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Título del texto editado:
Forner (Don Juan Pablo)
Autor del texto editado:
Sempere y Guarinos, Juan 1754-1830
Título de la obra:
Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III. Tomo tercero.
Autor de la obra:
Sempere y Guarinos, Juan 1754-1830
Edición:
Madrid: Imprenta real, 1785


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FORNER (Don Juan Pablo)


FORNER (Don Juan Pablo) Abogado. Sátira contra los vicios introducidos en la Poesía Castellana, premiada por la Real Academia Española, en junta que celebró el día 15 de octubre de 1782. Su Autor Don Juan Pablo Forner, profesor de Jurisprudencia de la Universidad de Salamanca, Madrid 1782. por Don Joaquín Ibarra. En 4.º.

Se introduce el Autor quejándose del poco premio que se da a los buenos Poetas, y persuade irónicamente a que nadie se dedique a componer versos. Luego por medio de una transición oportuna, describe la infinita multitud de versificadores en los varios ramos de la Poesía, notando sus vicios. No pudiendo conocerse bien el mérito de ninguna composición poética, sin ver alguna muestra de ella, pondré aquí la siguiente.

Hablando de la Poesía Dramática, impugna a los que excusan los vicios del teatro, con la necesidad de conformarse al gusto del pueblo, diciendo:

“Oh vos, gran Calderón, si mis cansados
Discursos no tomáis acaso a enojo,
Pues son tanto los vuestros venerados,

Responded: si en el arte el grande arrojo
De escribir sin concierto se mantiene, [5]
¿Ese arte en qué se funda? En el antojo.

Lacónica respuesta, y que conviene
Bien con la autoridad de la persona,
Que asegurada ya su opinión tiene.

Mas la naturaleza, que pregona [10]
Sus leyes inviolables, quejarase,
Si a su verdad la ejecución no abona.

Quien tal pronuncia sin comer se pase.
¡Oh oráculo sagrado!, yo dijera,
(Sufrid que a replicaros me propase) [15]

Que en vez de escribir mal, otro eligiera
Término a su vivir, pues que el sustento
No está solo en el fin de esa carrera.

El vulgo ha de tener divertimiento:
Es necio, y neciamente se divierte. [20]
Diviértase en buen hora: es justo intento:

Pero no ayude yo, cuando pervierte
La opinión de la patria, a pervertilla,
Si excede un tanto a la vulgar mi suerte.

Fuera de que, si es necia la cuadrilla [25]
De la plebe infeliz, del sabio el cargo
Es afear el error que la mancilla:

No el dar por dulce lo que en sí es amargo,
Ni aumentar al doliente la dolencia
Con indulgente, o con infiel descargo. [30]

Pero ¡oh cuánta es del vulgo la paciencia!
Cuando con tanta ve, que a su ignorancia
Se atribuye la cómica impudencia.

Aquel que no distingue la distancia,
Que hay del arte al capricho, sólo aprueba [35]
Lo que no hace al deleite repugnancia:

En lo agradable se embelesa, y ceba:
Para él este es el arte, otros ignora:
Aplaudirá a Terencio si se eleva,

Y arrojará a Carcino con sonora [40]
Salva de agudo silbo, si del templo
No ve salir el héroe que colora.

Quizá más de lo justo me destemplo
En replicaros ya; pero en la Grecia
Me está llamando el memorable ejemplo: [45]

En cuyos espectáculos la necia
Turba de quien acá sin luz bastante
Se cree, que el arte, y la razón desprecia,

Desde que de la máscara el semblante
Esquilo hizo mejor, y heroicamente [50]
la acompañó de espíritu elegante.

Acostumbrada al arte, e insolente
La oreja con el juicio de su ciencia,
Mofó lo escrito mal, e impertinente.

Tal vez suele ser útil la insolencia, [55]
y contra los Poetas necesaria,
Y aun así se ve en ellos resistencia.

España en producir extraordinaria,
Dio Tragedias con arte un tiempo a Roma,
Y es hoy, si ella las tiene, opinión varia. [60]

En la invención sin repugnancia doma
Al resto de la tierra. ¿Por qué injusta
Tanta amplitud en disponer se toma?

¿Por qué, oh gran Calderón, a la robusta
Locución, y al primor del artificio [65]
No unió sus leyes la prudencia justa?

La diestra plebe, como en propio oficio,
A atender lo excelente acostumbrada,
Notara luego, y repugnara el vicio.”


