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Título del texto editado:
Carta de un amigo de don Luis de Góngora en que da su parecer acerca de las “Soledades” que le había remitido para que las viese
Autor del texto editado:
Anónimo
Título de la obra:
Poesias de Alâo
Autor de la obra:
VV. AA.
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Carta de un amigo de don Luis de Góngora en que da su parecer acerca de las “Soledades” que le había remitido para que las viese.


Para que entienda vuestra merced le he servido pasando los ojos como me mandó por esta Soledad con todo cuidado y afición, quise de propósito (no proponerle, pues no son propiamente objeciones) apuntar algunos escrúpulos que inter legendum, o ya por no entenderlos o ya por razonablemente dudarlos, he reparado. Y es porque no arguya vuestra merced que dejar de hacerlo era indicio en mí de ignorarlo.

Primeramente, en la cuestión [que] acerca del nombre que este poema merece se comenzó a ventilar la otra mañana, no quedé muy satisfecho; y para mi entender será menester suponer algunas condiciones, que el Filósofo en sus Poéticas enseña necesarias a la épica y heroica. Es, pues, la 1ª que sea una imitación común en la cual ya el poeta ya la persona ajena que introduce hablen a veces, tal el poeta latino comienza su Eneida:

Arma uirumque cano,


en el 2º libro introduce a Eneas, que describe la destrucción de Troya:

Infandum, Regina, iubes,


y la reina de Cartago en el 4º libro:

Anna soror, quae me suspensam insomnia terrent.


No hay en esta que calumniar la Soledad, pues, después de la dedicatoria, así vuestra merced gallardamente se introduce:

Era del año la estación florida,


y adelante el pastor guía del peregrino es la ajena:

Aquellas que los árboles apenas
dejan ser torres hoy,


y el viejo serrano en su discurso:

¿Cuál tigre, la más fiera…?


Sea la segunda condición que la heroica imita solo en el lenguaje, a diferencia de los poemas activos, en que juntos con el lenguaje tienen su lugar la música y la danza; contra esta se puede argüir procedió vuestra merced en su poema, en el cual los pastores danzan y bailan a los novios, siendo ajeno de la dignidad épica. Y aunque se puede responder que es permitido por modo enarrativo, como al final del libro 1 de la Eneida observamos que el músico Iopas cantó a los amantes mientras se brindaban, no satisface, pues allí el poeta solo dice cantó el músico, no empero trae la canción en coros, por ser acción perteneciente a la cómica.

La 3ª condición es que se guarde una mesma forma de metro en la épica, según ya hicieron los heroicos griegos, latinos y vulgares, y no reparo tanto en esta por ser según el Filósofo condición accidental, la cual podía vuesa merced con su autoridad dejar de seguir, y sea la última condición en la cual se deba esencial y necesariamente guardar en cuanto a la persona imitada; la cual, como vuesa merced en esto y lo demás perteneciente al arte mejor sabe, ha de ser un varón o heroico príncipe digno por sus hazañas y virtudes de ser imitado y querido. Tal describe Homero un valeroso Aquiles; Virgilio , un piadoso Eneas; Lucano, un César invencible; de lo cual infiero no convenir a la Soledad nombre de heroica, por haber sido el intento principal de vuesa merced describirnos la vida pastoral de suerte que el peregrino y su viaje es un camino o medio que vuesa merced elige para alcanzar el principal fin, que fue imitar, en la 1ª Soledad, [la] del ganadero, la del pescador en la 2ª, y así las demás. Bien entiendo está la respuesta cerca diciendo que los rotos y mojados paños del peregrino joven visten un noble y valeroso príncipe, que en progreso de la obra se dará a conocer. A lo cual respondo que no basta para baptizarse con tal nombre, pues vemos que también la trágica imita héroes, así que el énfasis no [está] en esto, mas en seguir por asunto principal las alabanzas, hechos y valor de un príncipe, y adornallo de virtudes morales para aficionar los ánimos. Resta, pues, demos nombre a la Soledad, ya que la excluimos de la épica, y según a mi ver ninguno otro le cuadra como el de bucólica, égloga o pastoral, por la razón arriba dicha de lo imitado. Verdad es que siendo especies comprendidas debajo de los géneros de poética, las hablemos de reducir a uno de ellos. Para lo cual se supone que siendo la bucólica poema extravagante tal vez se reduce a la activa, como la primer égloga de Virgilio:

Tityre, tu patulae,


y en la tercera:

Dic mihi, Damoeta.


