Noches claras
[Fragmento]
«En ninguna otra cosa estudian hoy los cultos presuntuosos, más que las aves de Juno»
[1]
Elaso
Es tanto al contrario esto en este tiempo que parece en ninguna otra cosa estudian hoy los
cultos
presuntuosos más que las aves de Juno, de que llevan de la mano a la fortuna en esto que es saber. Y es esta enfermedad más natural de
nuestra
España que de otra nación alguna, siendo así que con este estudio tan cansado no se mejoran cosa alguna de aquellos que en los tiempos pasados les parece que hablaban rústicamente y no al modo que ahora se usa, como ellos dicen. Pues, ¿cuál es el de los
presentes
que se iguale a Torquato
Tasso
o a Luís de Camões y Garcilaso? Que sin mendigar vocablos hinchados, con aquellos antiguos y
naturales
son tersos, castos, elegantes y heroicos, no dejando por antiguos de vencer en todo a los modernos. De tal suerte que con esta fama serán eternos, si ya la de los tres no escurece el nuevo Apolo Lusitano, que del Aquiles de los Macabeos, en numerosa trompa y clarín sonoro, dando nueva vida a sus hazañas, dará perpetua envidia a las mismas musas. Pues escribiendo como otro Homero, ni tiene que imitar en lo pasado, ni podrá ser imitado en lo futuro, que puede ser tanto ingenio poderoso en ambos vencimientos.
[2]
Lusitano
Por vida vuestra, que no demos lugar a las alabanzas que merece, pues será imposible el saber de ellas y proceder en infinito querer saberlo. Y así, continuando lo comenzado,
digo
que no puede haber mayor desatino, ni principio más acomodado para mil
impropiedades
que escribiendo en
español,
hablar en
griego.
Veis un hombre, español os parece. Veis sus escritos, parecen griegos. Cuando lo considero, me acuerdo de cómo son parecidos estos a aquella visión del capítulo 13 del
Apocalipsis,
donde dice San Juan:
«Vidi
aliam bestiam ascendentem de terra, et habebat cornua duo similia Agni, et loquebatur sicut Drago».
De suerte que son los tales como esta
bestia,
que siendo cordero, tenía extrañas voces. O, si tiene igual lugar en este, aquel del 17 del
Génésis,
cuando Isaac, presintiendo el misterioso engaño de Rebeca, dice:
«Vox quidem, vox Jacob est, sed manus, manus sunt Esau».
Manos de Esaú, con voz de Jacob, son confusión en Isaac. Pues, ¿qué
propiedad
de lengua se puede hallar en un
soneto
donde se encuentran estas:
«cerúleo,
radiante, joven, lucífero, girante, apógrafos, candores, analogía, alucinante, armónico, deplorante, ceda, plectro, arminoso, bruma, concento, mesto, gemino, transmigración»? ¿Qué le da de español a semejante poesía?
[3]
Sannazaro
Recitadle, por vida vuestra, señor Lusitano, que se puede tener a milagro que se ensarten sin peligrar el
decoro
voces tan ajenas en nuestro idioma.
[4]
Lusitano
Primeramente es menester que sepáis el asunto, porque aun con saberle entiendo que no será
entendido.
Y si yo, para este mismo efecto de que no lo fuese, no lo comunicara, de ninguna suerte me atreviera a reprender en otros lo que en mí, sin este pensamiento, fuera
culpa
averiguada. Al fin, el asunto es loar un amigo que escribió la
tragedia
de Píramo y Tisbe, por no decir por rodeos los Amantes Babilónicos. Y el
soneto
es este:
No
ha visto copia igual, dulce de amores
en cuanto huella cerúleo, ve radiante
el joven, que lucífero girante
se acuesta en vidrios y despierta en flores.
Apógrafos, señor, dais en candores,
al que os ve de analogía alucinante.
Y armónico en las quejas deplorante,
consultados lleváis los Ruiseñores.
Ceda el plectro arminoso al vuestro, en cuanto
helando llama deslizando bruma
de los dos en concento, ostentáis llanto.
