gallo, mas debe reírse quien ve que no vuela sobre la facultad de pollo. Ya 1 le vimos de molde piando por coger las migajas de la impía mesta de Calvino ¿Qué mucho el hallarlo en lo que es peor que sátira, escupiendo las efigies de un Templo?

No se ignora que ambos delitos los vendió a corto precio. La moderada porción de pocos maravedises le alejó la consideración de ambos miedos: imperó el hambre mísera sobre el temor valiente; valiose del adagio, no por noticia, sino por instinto: 2 el asno hambriento no teme el palo. Hay quien anteponga las complacencias del vientre necesitado a las ignominias del semblante enrojecido. Sacó lo descubierto en un Festín, bien que la torpeza de las mudanzas necesitaba de mascarilla; empero en un rostro ignorante en todo e ignorado de todos sobran los artificios de los disfraces. El suelo de la cima se oculta en su propia obscuridad. Por arrimarse a una sinrazón, aunque eclesiástica, se adornó de lo campanudo de Torre: erró primero la elegancia del traje y después la alteza del apellido. Exageraba un cerdo que había semejante a la de Sevilla una torre en Marruecos; replicó otro, considerado, que les atendiese a las situaciones: una apoyando las infidelidades de África y otra coronando la religión de Andalucía; esta guarnecida de sus escudos sacros, envilecida aquella con sus troneras profanas; una se arrima al desprecio por sacrílega, otra se erige la estimación como católica. Tanto va del punto de barbarizar zancarrones a la distancia de construir templos.

Disculpara la torpeza de su necedad con que lo hizo reo el interés, sin considerar que lo anticipaba al suplicio, eso que presumió que lo prefería a la comodidad. Pagole un cauteloso lo ignorante por que se permitiese primero en delincuente. Quiso aquel valerse de la cautela del arriero que remedió la contingencia de la fatalidad con el daño de uno de sus borricos. Hallose Alejandro 3 estando de superior motivo obligado a la muerte de lo que ocurriese primero a la entrada de una ciudad. Fue, inmediato al voto, la contingencia de un hombre que sacaba del pueblo una recua de pollinos. Mandó el monarca ejecutar en el triste la promesa devota. Dudó el paciente la causa de su calamidad. Enterose de que se cumplía con un oráculo sacrificando su inocencia por primera en ocurrir: “Entonces, delante si es esto”, replicó el borriquero, “el asno que va antecedente a mí es el comprehendido”. Hasta aquí parece que llegó la intención de los que anticiparon la simpleza de este jumento; tanta ignorancia pagada echaron por delante para incurrir en aquella profanidad simple. Aún a más énfasis se pudiera haber alargado el precio de esta bestialidad: mereciera alcanzar a ser paga del delito y reprehensión de lo mal obrado. Cicerón, 4 defendiendo a Arquías, alabó en Sila, que condenó en corto precio los versillos de un mal poeta, que se lo atrevieron con zalama enjuagada en lisonja; había herido el edito de que no hiciese otra vez a su pluma cómplice en la maldad de su entendimiento. A esto también se dice que aludió la papa de cierto embajador extranjero que le murmuró más impiedades a nuestra religión, parecidas a otras antecedentes (herejía más a menos). 5 Todo lo volvió a nuestra memoria el Roterodamo (autor dañado, hasta contra escritos de tan mal olor): a ese precio, dijo, que se le había comprado el silencio a aquella musa desentonada; con tal coste, rescató el gusto de aquel ángel de los oídos. Hay quien, por redimirse de las manos del mal barbero, paga doblado el martirio de su navaja. Empero lo que parece agradecimiento de la mala obra es liberalidad para la conveniencia: suele pagarse más el alejar un daño que al acercar un gusto. No es tan preciso el anticipar lo feliz, cuanto arredrar lo molesto.

