El pasado 28, Eugenio Domínguez, inauguró el curso
académico universitario en el suntuoso acto solemne de apertura,
acto de aquellos, pocos ya, que aún guardan cierto rancio sabor del
pasado glorioso de la Universidad. Doctores vestidos y cubiertos de
símbolos académicos, autoridades, alumnos, cánticos y formas (sobre
todo formas) que dan sentido (ciertamente mágico) a gestos y
palabras que ya no son el común denominador de la Academia. Cuando
todavía aquella vieja Universidad era, hace 7 décadas, José
Ortega y Gasset escribió un ensayo llamado Misión de la
Universidad ; cabe ahora preguntarse qué puede hoy aportarnos
ese ensayo. Ortega presentaba en aquel trabajo una visión dual de la
Universidad, o mejor dicho, pensaba que ésta se justificaba por una
doble misión. Por una parte formar al buen profesional, al buen
especialista, pero sin olvidar la formación del hombre culto, sin
olvidar que la formación debe ser mucho más que un mero utensilio
para triunfar en la vida. Por eso la segunda y, también, importante
misión de la Universidad pensaba Ortega que había de ser la
formación en los valores, en las ideas, en la cultura de los
"mejores" y no de los "mediocres". Sin duda Ortega sigue acertando,
en la Universidad debemos formar sí a buenos especialistas, pero eso
no nos ha de hacer olvidar que también hemos de formar a hombres y
mujeres. Como dijera el filósofo español, un especialista no deja de
ser un bárbaro que sabe mucho de una cosa. Para evitar formar
bárbaros deberemos esforzarnos en formar hombres cultos. También
interesó a Ortega la tarea investigadora, esencialmente
universitaria, y también aquí su opinión continúa vigente:
investigación sí --esa es la dignidad y el alma de la Universidad--
pero que sirva a las necesidades y vitales fines de la sociedad, no
la vacua producción sin vigor creativo. Eso deseamos 70 años
después. ¡Buen año académico para todos!
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