Marginalia et adversaria. Mayo 2003

 

 

¿Por qué las cigüeñas traen los bebés?

La cigüeña como tema literario

 

© Gabriel Laguna Mariscal

 

 

Cigüeñas en poste de luz

Enfrente de la terraza de mi casa en Fuenteobejuna una pareja de cigüeñas ha anidado sobre un poste de electricidad. Al fondo, por detrás del nido, se extienden las colinas adehesadas de Extremadura. Ahora mismo mamá cigüeña y papá cigüeño se turnan en incubar los huevos. No han nacido aún los polluelos, por cierto, y ya van con cierto retraso sobre el calendario habitual. Puesto que algunos lectores toman por ficción o por licencia poética las cosas que cuento en esta sección, presento aquí una foto del nido.

 

La estampa me ha recordado un hermoso poema del poeta castellano-extremeño José María Gabriel y Galán (1870-1905). Galán escribió una poesía reflejando, también, una situación personal real: cuando estuvo destinado como maestro nacional en el pueblo abulense de Piedrahita, entre 1892 y 1898, se alojó en el Palacio de los Duques de Alba, en el que había nacido el Gran Duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo (según se cuenta, fue en este palacio donde la decimotercera Duquesa de Alba había posado un siglo antes para Goya como modelo de La maja desnuda; hoy el edificio sirve de colegio público). Asomándose desde esta mansión Galán divisaba un torreón en ruinas: sobre él las cigüeñas habían apostado su nido; y ya criaban sus pollos con la diligencia que caracteriza a la especie. Galán compuso su poema sobre la anécdota, extrayendo una moraleja de la devoción parental que observaba en las aves. (Supongo que este tipo de poesía, tradicional e ingenua, no gustará hoy a los críticos de tendencia postmoderna, pero me importa muy poco). El poema fue incluido en el libro póstumo Nuevas castellanas (1905) y en su primera sección dice así:

Palacio de los Duque de Alba (Piedrahita, Ávila)

 

 

 

Dos nidos

 

Enfrente de mi casa yace en ruinas

un viejo torreón de cuatro esquinas,

y en ese viejo torreón derruido

tiene asentado una cigüeña el nido.

¡Y parece mentira, pero enseña

muchas cosas un nido de cigüeña!

 

Por el borde del nido de mi cuento,

donde reina una paz que es un portento,

asoman el pescuezo noche y día

los zancudos cigüeños de la cría.

Cuando los deja la cigüeña madre,

trae alimentos el cigüeño padre,

y cuando con su presa ella regresa,

vuela el padre a buscarles otra presa;

y de este modo la zancuda cría

en banquete perenne pasa el día.

 

Estaba yo una tarde distraído

desde mi casa contemplando el nido,

cuando del campo regresó cargada

la solícita madre apresurada.

Presentó con orgullo ante su cría

una culebra muerta que traía,

y mientras sus hijuelos la "trinchaban"

y, defendiendo la ración, luchaban,

reventaba la madre de contenta

mirándolos comer... ¡y estaba hambrienta!

 

¡Y cómo demostraba su alegría

viendo el festín de su zancuda cría!

¡Qué graznidos, qué dulces aletazos

y qué cariñositos picotazos

les daba a aquellos hijos comilones

que estaban devorando sus raciones!

 

Al ver desde mi casa aquella escena,

llena de amor y de ternura llena,

bendije al nido aquel, y, ¡lo confieso!,

estuve a punto de tirarle un beso.

Ahogué mi beso, pero tristemente

me dije por lo bajo de repente:

"¡Quizá hay en el mundo quien querría

convertirse en cigüeño de la cría!"

