A DON JUAN MELÉNDEZ VALDÉS.
No dudo, amigo mío, que muchos, viéndome poner al frente de una colección de obras ajenas el nombre de Meléndez,
condenen
este obsequio como poco correspondiente a los
estrechos
y antiguos vínculos que nos unen. Vd.. me empezó a amar desde mi
infancia,
tuvo de mi educación un cuidado casi paternal, me dio las primeras lecciones de buen gusto y me
inspiró
hacia la
poesía
esta afición viva y sostenida que he conservado hasta ahora. Muy ajeno de aquella odiosa superioridad que los que vienen antes suelen comúnmente afectar con los que llegan después, Vd. ha sido siempre el primero a hacerse favorable ilusión sobre mis progresos y a
aplaudir
con bondadosa
indulgencia
cualquiera paso que he dado en la carrera. La
naturaleza
y las circunstancias, que no favorecen a todos de un mismo modo, ni les prestan alas para poder volar igualmente, no han dejado que mis escritos correspondan a estímulos tan generosos, ni a un
modelo
tan cabal, pero a lo menos siempre habré debido a mi pasión por un arte tan sublime, el amor al estudio y a la sabiduría, y en el ejercicio delicado que proporciona al entendimiento las horas más deliciosas de mi vida. Tales son los beneficios con que estoy
obligado
a Vd.; beneficios cuya memoria es tan continua en mi corazón como su repetición en mis labios: y si para el reconocimiento público que hago de ellos he preferido esta obra, es porque yendo unido a los rasgos
inmortales
de nuestros principales autores, pienso que así se extienda y perpetúe con gloria mía.
¿Y dónde, pregunto yo a mi vez, estará mejor el nombre de Meléndez, que al frente de unas poesías que él ha sabido tan diestramente
imitar,
y tan frecuentemente
vencer?
¿A quién dedicarse mejor las obras de nuestros
líricos
antiguos, que al
primero
de los líricos modernos; al que ha dejado tantos modelos de
perfección,
y al que tiene viviendo la satisfacción de ser citado y
reputado
como un clásico dentro y fuera de su país? Estos motivos ya no son particulares a mí solo, son comunes a cuantos aman y honran las Musas españolas; y todos aprobarán, creo yo, el homenaje que hago aquí, no solo al
eminente
poeta,
sino al hombre
amable
y bueno, que ha sido
amigo,
hermano, elogiador de todos sus compañeros en el arte, y jamás se ha mostrado detractor o envidioso de ninguno.
Mil causas han retardado la conclusión de la colección que ahora publico, sin embargo de haber corrido algunos años desde que empecé a recoger y a ordenar las
poesías
que comprende. Pero deseando entregarme con más desahogo a la obra histórica que tengo empezada
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, he querido quedar enteramente desembarazado de esta otra empresa. Moviome a entrar en ella la
utilidad
de los que no quieren, o no pueden dar a
nuestros
poetas la atención prolija que se necesita, para buscar y disfrutar lo bueno que contienen. El extranjero que desea enterarse del gusto y carácter de la poesía castellana, el joven que empieza a dedicarse a ella, el aficionado que lee versos por distracción y no por estudio, las mujeres, en fin, que no atienden sino a la flor de las cosas, agradecerán tal vez, que se les excusen el dispendio y la fatiga de adquirir y recorrer muchos volúmenes, para leer lo que cómodamente puede ser reducido a muy pocos.
Bien sabe Vd. que ninguna de las colecciones últimamente publicadas se ha dirigido a estos fines.
Debemos
al
Parnaso
Español
el conocimiento de muchas composiciones inéditas u olvidadas; pero esta compilación además de ser demasiado voluminosa, tiene el inconveniente de estar hecha sin orden ni discernimiento alguno. La que después empezó, y no acabó, don Juan Bautista
Conti,
ejecutada a la verdad con gusto
exquisito
y buena disposición, se destinó principalmente a dar a conocer a los italianos el mérito de nuestra poesía. Contentose pues su autor con publicar y
traducir
en
toscano
las composiciones
líricas
y bucólicas más señaladas del siglo XVI y algunas de los Argensolas, pero nada incluyó de Balbuena, de Jáuregui, de Lope, de Góngora, ni de otros igualmente célebres en nuestro Parnaso, quedando por consiguiente la colección en extremo
insuficiente
y diminuta. Por último, la que lleva el nombre de Don Ramón Fernández, aunque se resiente de haber sido abandonada muy desde el principio de las manos hábiles que la empezaron, es útil, o más bien
necesaria,
a los que se dedican a cultivar este ramo de nuestra literatura, porque su objeto fue la reimpresión de los
mejores
líricos
españoles, cuyas ediciones antiguas se habían hecho muy raras; pero esto mismo manifiesta la diversidad de su uso y aplicaciones comparada con la presente. Omito hacer mención de algunas otras que se han publicado fuera de España, porque ni por el número de las piezas que contienen, ni por su elección, ni por su disposición, ni en fin por aspecto
alguno
cumplen con el objeto que se proponen.
El plan seguido en la mía es el que concilia mejor la variedad con el orden, el de los tiempos. Después de una corta muestra de la poesía castellana en el siglo
XV,
se empieza por
Garcilaso,
y se sigue por los demás poetas hasta Cadalso, dándose las composiciones cortas más generalmente
estimadas
de cada uno. Van enteras las muy conocidas; pero en las que no lo son tanto se ha suprimido tal cual pasaje; bien que con la mayor circunspección, y solo cuando la decencia lo prescribía, o lo aconsejaba la necesidad de conservar el efecto de la obra, destruido a las veces por alguna
extravagancia.
De estas supresiones hubiera dado razón en las observaciones críticas que pensaba poner al fin de cada tomo, donde los lectores hubieran hallado las noticias particulares a cada composición y mi juicio sobre sus bellezas y sus defectos. Pero esto pedía por su delicadeza más tiempo y atención que la que me permitían las circunstancias actuales; y de todas las ilustraciones que me propuse al principio, solo he podido bosquejar en la «Introducción» la
historia
de la
poesía
castellana, limitándola a los géneros y autores comprendidos en la obra.
Estos son en suma,
amigo
mío, el plan y propósito de la colección que presento a Vd. Bien conocí al emprenderla que en ella me aguardaban más molestia y peligro que satisfacción y gloria, pero además del provecho particular que yo sacaba de este nuevo estudio que hacía, me alentó a proseguir la esperanza de la
utilidad
que tal vez producirá a los demás. Ella puede contribuir a
formar
el
gusto
de la juventud, a generalizar más la afición a las artes del bien decir, harto
descuidadas
entre nosotros; y a traer sobre nuestras cosas más aprecio y estimación de parte de los extranjeros, los cuales se quejan del poco esmero que hemos tenido en allanarles los caminos de nuestra literatura.
Vd. fue el primero que me puso en las manos los
padres
de la
poesía
castellana: Vd. me
enseñó
a juzgarlos sin desprecio injusto y sin fanatismo extravagante, reciba Vd., pues, con la bondad indulgente que acostumbra, este monumento que les levanto; y permita que grave al pie de él los títulos de estimación y cariño que me han unido a Meléndez.
M. J. QUINTANA.
1.
Las vidas de los Españoles célebres,
cuyo primer tomo se ha publicado ya, y el segundo se está preparando para la prensa.