También son bellos los tercetos que hablan acerca de la imitación, y muy fina la sátira contra las obras poéticas de la Monja de México.

Carta de Don Antonio Varas al autor de la Riada, sobre la composición de este Poema. En Madrid, en la Imprenta de Don Miguel Escribano, año de 1784. En 4.º. En ella se examina el poema que Don Cándido María Trigueros publicó con aquel título, con cuyo motivo se hacen algunas buenas reflexiones acerca de la poesía épica.

Reflexiones sobre la Lección Crítica que ha publicado Don Vicente García de la Huerta. Las escribía en vindicación de la buena memoria de Miguel de Cervantes Saavedra, Tomé Cecial, ex-escudero del Bachiller Sansón Carrasco. Las publica Don Juan Pablo Forner. En Madrid, en la Imprenta Real 1786 en 8.º.

Todos los buenos literatos Españoles estaban lamentándose de la corrupción de nuestro Teatro, y de su atraso respecto del de otras naciones cultas, en donde nació después que en España, y deseaban con ansia su reforma, cuando Don Vicente García de la Huerta salió ofreciendo una Colección de piezas dramáticas con el título de Teatro Español, al principio del cual puso un Prólogo, en que declamando contra los extranjeros que lo censuran, afirma que no obstante los defectos que se le atribuyen, es superior al de las demás naciones. Una proposición semejante, dicha por un sujeto que se había adquirido bastante crédito en aquel ramo de poesía, y dicha con el tono en que la anunció el Señor Huerta, causó mucha novedad. Lo peor es que podía causar también mucho perjuicio: pues el canonizar los yerros, y los defectos, es cerrar la puerta a su corrección.

Como la nación no está ya en estado de creer a nadie sobre su palabra, con este motivo salieron algunos papeles satíricos manuscritos e impresos, uno de los cuales fue la Continuación de las Memorias Críticas por Cosme Damián. En prueba de que no solamente los españoles afrancesados, o como el Señor Huerta decía, transpirenaicos eran los que se quejaban de la corrección de nuestro Teatro, el autor de esta memoria puso en ella por lema un lugar de la Historia de Don Quijote en que decía Cervantes “...porque los extranjeros, que con mucha puntualidad guardan las leyes de la Comedia, nos tienen por bárbaros e ignorantes, viendo los absurdos, y disparates de las que hacemos...”

A este papel respondió el Señor Huerta con otro intitulado Lección Crítica a los lectores del papel intilulado, Continuación de las Memorias Críticas de Cosme Damián. Lo principal de esta respuesta consistía en rebajar la fuerza de la autoridad de Miguel de Cervantes, tachándolo de envidioso del crédito de Lope de Vega; y atribuyendo a esta causa la censura que hizo de sus Comedias.

Si la apología de un teatro corrompido, y disparatado había chocado a la parte más instruida de la nación, no podía menos de herirla mucho más el ver ajar al autor de una obra, que en concepto de algunos, es la única buena que tienen los españoles, y en el de todos la mejor en materia de estilo, de invención, y de ingenio.

Contra este papel salió luego otro intitulado Tentativa de aprovechamiento crítico de la Lección Crítica de Don Vicente García de la Huerta; y después las Reflexiones del Señor Forner.

Se introduce en ellas por medio de una ingeniosa ficción, en la que supone que Tomé Cecial, escudero del Bachiller Sansón Carrasco, uno de los personajes de la Historia de Don Quijote, se le había aparecido, y le había entregado aquel papel. En él examina la Lección Crítica del Señor Huerta, notándole el poco fundamento con que había hecho sinónimas a las palabras de crítico, satírico, y envidioso, y mezclando oportunamente entre sus reflexiones las necesarias para formar idea acerca del verdadero carácter de la sátira, y de la crítica; censura por incidencia la Raquel, Tragedia del mismo Señor Huerta, y concluye sus Reflexiones con estas juiciosas advertencias. “Hace ya muchos siglos que formó callos en la mayor parte de los mortales el hábito de no juzgar de las cosas, sino por lo que se conforma con sus pasiones, o no se conforma. El juicio de los hombres no está en el entendimiento, está en el amor, en el odio, en la conveniencia... Un crítico que convence con razones incontrastables el error, la ignorancia, el pedantismo, la sandez, la jactancia, el despropósito; y que a esta cualidad junta la de honrado, hombre de bien, amigo de la justicia, es el Hipócrates de la literatura, el Ángel que purifica las aguas de la piscina literaria, para que los que entran en ella sanen, y no se inficionen. La senda de la verdad, y del buen gusto no se allana sino después de haber desmochado la maraña de los errores, y la selva de las extravagancias que la dificultan. El que no estime esta ocupación, desprecie también el trabajo que se emplea en abrir caminos: y logrará ciertamente tan felices viajes sin ellos, como grandes progresos sin la crítica en el estudio de la sabiduría.”

