Baumgarten hacia el 1750, en su libro Aesthetica ,
introdujo el término "estética" para designar el saber que se ocupa
del arte o de lo bello; un saber que suponía el conocimiento
sensible, aunque "perfecto", de las re-presentaciones. Este concepto
fue también objeto de atención de otros muchos autores, como fue el
caso de Hume (Regla del Gusto, 1741) o Burke (Acerca
del origen de las ideas de lo sublime y de lo bello, 1756); aunque
sería definitivamente Kant quien determinaría la identidad de
lo bello al afirmar, en su Crítica del Juicio, que "la naturaleza es
bella cuando tiene la apariencia del arte".
La noción de lo "bello" está muy extendida en el uso común, sobre
todo hoy día en el culto de las formas o lo cánones a la moda; por
eso en la historia de lo estético se presentan gran variedad de
definiciones de lo que sea arte y de lo que sea bello, aun cuando no
todo, indiscriminadamente, puede ser considerado arte, ni todo puede
ser considerado bello; si algo caracteriza a lo estético --a lo
bello--, a lo artístico es su vocación de permanencia, de solidez,
de esencia perdurable, producto del encuentro entre la naturaleza y
el hombre.
Lo contrario a la estética es la vanidad que, como su nombre
indica, viene de lo vano, de lo frívolo, de lo insustancial. La
vanidad no tiene esencia, ni permanencia, ni vocación de perdurar y
consiste en la sublimación de lo efímero y de lo superficial. Por
eso mientras que la vanidad es una cuestión de meras formas, la
estética --o el arte-- es una cuestión de esencias.
Se ve que a Pedro Almodóvar se le ha acabado el arte y
que, por consiguiente, en un súbito ataque de vanidad ha sucumbido
al mundo de las --efímeras y por ello feas-- formas. No se si dicha
conducta es reprobable o, por el contrario, aceptable; pero quizá es
normal en quién, como este chico, siempre estuvo más interesado en
las formas que en las esencias. En todo caso, mi más sentido pésame.
|