 

 

Cigüeña

La cigüeña blanca europea (ciconia ciconia) es la especie más frecuente de las 19 que constituyen el género de las Ciconidae. Es un ave migratoria que pasa su período de cría en toda Europa continental, desde Febrero hasta Agosto aproximadamente. Pone de 3 a 5 huevos, de los que salen adelante uno o dos pollos, dependiendo de la disponibilidad de comida y del clima. Luego emigra a África, donde hiberna [1]. En Europa es considerada con gran simpatía. El hombre europeo no la caza ni la come (como, creo, se hace en algunos países africanos). Se la protege, se acondicionan armazones sobre los edificios como soporte de sus nidos. Creo que el "feeling" positivo que suscita se debe a variadas razones: por un lado, su presencia en tejados y campanarios coincide con el buen tiempo; además, el hombre se identifica con ciertas costumbres zoológicas de la especie, como su conocida monogamia (las cigüeñas mantienen devoción a su pareja, siempre que es posible, de temporada en temporada) y la diligente atención parental que los adultos dispensan a sus crías. Esas cualidades "humanas" que los hombres han distinguido en la cigüeña explican un tratamiento poético como el de Galán. Por si fuera poco, la cigüeña es en Occidente protagonista del mito infantil sobre el origen de los niños: es ella la que trae a los bebés.

Partiendo de la imagen positiva de que la cigüeña disfruta modernamente, puede ser curioso remontarse al concepto que los antiguos griegos y romanos tenían sobre esta ave (que, como se verá, no dista mucho del moderno) [2]. Se la denominaba en griego pelargós (masculino), y en latín ciconia (femenino). La especie que conocían mejor era la cigüeña blanca común, pues tanto Ovidio como Virgilio señalan específicamente el color blanco de su plumaje. De hecho, Virgilio la identifica por antonomasia y sin nombrarla como "la blanca ave, odiada por las largas culebras" (candida... avis longis invisa colubris). En efecto, se suele describir a la cigüeña como cazadora de serpientes (como hemos visto, también, en Gabriel y Galán). Sabían que era un ave migratoria, presente durante la estación estival y ausente durante la estación invernal. Por ello la llamaban "huésped" (hospita) y "forastera" (advena, peregrina). Su presencia se identifica con el buen tiempo. También se conocía que las parejas regresaban a los mismos nidos cada temporada, lo que sugiere el carácter monógamo del apareamiento. Los antiguos, sin embargo, ignoraban completamente dónde hibernaban las cigüeñas. Plinio el Viejo, en el pasaje que dedica al ave en su enciclopedia naturalista, reconoce expresamente su ignorancia (y la de sus fuentes) sobre este punto concreto.

 

Y una cuestión importante: ¿se comían los griegos y romanos a las cigüeñas? Parece que su consumo no se practicaba en Grecia. De hecho, tenemos noticia (por Plinio, cómo no) de que en Tesalia se castigaba su caza con la pena capital. Tampoco se consumieron en Roma durante la mayor parte de su historia. Sin embargo, en el período final de la República se introdujo la moda de comer ejemplares jóvenes, como un excentricidad culinaria propia de ricos refinados. Sabemos incluso quién fue el introductor de la moda y las consecuencias que le acarreó la iniciativa. Fue un pretor contemporáneo de Cicerón, llamado Gayo Sempronio Rufo. Cuando se presentó a las elecciones de cónsul, salió derrotado por siete votos de diferencia, y su fiasco electoral se interpretó como un castigo del pueblo. Quedó la siguiente letrilla sobre el episodio, que hace mofa de la elegancia de Rufo frente a sus oponentes políticos (de la familia de los Planco):

Ciconiarum Rufus iste conditor,

licet duobus elegantior Plancis,

suffragiorum puncta non tulit septem:

ciconiarum populus ultus est mortem.

 

[Rufo, ese cocinero de cigüeñas,

aunque fuera más chic que los Planco,

quedó a falta de siete votos:

el pueblo vengó la muerte de las cigüeñas.]

Introducido así el consumo de cigüeñas en Roma a mediados del siglo I a. C., permaneció durante algunas décadas. En época de Augusto eran un plato apreciado. Por fin, en época imperial se desterró definitivamente la costumbre. Plinio el Viejo nos informa de que en su época ya no se consumían (en la década de los 70 d. C.). Y hasta hoy. De hecho, los testimonios literarios (incluyendo la letrilla citada) sugieren que la práctica de comer cigüeñas siempre fue reprobada por el pueblo. En un poema atribuido al autor de mimos Publilio Siro (transmitido por Petronio), se critica el consumo de cigüeñas y de otras aves como una costumbre indeseable de una Roma decadente. El texto contiene, además, una semblanza muy completa y afectuosa del ave:

Luxuriae rictu Martis marcent moenia.

Tuo palato clausus pavo pascitur

plumato amictus aureo Babylonico,

gallina tibi Numidica, tibi gallus spado;

ciconia etiam, grata peregrina hospita

pietaticultrix, gracilipes, crotalistria,

avis exul hiemis, titulus tepidi temporis,

nequitiae nidum in caccabo fecit tuo;

 

[Las murallas de Marte [Roma] se marchitan por la avidez de la gula.

Se engorda el pavo real, enjaulado, para el paladar de uno,

revestido de su plumaje dorado como tapiz babilónico;

para otro se cría la gallina númida, para otro el capón galo;

e incluso la cigüeña, simpática forastera y huésped,

cultivadora de la piedad, de esbeltas patas, crotoradora,

el ave ausente en invierno y heraldo del tiempo cálido,

ha construido su nido en la cazuela de nuestro vicio.]

Publilio Siro llama al ave ciconia grata, "simpática cigüeña". No es difícil atisbar las razones de esta simpatía de griegos y romanos por el ave, más o menos similares a las nuestras. Se asociaba la presencia de la cigüeña en Europa con el buen tiempo. Se la juzgaba beneficiosa, al alimentarse de serpientes. Se apreciaba su diligencia parental en el cuidado de las crías (seguramente a eso se refiere el epíteto pietaticultrix de Siro, no al hecho de que anide sobre templos). Plinio recuerda, además, que las cigüeñas regresan cada temporada al mismo nido, lo que vendría a sugerir su monogamia.

 

Y, así, esta simpatía por las cigüeñas explica la difusión en el mundo clásico de algunos mitos sobre estos pájaros. Los griegos y romanos no conocían el mito folclórico de las cigüeñas como portadoras de niños, pero sí otros dos. Por un lado, atribuían a la especie un hábito zoológicamente erróneo: a saber, que los hijos adultos cuidan de sus padres ancianos. Como se aprecia, esta creencia no es más que una extensión analógica de la devoción parental que se detectaba en las aves. En virtud del otro mito, se creía que las cigüeñas, al final de sus vidas, se convertían en hombres y vivían eternamente felices en una isla del Océano. Debemos relacionar este mito con las virtudes antropomórficas que se asociaban con las cigüeñas [3].

 

En respuesta a la pregunta que planteaba en el título de este artículo, no he logrado averiguar cuándo y dónde exactamente se difundió por Europa el mito de la cigüeña como portadora de niños. Como se ha dicho, los clásicos no conocían ese mito. Así que sospecho que habrá que situar su génesis en ese territorio desconocido, caliginoso y remoto que llamamos Edad Media. "Cigüeña" se dice en flamenco ooievaar, término procedente del antiguo alemán odobero, que significa "portador de suerte". Esta etimología sugiere una datación medieval del surgimiento del mito. Sí es más fácil suponer el porqué del mito. Por un lado, el carácter monógamo y las virtudes parentales que tradicionalmente se han asociado con las cigüeñas las hacían el protagonista perfecto de un mito etiológico (explicativo) del nacimiento de los niños. Por otra parte, su naturaleza migratoria y el hecho de que durante mucho tiempo se ignorara su destino de hibernación conferían al ave un aura idónea de misterio, exotismo y magia.

 

Un poeta como Antonio Machado introduce a la cigüeña en el arranque de su poesía "Orillas del Duero", del libro Soledades (1899-1907). Al igual que en Publilio Siro y en Virgilio, la presencia de la cigüeña es un elemento del entorno natural que se asocia con el inicio de la primavera y del buen tiempo:

 

 

 

Orillas del Duero

Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.

