TEATROS
Coliseo de la Cruz.
El Lindo Don Diego, de don Agustín Moreto.
Él es tan rara persona,
que como él anda vestido
puede en una mojiganga
ser figura de capricho.
Que él es muy gran marinero [5]
se ve en su talle y su brío,
porque el arte suyo es arte
de marear los sentidos.
Tan ajustado se viste,
que al andar sale de quicio, [10]
porque anda descoyuntado
del tormento del vestido.
De curioso y aseado
tiene bastantes indicios,
porque, aunque de traje no, [15]
de sangre y bolsa es muy limpio.
En el discurso parece
ateísta, y lo colijo
de que, según él discurre,
no espera el día del juicio. [20]
A dos palabras que hable
le entenderás todo el hilo
del talento, que él es necio,
pero muy bien entendido.
Y por que mejor te informes [25]
de quién es y de su estilo,
te pintaré la mañana
que con él hoy he tenido.
Yo entré allá y le vi en la cama,
de la frente al colodrillo [30]
ceñido de un tocador,
que pensé que era judío.
Era el cabello hecho trenzas,
clin de caballo morcillo,
aunque la comparación [35]
de rocín a ruin ha ido.
Con su bigotera puesta
estaba el mozo garifo,
como mulo de arriero
con jáquima de camino. [40]
Las manos en unos guantes
de perro, que por aviso
del uso de los que da
las aforró de su oficio.
De este modo de la cama [45]
salió a vestirse a las cinco,
y en ajustarse las ligas
llegó a las ocho de un giro.
Tomó el peine y el espejo,
y en memorias de Narciso [50]
le dio las once en la luna;
y en daga y espada y tiros,
capa, vueltas y valona,
dio las dos...
No paso yo por balcón
donde no haga batería,
pues al pasar por las rejas
donde voy logrando tiros
sordo estoy de los suspiros
que me dan por las orejas.
E1 pelo va hecho una palma,
guárdese toda mujer;
yo apostaré que al volver
en cada hebra traigo un alma.