Aterotrombosis en enfermedades autoinmunes sistémicas

La enfermedad vascular aterotrombótica representa un problema global de salud pública de importancia creciente. A pesar de los avances que se han realizado en el tratamiento de las manifestaciones clínicas de esta enfermedad (infarto de miocardio, accidentes cerebrovasculares, aneurisma aórtico, vasculopatía periférica, etc.) las recidivas son frecuentes y la morbimortalidad continúa siendo elevada.

Los nuevos conceptos relacionados con la patogenia de la aterotrombosis (AT), donde la inflamación generada por un mecanismo inmunológico se considera determinante, han permitido considerar que un proceso autoinmune esté involucrado en su inicio y perpetuación1. Las enfermedades autoinmunes más estudiadas en relación con la AT son aquellas que presentan una mayor incidencia, como el lupus eritematoso sistémico (LES), el síndrome antifosfolípido primario (SAF) y la Artritis Reumatoide. Un aspecto importante de la prevención y tratamiento de la aterotrombosis consiste en identificar precozmente a los sujetos con riesgo vascular aumentado, susceptible de desarrollar episodios trombóticos. La identificación de biomarcadores específicos en cada condición autoinmune es asimismo crucial para el desarrollo de nuevas aproximaciones terapéuticas en pacientes que no responden a la terapia estándar o sufren resistencias o recaídas.


Complicaciones metabólicas en enfermedades autoinmunes sistémicas e inflamatorias crónicas

El estado inflamatorio asociado a la obesidad contribuye de manera muy significativa al desarrollo de diversas enfermedades crónicas, como enfermedades autoinmunes, metabólicas y cáncer. Numerosos estudios han sugerido la importancia de las interacciones recíprocas entre el sistema metabólico y las células inmunes, lo que explica que enfermedades donde el sistema inmune se encuentra exacerbado puedan dar lugar a desórdenes metabólicos asociados. Así, la artritis psoriásica y la artritis reumatoide son enfermedades inflamatorias crónicas con alta prevalencia y estrechamente relacionadas con diversas comorbilidades metabólicas tales como síndrome metabólico, obesidad y diabetes tipo II, aumentando significativamente el riesgo de padecer enfermedad cardiovascular en estos pacientes. Dada la alta prevalencia de las complicaciones metabólicas en estos pacientes crónicos, sería de gran relevancia la búsqueda de nuevos biomarcadores que puedan identificar procesos desencadenantes o predecir su evolución clínica. 


Espondiloartropatías

La Espondilitis Anquilosante o Anquilopoyética (EA) es una enfermedad articular inflamatoria crónica asociada al antígeno HLA-B27, de causa desconocida, que afecta predominantemente al esqueleto axial, especialmente a las articulaciones sacroilíacas. En ocasiones puede acompañarse de manifestaciones extra-articulares, como inflamación en los ojos (UVEITIS) o en las válvulas cardiacas y el desarrollo de aterosclerosis acelerada. En las EAs la marca diferenciadora del remodelado óseo es la formación ósea patológica, que ocurre en las entesis y puede evolucionar a una entesitis anquilosante, ya sea vertebral o de las articulaciones periféricas.

La inflamación crónica y la osificación en la EA se desarrollan en vías moleculares diferentes, pero con probable influencia recíproca. La perpetuación de la formación ósea dependerá en mayor o menor parte de la inflamación, pero también de factores genéticos, aún no identificados y diferentes de los que determinan la susceptibilidad a la enfermedad inflamatoria. Es precisa pues la búsqueda de nuevas dianas terapeúticas e investigar la relevancia de nuevos protagonistas celulares y moleculares en la inflamación, la aterosclerosis y la osteoproliferación.