Mordieron, pues, muchos dientes aquel libro, bien que tantas rabias procedieron de una sola sequedad; lo que otros gustaron por comida, estos buscaron como zarazas. Aunque se multiplicaron las mordeduras, señalaron las instancias de un solo mordedor; lo ineficaz del veneno descubrió la especie de la sabandija; la cólera de las picadas, aunque señalaron una cuya bajeza no se levanta del suelo, descubrieron otra que solapaba el tósigo entre las flores de una religión. ¡Oh lástima, que silencios gloriosos disimulen víboras mordaces! La América se inficiona con la malicia de un áspid que, aunque mudo, lo descubre un cascabel que tiene en la cabeza. Raras propiedades malquistan la naturaleza de algunos avechuchos criollos. Débame que no agravie la gravedad de un instituto con lo desconocido de su nombre (declínese por donde se declinare) que yo deseo escudarme de ese solecismo. ¡Cruel suerte la de aquel que persuadió a que se hablase tan mal, viviendo entre tantos que enseñan a callar tan bien! Asistiendo Agesilao, 6 rey de Lacedemonia, a uno de sus sacrificios, le picó un animalillo de aquellos que excrementa la fragilidad de nuestra naturaleza. Sacolo a la publicidad, sin enrojecerse, y castigándolo en el cadalso de la una dijo a las atenciones que quizá la extrañaban: “Al traidor, aunque sea sobre el ara”. No obstante, deseo proceder menos vengativo que ocasionado, que si pican semejantes sabandijas, propensiones son de nuestras humanidades.

Culpose sin autoridad toda aquella fábrica; íntimo se lee la maldad, empero no se supo comprobar el delito; querella que no se socorre de probanza, antes que delatación, parece calumnia. Con todo, no se disculpa si ella no supiere disculparse. Muchas atenciones menos ciegas han visto la causa y ninguna ha hallado letras en el proceso. Solo la ignorancia ha querido hacer papel sin saber escribir. Deseo toda lección para juez deste pleito: recíbaselo el dicho a cualquiera de mil y quinientos testigos que se ofrecen a la información, tantos cuerpos se presentan para la probanza. No hay voces tan claras como las que pronuncia la prensa, sus palabras desinteresadas se dejan decir todo cuanto saben; responden la verdad sin tormento a la pregunta de cualquiera vuelta. 7 Confieso que hay labores que las evita el estudio porque no las soborna la utilidad. La curiosidad, empero, se ciñe tal vez la toga de Aristipo; 8 este no se hurtaba a los frutos de la especulación para aprovecharse de las flores de la materialidad. Con todo, algún ocio lo arrancaría de filósofo por trasplantarlo en hombre. Pídesele, pues, al que menos horas pierde ganándose en mejor lección, que se desperdicie algún tanto para este de otros superiores estudios. Llámele la curiosidad a lo que no llevaría el interés: respétese por juez en causa ajena, aunque no se lo merezca el beneficio propio. Muchas veces llama la razón hacia donde no vive la conveniencia y se halla imperiada la justicia en lo que siempre se excusaría de pedir la comodidad.





1. Escribió con muchas impiedades, la entrada del embajador de Inglaterra, más atento a la codicia que a la religión.
2.  Asinus esuriens fustem negligit. In eos congruit qui ventris complendi ve gratia quamuis contumelia perferunt. Erasm. in Adag. Ex Aut.
3.  Cum Alexander Macedonum rex sorte monitus ut eum qui sibi porta egresso primus occurrisset interfici iuberet; asinarium sorte ante omnes obviam factum abripi imperavit, eoque quarente quidnam se immerentem capital supplicio innocentemque addiceret, cum ad excusandum factum suum oraculi praeceptum rettulisset, Asinarius: Si ita est rex, alium sors huic morti destinavit: nam asellus, quem ego ante me agebam, prior tibi occurrit.
4.  Quem nos in concione vidimus, cum ei libellum malus poeta de populo subjeciffet, quod epigrama in eum feciffet tantum modo alternis versibus longiusculis, statim ex iis rebus, quas tunc vendebat, jubere ei praemium tribui sub ea conditione, ne quid postea scriberet. Cic. Bo. Arch.
5. Existimaba tille etiam mali poetae operam aliquo dignam praemio. Simul autem et silentiu redemit ab eo qui scribere nesciret: quemad modu facetus quidam apud nos si quando incidisset in malum tonsorem, dabat duplum pretium hac lege, ne rediret. Eras. Apoph. Tb. 6.
6.  Asistens aliquando Chalciaci, ara ad rem divinam cum momordi ibet eum pediculus, non ennbuit verum captum palam, inspectantibo omnibus occidi adderus ego Hercle insiatorem vel ipsa in ara.
7.  Est curiositas perscrutandi ea quae scire que nulla est utilitas. D. Angel. Tb. D. Simil.
8.  Quum quida obriceret Aristippus ac diceret: propter te ager perit. An inquit melius est propter me agrum perire? Ant. In Melis. Serm. 4 per. 2.

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera