Ha muerto Christopher Reeve, ha muerto Superman, un hombre
que supo encarnar en el cine y en la vida cotidiana al genuino
súper-hombre, pues Christopher Reeve ha supuesto, más en la vida
real que en la propia pantalla, una probada muestra de vida
"ejemplar".
Acostumbrados como estamos (dado el individualismo predominante
en nuestro contexto social) a considerar que las relaciones humanas
son "accidentales", que dependen de la libertad y la voluntad
individual del hombre, llegamos incluso a concebir que el hombre
tiene "un derecho" que le permite abstenerse de ellas (del mismo
modo que se puede dejar de jugar al golf, o se puede vender un bien
cualquiera) renunciando a las mismas (renunciando pues a ser hijo,
padre, hermano, vecino, esposo, ciudadano, miembro de una
asociación, etc.), es decir, renunciando a la participación en
sociedad, renunciando al mundo. Por eso no nos parece raro que
incluso en virtud de ese (pretendido) derecho pueda justificarse el
suicidio (por que la vida, en ciertas condiciones, ya no vale a
quien la considera una seudo-propiedad individual). Por eso el
ejemplo de Revee es un ejemplo de superhombre. Sólo él, tetrapléjico
dependiendo de un respirador, nos ha demostrado, con su vida
paradigmática dedicada a vencer su postración (movió un dedo), que
existe una importante dimensión constitutiva del hombre, la entrega
a los demás, donde la vida, sea la que fuese, siempre adquiere un
valor fundamental.
El individualismo es una acentuación unilateral de la
individualidad, no permanece a nivel de ideas, sino que crea una
actitud, un hábito existencial: los individualistas se creen siempre
acreedores, nunca deudores de los demás. Por eso Christopher Revee,
nada individualista, fue un verdadero héroe también fuera de las
pantallas.
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