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CONDUCTAS
IGLESIA E INDULGENCIA

      DIEGO MEDINA MORALES CATEDRATICO DE UNIVERSIDAD 12/12/2004

    Hay quien juzga a la Iglesia sólo por las manifestaciones que, a través de las cartas pastorales, hace su jerarquía o por los comunicados de la Conferencia Episcopal. Se debería tener en cuenta que la Iglesia católica parte de unos concretos principios y que, como en cualquier otra institución, su jerarquía debe ser coherente con su doctrina. Por ejemplo: si la Iglesia concibe al matrimonio, y a la vida sexual en el matrimonio, como una unidad de amor encaminada a la procreación, nada nos debe extrañar (estemos en ello de acuerdo o no) que sus más altas jerarquías declaren pecado todo método de anticoncepción, de otro modo se le podría criticar por incoherente. Recientemente el asunto se ha referido al uso del preservativo como medio paliativo para la epidemia de sida que vive la humanidad. Muchos han alzado su voz contra la Iglesia acusándola de intolerante e inhumana por no permitir, oficialmente, el uso del preservativo. Quienes así se manifestaron olvidaban que en los países más necesitados (donde los grandes laboratorios farmacéuticos impiden la clonación y el bajo coste de fármacos paliativos) son precisamente muchos misioneros/as (religiosos/as) quienes distribuyen el preservativo entre los enfermos. Y no es que les inviten a pecar, no. Conforme a la libertad de conciencia (tan fundamentada por Santo Tomás) les dicen (como suelen hacer la mayor parte de confesores) que sólo se peca si el uso que se hace del preservativo es con el mero fin de evitar la procreación y que no peca si es para evitar el contagio del sida. Hay más, la Iglesia es tan tolerante que aún si alguno usa el preservativo con el mero objetivo de evitar la procreación, basta un arrepentimiento espontáneo y el confesor le perdona. El Estado, sin embargo, no perdona ningún delito (a veces indulta y no siempre a los más necesitados) y no por ello le llamamos intolerante.

     
     
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