Hace unos meses escribí, en esta misma columna, un artículo que
titulé "Buenos y malos". Había transcurrido poco tiempo aún desde
los atentados del 11 M y, pasadas las elecciones, comentaba, entre
otras cosas, la impresión que me producía la actitud política de los
principales líderes de nuestra democracia. Esa misma actitud, de
profunda quiebra de la concordia nacional, de fraccionamiento y de
discordia es la que ha presidido el desarrollo de la Comisión
Parlamentaria de Investigación; Comisión que ha sido la del reproche
y del oportunismo. Entonces manifesté que: "Creía que las dos
Españas estaban superadas" y que la democracia tiene sus reglas y
que todos los que las respetan son buenos (unos y otros), que sólo
son malos, que sólo son asesinos, que sólo podemos criminalizar y
que sólo merecen nuestro desprecio y nuestra más dura condena, los
que no respetan las reglas de juego, los que infunden el terror, los
terroristas y quienes con ellos colaboran. Y que, precisamente, es
contra ellos contra los que hay que luchar. Parece, sin embargo, que
durante todo este tiempo nuestros "representantes políticos" han
olvidado ese detalle y han seguido haciendo de la Comisión un campo
de batalla donde han continuado haciendo una política de mutua
acusación y de condena. No son de extrañar pues las palabras de
Pilar Manjón. Efectivamente, ya está bien de utilizar "el
dolor de las víctimas con fines partidistas". ¡No! políticos "que
cobráis por mandar", no bastan los gestos, no es suficiente el
nombramiento de pomposos comisionados; los "que pagamos por
obedecer" exigimos la necesaria concordia, el consenso, el cese de
hostilidades; sólo así se podrá demostrar que quienes gobiernan lo
hacen desde el respeto al pluralismo y para todos los españoles, y
eso, precisamente, es lo que os han demandado las víctimas del
terrorismo.
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