Oración Apologética por la España, y su mérito literario. Madrid 1786 en la Imprenta Real, 8.º mayor.

El Autor, según expresa en el Prólogo, y según lo indica también el mismo título de la obra, se propone tratar la defensa de España como orador, y no como historiador. Con este fin, ajustándose a una sola proposición fundamental, que le sirve como de norte, dirige todas las pruebas hacia ella, sin detenerse mucho en particularidades nimias. La proposición fundamental es la misma con que da principio a su oración, a saber: La gloria científica de una Nación, no se debe medir por sus adelantamientos en las cosas superfluas y perjudiciales. Prueba, siguiendo el hilo de este raciocinio, que en España se han cultivado las ciencias y artes útiles al hombre con manifiestos beneficios de ellas. Divide la oración en dos partes. En la primera trata de las cosas generales que contribuyen al verdadero, o falso mérito. En la segunda específica varios aumentos que han recibido las artes y ciencias en España, haciendo un cuadro, o pintura de sus progresos. Ilustra la obra con varias Notas, en que se aclaran algunos puntos de nuestra Literatura.

Discursos Filosóficos sobre el Hombre. MS. Esta obra consta principalmente de cinco Discursos. El primero tiene por objeto mostrar cuál es la ciencia que debe merecer al hombre mayor atención. El segundo manifiesta el miserable estado de la razón humana; la imposibilidad que hay en ella de alcanzar por sí el conocimiento de Dios, y el verdadero culto que debe ofrecérsele; y con este motivo toca la variedad de las opiniones filosóficas en este punto. El tercero muestra concluyentemente con razones filosóficas la decadencia de la naturaleza humana, examinando al hombre en sus potencias y obras, y describiendo las contradicciones que se advierten en sus acciones y deseos. El cuarto se emplea en demostrar la existencia de Dios, deduciéndola de un modo nuevo, de las potencias intelectuales del hombre: y de aquí deduce, y enseña cuál es el fin de las acciones de éste. El quinto describe el estado actual del hombre; y proponiendo los errores que ha introducido su flaca razón en la Religión, y en la Moral, establece los únicos medios que hoy tiene el hombre, y debe observar para ser feliz, y para mantener la recta constitución de su naturaleza. El primero de estos Discursos está escrito en tercetos: el segundo, tercero, y cuarto en verso suelto: el quinto en silva.

El Autor ha procurado hermosear lo escabroso, y metafísico de las materias con varios adornos poéticos, ya figurando el estilo, ya interpolando descripciones amenas; ya fundándolas en algunas ficciones agradables que hagan la ejecución de la obra digna de llamarse poética; respecto de que la sola combinación de las sílabas, y el mero hecho de escribir cláusulas medidas, no basta para que una obra pertenezca a la poesía. Para muestra del estilo, pondré aquí un pasaje tomado del Discurso quinto, en donde se trata de la flaqueza de la razón humana, y dice así:

¿Cuándo austera corrige
sus yerros la razón? se precipita
fácil al mal, que tanto la complace,
que aun le juzga virtud cuando le hace.
Guerrera trompa en lo inferior resuena [5]
del sacro capitolio:
túrbase el pueblo: la ambición vertiendo
su ponzoña mortífera condena
al llanto la Ciudad: desde su solio
instiga a César, a Pompeyo inflama: [10]
su discordia derrama
en pechos rudos, que a morir se arrojan,
sin saber por qué mueren, o se enojan.
Míseros ¿qué emprendéis? el fuego horrendo
que hará a la patria en trágicas pavesas [15]
desperdicio liviano
de hidrópica ambición, ¿tanto os adula,
que héroe aclamáis al que con fiera mano
le alimenta, y os hiere? ¿Al que a la gula,
y ansia de dominar, tiernos suspiros [20]
de la patria pospone,
y os lleva a combatir, para oprimiros?
Id, infelices, id, y cuando opone
la fuerza a la razón, al grande César:
alzad estatuas, consagrad altares. [25]
¡Errores peculiares
del linaje mortal! la pompa activa,
bien que viciosa, a la virtud prefiere
tímida en su humildad.






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera