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CÓRDOBA

Lunes, 21 de noviembre de 2005

OPINIÓN

 

 

EDICIÓN IMPRESA - Colaboraciones

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Por DIEGO MEDINA/

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Bajo el auspicio de nuestra Universidad se celebró en Córdoba, la pasada semana, el I Congreso Internacional de Cristianismo Oriental, un evento en el que se han dado cita más de un centenar de profesores e investigadores de reconocido prestigio internacional. Este Congreso ha sido un soberbio foro donde se han debatido, razonado y concluido, de modo incomparable, diversas tesis acerca de la aportación que el Cristianismo ha supuesto en la civilización Oriental. No es frecuente, y menos en Córdoba -por eso este acontecimiento nos debe entusiasmar- que grandes especialistas de una materia como ésta estudien las influencias que desde el Occidente cristiano se pueden constatar en la cultura Oriental; muy por el contrario, el tópico siempre nos condujo hacia el camino inverso: descubrir -a veces incluso inventar- cuáles fueron las influencias de Oriente en nuestra cultura.

He tenido la ocasión -el privilegio, pudiera subrayarse- de presenciar alguna de las magnificas intervenciones que han tenido lugar en el citado Congreso y no puedo menos que felicitarme y felicitar a sus organizadores. Entre estas intervenciones no puedo dejar de mencionar la del -también organizador- profesor Samir Khalil, a quien he podido, además, conocer personalmente y con quien tuve la satisfacción de trabar conversación durante cerca de una hora en un descanso entre ponencias.

Samir Khalil -jesuita de origen egipcio, miembro de la Universidad de Beirut, director, entre otros muchos empeños, del Centro de Documentación e Investigación Árabe Cristiano- es un bravísimo investigador. Ante tales personajes, ciertamente excelentes, no se alcanza a comprender, sin embargo, la falta de repercusión social que merece su pensamiento. Sin duda, la «rebelión de las masas» -en su sentido más orteguiano- ha triunfado, haciendo de nuestro tiempo un tiempo de vulgaridad o, lo que es peor, una época de trampas y maquinaciones, de engaños destinados a hacernos creer en tópicos y a vacilar acerca de lo que nosotros mismos somos.

Una cuestión que, precisamente, el profesor Samir Khalil parece tener muy clara es la necesidad de que Occidente recobre su identidad, sus señas identificadoras. Sólo así, sólo cuando Occidente deje de mantener actitudes ambiguas y relativistas -que sólo interesan a unos pocos- para redescubrirse, sólo recuperando los valores occidentales podremos dejar de producir la ambigüedad, perplejidad y confusión que sufren quienes, perteneciendo a otras culturas mucho más seguras de sí, llegan a participar de nuestro progreso y descubren un mundo sin identidad.