Tal reduce a la enarrativa, donde solo el poeta canta como la cuarta del mesmo varón:

Sicelides Musae, paulo maiora canamus,


y tal a la común, cual la segunda, en que se introduce el poeta que cuenta los amores de Coridón [y] Alexis:

Formosum pastor Coridon,


y el mismo Coridón después que habla:

O crudelis Alexis.


Este mismo estilo común sigue vuesa merced, como digo, en la primera condición, por la cual la dicha Soledad debe reducirse al poema común y épico, no, empero, llamarse con el nombre de su género, mas de égloga o bucólica, pues aquel debe ser una imitación de personas graves.

Descendamos, pues, a lo particular. Paréceme se podría reparar en algunas locuciones (a no usarlas vuesa merced) más festivas y agudas de lo que parece convenía a la majestuosa y grave de esta obra: tales son algunos juegos de dicciones cual este de la fénix:

Arco alado del cielo
no corvo, mas tendido,


y más del Marcial, aquel de la aroma:

clavo no, espuela sí del apetito,
que cuanto en conocello tardó Roma
fue templado Catón, casta Lucrecia,


y de lo satírico más aquello del corzo:

y con razón, que el tálamo desdeña
la sombra aun de lisonja tan pequeña.


Elegantes, por cierto, en su género, mas parece es confundir los estilos, a cuyo propósito me acuerdo de un precepto de Horacio en su Arte poética:

Versibus exponi tragicis res comica non uult


y luego:

singula quaeque locum teneant sortita decenter.


Del mismo modo se podrían notar algunos símiles y translaciones, como llamar bisagras al estrecho del mar, y aquella de la coya peruana de la segunda Soledad, reprendidas de Quintiliano, si menos al poeta que al orador, que se atreve al decir de Horacio, padre del arte, que llama capitis nubes a las canas, y en otro verso que dice:

Iuppiter hibernas, cana niue conspuit Alpes


Dejo el interpuesto orden de decir, en griego onomatopeya, introducido por vuesa merced en nuestro vulgar, y solo hasta aquí permitido al latino y griego, pues al fin su intento de vuesa merced ha sido perfeccionar nuestra habla, a quien como en otras muchas cosas debe estar agradecida, y rendir el lauro de nuevo conquistador, pues pasando el limitado término del decir ha puesto el plus ultra mucho más adelante que nuestros poetas españoles. Dejo también la obscuridad de estilo, por ser a lo que yo entiendo en alguna manera esencial al poema grave. Verdad sea que Scalígero en su Poetica quiere sea de los efectos a todo poema común la perspicuidad, y Horacio, Ad Pisonem, amonestando al prudente poeta la enmienda de los versos viciosos, dice:

Parum claris lucem dare coget.


Mas, con todo, me parece no convenir al poema ni ser tan obscuro que sea necesario adivinarlo, ni tan transparente que se haga a todos vulgar. Yo confieso que tengo necesidad de dar muchas vueltas a algunos períodos de la Soledad, pero ¿qué poeta de importancia no necesitó de comento? Dejo asimismo la introducción de dicciones extranjeras y peregrinas, pues cuando no queramos admitir cortedad en nuestra habla, es precepto del Poeta, y lugar alegado:

Et noua fictaque nuper habebunt uerba
si graeco fonte cadant parce detorta.


Allí, en parce detorta (dejadas otras interpretaciones), parece no admitir la mucha frecuencia; y si vuesa merced no raras veces las usa, puede como rey del arte introducir nuevas leyes.

Parece disuena algo al oído el poco rebozo de aquel epíteto:

del pie ligero bipartida seña.


Dejo al fin, por no cansar a vuesa merced, de replicar en este lugar algo que en razón de escolios a este propósito tengo visto, por entender son infinitos los que en toda Europa, con aventajados méritos, hayan doctamente elegido trabajo tan honroso, y así suplico a vuesa merced me perdone si anduve atrevido, que el deseo de servirle y pasión que casi desde la cuna tuve a sus obras me obligaron a dedicarle estos borrones, cuyas manos, &c.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera