Información sobre el texto

Título del texto editado:
Alivio II [Fragmento]
Autor del texto editado:
Suárez de Figueroa, Cristóbal, ca. 1571-1644
Título de la obra:
El pasajero. Advertencias utilísimas a la vida humana.
Autor de la obra:
Suárez de Figueroa, Cristóbal, ca. 1571-1644
Edición:
Madrid: Luis Sánchez, 1617


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Fragmento del «Alivio II»


DOCTOR […] ¿Por ventura tenéis cantidad de poesías hechas a diferentes sujetos, cuando duraba la correspondencia de vuestra dama?

DON LUIS. Sí tengo, y no pocas ni mal trabajadas, aunque las he cobrado notable desamor por ser claras y fáciles, después que llegó a mi noticia ser de ingeniosos oscurecer los conceptos y mezclar por las composiciones palabras desusadas y traídas del latín a nuestro vulgar.

DOCTOR. Vivís engañado en ambas cosas. No deben ser (enseña un docto moderno) los versos revueltos, ni forzados, mas llanos, abiertos y corrientes, que no hagan dificultad a la inteligencia, si no es por historia o fábula. Con esta claridad suave, con esta limpieza, tersura y elegancia, con la fuerza de sentencias y afectos, se debe juntar la alteza del estilo. Mas, sobre todo, sin la claridad no puede la poesía mostrar su grandeza, porque donde no hay claridad no hay luz de entendimiento, y donde faltan estos dos medios no se puede conocer ni entender cosa. Y el poema que siendo claro tendría grandeza, careciendo de claridad es áspero y difícil. Con estas palabras, cuanto a la lengua, de bien grave autor, quedarán, a mi ver, convencidos (permita se impugne esta novedad su primer autor, si bien lucidísimo ingenio en nuestro vulgar) los que siguen secta contraria, publicando bernardinas y haciendo burla de los a cuyas manos llegan. Sin duda, se levanta en España nueva torre de Babel, pues comienza a reinar tanto la confusión entre los arquitectos y peones de la pluma. No sirve el hablar de encubrir o poner en tinieblas los conceptos, sino de descubrirlos y declararlos. Merlín Cocayo, donosísimo poeta, aludiendo en su Macarronea a este lenguaje infernal, introduce a un demonio hablando, sin poder ser entendido, desta manera:

Drum Cararontardus, tragaron granbeira detronde.


El Dante, por el consiguiente, varón doctísimo, hace en su obra que Lucifer, admirado de ver en su región hombre en carne y hueso, exclame diabólicamente:

Pape Satan, Pape Satan, Alepe.


Mienten, según los presentes dogmas, los preceptos retóricos en excluir de la oración demasiadas metáforas, como opuestas derechamente a la gala natural del decir. Pena es de sentido, como la de las almas, atormentar con la difícil construcción de los periodos. No se debe cargar un vestido, aunque sea de joyas, que saldrá pesado. Bien hayan los autores antiguos Virgilio, Homero y los demás épicos y líricos, que, con ser tan elegantes, les tocó la dignidad de clarísimos, como a patricios venecianos.

Falta ahora responder a lo de las palabras desusadas, peregrinas y nuevas. Las desusadas (prosiguiendo los preceptos del mismo moderno) desecha por antiguas el común uso de hablar, si bien tal vez redunda en gala ingeniosa el usarlas. Peregrinas son las que se toman de extraño lenguaje, de quien solo será lícito valerse cuando en el natural faltaren vocablos con que poderse exprimir bien los pensamientos del ánimo. Así se han ido poco a poco convirtiendo en propios muchos meramente latinos, como repulsa, idóneo, lustro, prole, posteridad, astro, y otros sin número. Del arábigo hay también muchos, y muchos habrá asimismo del griego, como sabrán sus profesores, en particular nombres propios: Decamerón, Filócopo, Cimón, Dioneo, Pánfilo, Filóstrato, Filomena, Emilia, Neifile, Elisa, etc. Por manera que es lícito (dice el mismo autor) a los escritores de una lengua valerse de las voces de otra. Concédeseles usar con libertad prudente las forasteras y admitir las que no se han escrito antes: las nuevas, las nuevamente fingidas, y las figuras del decir, pasándolas de una lengua a otra; que así se da más gracia a lo compuesto, se hace más agradable, más apartado del hablar común, y se deleitan más bien los que leen. Síguese (va prosiguiendo) que quien hubiere alcanzado con estudio y arte tanto juicio que pueda discernir si la voz es propia y dulce al sonido, o extraña y áspera, puede y tiene licencia para componer vocablos y enriquecer la lengua de palabras limpias, significantes, magníficas, numerosas. El orador difiere mucho del poeta en el lenguaje, ni tratan unas mismas cosas. La Poesía es abundantísima, sola, sin sujeción, y maravillosamente idónea en el ministerio de la lengua y copia de palabras para explicar conceptos. Las riquezas que posee nunca se acaban ni deshacen; antes con inmensa fertilidad crecen y se renuevan perpetuamente.

DON LUIS. Consolado me deja respuesta semejante, de quien infiero no haber perdido mis versos alguna cosa por claros y suaves, y que por ningún modo me era lícito afectar oscuridad en ellos. Cuanto a las palabras, de las comunes elijo las más dignas y convenientes para exornación de mis poemas. Procuro sea buena su colocación, inquiriendo con cuidado las que echo menos para la acertada expresión de los conceptos.

DOCTOR. Buen camino es ese: no dejéis de seguirle en las ocasiones, que es lo demás fruslería, yerro y novedad viciosa, digna de ser evitada.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera