Hay ocasiones en que las palabras
nos parecen incapaces para expresar los sentimientos.
Este, para mí, es uno de ellos.
Y esa palabra es GRACIAS, cuyas
siete letras quiero pronunciar con el sentimiento
y la razón mezclándose.
Gracias Rector, Gracias Consejo
de Gobierno por el dorado tatuaje con que me habéis
marcado.
Sé que la Universidad tiene muchos desafíos
y de ahí nacen los múltiples problemas
que hay que resolver para dar respuesta a lo que
de la universidad esperamos. Pero hoy no quiero
echar a andar por este sendero, porque, después
oiremos al Rector que nos dará una radiografía
completa y su diagnóstico. Yo, voy a hablar,
telegráficamente, de universidad y utopía.
Lo primero que quiero decir es que hablo de la utopía
realista, aquella que tiene relación con
la realidad. Pero la utopía no tiene porque
convertirse en realidad plena para provocar una
tensión en el paisaje social e histórico.
Aquel grito de Martín Luther King diciendo
“yo tuve un sueño” y en ese sueño
veía la integración de blancos y negros,
en días de tensiones dramáticas. Puede
ser el ejemplo de la utopía que posee la
fuerza de irradiar la realidad para cambiarla. La
utopía, y en esta expresión de Luther
King, se ve con claridad que es la síntesis
de lo racional y lo onírico..., y su objetivo
es cumplir los desafíos de ese sueño
utópico que debe producir un cambio profundo
de la realidad. El camino es largo como estamos
viendo, pero el camino existe y hay que andarlo,
aunque nunca se llega a un final absoluto. Siempre
hay que mantener una tensión dialéctica
para alimentar la esperanza y convertir lo improbable
en posible, cuando ese posible se sitúa en
la construcción de la historia en un mejor
entendimiento entre los hombres. Es un imperativo
luchar por una sociedad menos conflictiva, y buscar
una convergencia múltiple. Ante nosotros,
aquí y ahora, tenemos la utopía realista
de conseguir la armonización de verdadera
igualdad entre hombres y mujeres.
Es difícil imaginar una
sociedad moderna sin que la universidad sea uno
de los motores para estimular los cambios positivos
en la sociedad. La universidad debe contribuir a
identificar las utopías que pueden conducir
a los cambios reales y superar estas épocas
de pasiones tristes que todo lo reducen a lo económico
como un fin en sí, convirtiendo al hombre
en unidimensional, y en sujeto único del
utilitarismo primario.
En el ámbito universitario
el hombre debe conocer la gran utilidad de lo inútil.
Muchas cosas consideradas inútiles son la
esencia de lo útil, son las que hacen a hombres
y mujeres pluridimensionales. Hablo de humanidades,
de cultura en un sentido genérico, de historia
en geografías amplias, de filosofía.
Pensar, saber pensar y definir el papel de lo humano
y el humanismo es uno de los puntos de partida para
mejorar la convivencia.
Todas las disciplinas que se cursan
en nuestra universidad tiene una carga enorme de
humanismo, ya que el objetivo final es mejorar las
circunstancias de la condición humana. La
universidad no es una institución es sí,
y para sí, sino que su objetivo final son
los otros, toda la sociedad. La Universidad, nuestra
Universidad tiene que ser un factor esencial para
mejorar la calidad de vida, en primer lugar en nuestro
entorno. Para ello debe ser una universidad cosmopolita,
conectada con los saberes y conocimentos que se
producen en el mundo, aparte de responder a las
coordenadas y directivas europeas. Los consejos
sociales, esa casi reciente institución universitaria,
tiene como objetivo articular sociedad y universidad,
señalando las apuestas en el campo de la
utopía realista.
Para matizar el sentido de la utopía,
hay que distinguir, entre lo que se mueve en lo
real con la tentación subversiva de mejorarlo,
y la irrealidad absoluta. La irrealidad absoluta
sería que la medicina tuviera como objetivo
básico vencer a la muerte. Esa apuesta se
saldaría con la derrota absoluta. La apuesta
de la medicina es conseguir mejorar la calidad de
vida en sus distintos tramos y en la lucha contra
la enfermedad en donde está consiguiendo
brillantes victorias parciales. Este es el mensaje
optimista. Termino, porque seguir desgranando ideas
sobre utopías para la universidad cordobesa
sería una larguísima tesis.
Señor Rector, Consejo de
Gobierno: GRACIAS. Gracias por esta cicatriz dorada
con la que me habéis herido, una herida que
marcará de orgullo agradecido el resto de
mis días.