Que cuando en mesto fruto se resuma
el gémino calor del rojo manto
fue la transmigración a vuestra pluma.
[5]
Elaso
Digo que fue ocioso declarar el asunto a que lo hiciste[i]s, porque aun ahora está más
oscuro,
pues sin saberlo, se le pudiera dar algún entendimiento como a enigma. Pero si los que lo oyeron le entienden, no lo guarden para sí, que me holgaré en extremo de oírle el comento.
[6]
Lusitano
Lo mejor será que le dejemos. Y volviendo al intento, digo que no pueden dejar de padecer tales obras infinitos
inconvenientes,
pues intenta un ingenio exprimir pensamientos propios con ajenas voces, que antes despiertan absurdos irreparables. Como se vio entre los Aquilinos y Toscanos, que preguntándose unos a otros con lengua ajena, se respondieron disparates, como lo nota
Horacio
en la
epístola
6 del libro 1. Y por esto
Trebelio,
en la
vida de Aureliano Décimo,
excusándose de estudio semejante, dice que no propuso consigo de escribir palabras, sino obras.
[7]
Sannazaro
Por eso me quiero yo persuadir que las alas o plumas, que
Plauto
escribe que había en la cabeza de Mercurio, significan las palabras, porque unas y otras son pompa del aire, que dio lugar al refrán ‘palabras y plumas’. Y Homero, en todos los lugares que trata de las palabras, les llama ligeramente aladas.
[8]
Lusitano
No hay que dudar del
daño
de las que son de tal manera
afectadas.
Ni lo dudó
Timón
Filasio, que
amonestaba
que se huyesen las de Pitágoras estudiosas, con que solía engañar los hombres o ofender los oídos. Porque las semejantes no traen consigo constancia alguna y por eso, como dice
Suidas,
daban los de
Arcadia
a Mercurio la figura cuadrilátera, o, como dice Plutarco, los de Atenas, la cual, referida de Pausanias y Alejandro Napolitano, se le consagraba. Porque como fuese tenido por el dios de la elocuencia sabia, con esto mostraban que debía ella de ser firme y constante, que es la naturaleza y acción propia de la figura angular.
[9]
Elaso
Por esa causa se afirma, con
Estrabón,
que la misma figura tiene el empíreo asiento de la Gloria, y parece del capítulo 21 del
Apocalipsis:
«Et
civitas in quadro est, et longitudo ejus tanta est quanta et latitudo».
Es ciudad en figura angular fundada, tanto de ancho como de largo, denotando la infalible constancia de la suma y verdadera sabiduría y elocuencia que majestuosamente ocupa, donde la mudanza no conoce entrada. Porque siendo las palabras imágenes de los pensamientos, o como dice
Aristóteles,
simulacros de aquellas cosas que concebimos en el ánimo, no siendo nativas y propias, mal podrán expresar lo que se pretende.
[10]
Lusitano
Por esta razón, dice
Quintiliano
que el natural cuidado ha de ser de las palabras y la solicitud
laboriosa
de los pensamientos. Porque no hay cosa más importuna y digna de
reprensión
que la
numerosidad
y adorno de palabras exhaustas de todo concepto y lumbre de
erudición,
para engañar los oídos de ignorantes con aquel artificio del calamar, que como advierte
Horacio
en la
sátira
5 del libro 1, enturbia el agua para engañar los otros peces. Que es lo que en este tiempo solamente se halla en los cultos, con que vienen a ser molestia de quien les escucha y
tinieblas
de sí mismos y de la verdadera elocuencia, que consta de mover con claridad, y no peregrinando lenguas, con que se escurecen más y estiman menos, pobres en la abundancia de las naturales españolas, que pudieran enriquecer las extranjeras si en ellas se hallara este desatino de no estimar las suyas.
[11]
Sannazaro
Es irremediable en los
españoles,
con que dan ocasión a muchos para que digan que quieren con la
oscuridad
de las palabras persuadir que dicen más. Donde ya
Marcial
en su
tiempo
se quejaba de esta enfermedad, y queriendo atajarla, dijo:
Scribere
te quæ vix intelligat ipse Modestus,
Et vix Clananusqui, rogo, Sexte juvat?