Girando en torno a la torre y al caserón solitario,

ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,

de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.

          Es una tibia mañana.

El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

 

Pasados los verdes pinos,

casi azules, primavera

se ve brotar en los finos

chopos de la carretera

y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.

El campo parece, más que joven, adolescente.

 

Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,

azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,

y mística primavera!

 

¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,

espuma de la montaña

ante la azul lejanía,

sol del día, claro día!

¡Hermosa tierra de España!

Antonio Machado

 

 

Quede ahí el poema, una hermosa descripción de la llegada de la primavera en el entorno rural de Soria, en la línea de la Oda I 4 de Horacio y de otros textos poéticos latinos descriptivos de la primavera [4]. Uno de los elementos naturales que representan y simbolizan la llegada de la primavera es, por supuesto, la cigüeña. Les dejo con la primavera que, exultante, se extiende por toda España, esa primavera maravillosa para todos, menos para los alérgicos. Yo, por mi parte, me voy a inspeccionar si han eclosionado ya los pollos.

 

© Gabriel Laguna Mariscal

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Se permite la reproducción, citando la fuente.

 

 

Se sugiere citar el presente artículo así (según normas del MLA):

 

Laguna Mariscal, Gabriel. "¿Por qué las cigüeñas traen los bebés? La cigüeña como tema literario" Tradición Clásica. Mayo 2003. Acceso 20 May. 2003. [cámbiese según proceda]

<http://www.uco.es/~ca1lamag/Mayo2003.htm>

 

 

Notas

[1] Para las características zoológicas de la cigüeña puede consultarse el excelente sitio belga Ooievaars zonder Grenzen ("Cigüeñas sin fronteras"), en flamenco y en inglés:

http://www.ooievaars.vlaanderen.be/

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[2] He aquí algunos datos, por mor de la erudición. El pasaje técnico más extenso que se dedica a la cigüeña en la literatura latina es el de Plinio, Historia natural X 61-62. El único pasaje poético de cierta extensión es el de Publilio Siro (Mimos 3-18 R.). El color blanco del ave es mencionado en Virgilio, Geórgicas II 319 y en Ovidio, Metamorfosis VI 96. Se la describe como cazadora de serpientes en el mismo pasaje de Virgilio, en Plinio, Historia natural X 62 y en Juvenal XIV 74; Séneca, en cambio, la recuerda capturando lagartos (Epístolas CVIII 29). Mencionan sus costumbres migratorias Publilio Siro, Mimos 9 R. avis exul hiemis (en Petronio, Satiricón LV 6), Varrón, Menipeas 272 y Plinio, Historia natural X 61-62 (hiemis... advenas, "forasteras durante el invierno"). La asociación de la estancia de las cigüeñas en Europa con el buen tiempo y la temporada de labranza se documenta en Publilio Siro, v. 12 (titulus tepidi temporis, "indicio de buen tiempo"), en el pasaje citado de Virgilio y en Columela XI 2, 71. Es Plinio el que afirma que regresan a los mismos nidos cada temporada (Historia natural X 63), pero reconoce ignorar el destino de las cigüeñas cuando hibernan (X 61). También Plinio precisa que en Tesalia se castiga la caza de cigüeñas, porque devoran serpientes (X 62). La letrilla contra Sempronio Rufo ha sido transmitida por el escoliasta Porfirión, en su nota a Horacio, Sátiras II 2, 50. Volver al texto principal.

[3] El mito del cuidado de los ejemplares viejos por sus hijos está en Aristófanes, Aves 1353 ss. y en Plinio, Historia natural X 63. La vida eterna de las cigüeñas-hombres, en una isla del Océano, está en Eliano, Historia de los animales III 23. Volver al texto principal.

[4] Lucrecio, De rerum natura I 250-264, III 992-1022, V 783-820; Virgilio, Geórgicas II 323-345; Pervigilium Veneris. Volver al texto principal.

 

 

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