Rematando la epigrama diciendo que no era aquel camino propio para ganar fama:
Sic
tua laudentur, sane mea carmina Sextel
Grammaticis placeunt, et sine.
Habla, dice
Marcial,
de manera que te entiendan. Y es así porque si Platón, en lo que escribió tan
oscuro
sobre los números de Pitágoras, dio más en que entender a los ingenios, no ganó más gloria y fama al suyo. Ni la pudo ganar
Heráclito,
por más que gran Filósofo de Éfeso, en la
Teología
que escribió, pues ignorada de todos, de ninguno le podía adquirir gracias. Y al fin, son los escritores de este tiempo esfinges en sus escritos, manifestándose como cometas,
exhalaciones
del vapor de la tierra en la región superior del aire, para cuyos efectos y entendimiento es menester la judiciaria. Y por eso dice el mismo
Marcial
de semejantes escritos:
Non
lectores tuis opus est, sed Apolline libris
No
escribes para lectores, sino para oráculos. No haciendo otra cosa más que dar nudos indisolubles, como los Casios de Egipto, para los cuales no bastará el resoluto acero que al del Gordio frigio dio salida, porque allí cortaba en cuerpo palpable y aquí, en oposición, aire sin tomo.
[12]
Lusitano
Verdad es que podrá en lo heroico el Poeta introducir
voces
ajenas, como sean tales que con más energía descubran lo que se pretende, que de esta suerte será la novedad ilustre adorno de la obra, y aún fingir palabras y figuras de decir. Y no se contenta
Aristóteles
en el libro 3 de la
Retórica,
con que sean las voces introducidas del
latín
solamente, que es lengua general a todos, sino que de otra cualquier las puede introducir, que con esto (dice él) queda la oración mayor, donde
Virgilio
usó de vocablos persa y púnico, cuales son
magalia y gaza,
de suerte que a tiempos y no continuado, cual en el
soneto
referido, es importantísima la tal introducción de palabras, como no sea parecida a la de
Ariosto,
que dijo en un verso de su
grande
obra:
Agnus Dei.
[13]
Elaso
No acredita poco este lugar haber usado
Virgilio
las referidas voces, pues escribía en la lengua
latina,
que no suele pedir ayuda a nadie. Mas al fin halló Virgilio que era adorno de su poema, y de otra suerte los que hoy se
escurecen
sin
razón
se quejan de que no hallan
alabanzas
en los que les oyen conversando o conversan escribiendo. Y en vez de aplauso ganan enemigos, indigno fruto de las esperanzas de las conversaciones o de las escrituras, que habiendo de ser fáciles para obligar, dulces para mover, y doctas para enseñar, son con aquella prodigiosa afectación el movimiento de los sentidos, disgustados para las gracias que por otro camino se ganan y encendidos para las ofensas que por este se despiertan; porque la conversación o escritura semejantemente tenebrosa, así como ofende el oído, lleva tras sí con poderoso rapto el odio, de la misma manera que la fácil y clara transforma los contrarios en afición, los aficionados en amistad, el amigo fingido en verdadero, el verdadero en constante.
[14]
Lusitano
Todo esto pudieron conseguir felizmente aquellos tres famosos
Lusitanos
y Livios Portugueses, Juan de Barros en la grande obra, Antonio Pinto que, de las lunas ilustres de su nobleza, pudo prestar tanta
luz
a la historia que escribió de la conjuración de los Reyes Orientales, y Francisco de Morais, tanta sombra del mismo ilustre árbol con que se apellida, a la suya bien que fabulosa en parte de
Palmerim,
que con ellas mismas escurecieron la fama y gloria de los que antes y después escribieron, hablando en su lengua tan elegantes, que con razón les pueden envidiar todos, mas igualar ninguno.
[15]
Sannazaro
Poderosa planta es la lengua, o pluma, que tan colmado fruto lleva como la amistad, que tan dudosamente se posee, mas no pasemos sin que el gusto le haga la salva.