Lunes, 02 Marzo 2020 09:09

Reportajes UCO: Panda Raid o cómo graduarse en experiencias extremas en el desierto

Escrito por G.C./M.J.P.
Juan Luis Toro (arriba), Manuel Carvajal y Mª Carmen Castro, los tres estudiantes de Ingeniería Mecánica que participan en el Panda Raid 2020. Juan Luis Toro (arriba), Manuel Carvajal y Mª Carmen Castro, los tres estudiantes de Ingeniería Mecánica que participan en el Panda Raid 2020. G.C.

Acaba de comenzar la tarde cuando llegamos al Aula del Motor, en el Campus de Rabanales, y encontramos un curioso bodegón de personas en escorzos complicados, manos sucias y trabajadas que aprietan tornillos, se pasan herramientas, trastean bajo el elevador donde está subido un coche Panda e intercambian términos reservados solo a los entendidos en mecánica. Hay cierta tensión en el ambiente. “Perdona, pero es que vamos un poco apurados de tiempo”, dice Juanlu, uno de los estudiantes, desde arriba. En tan solo unos días, este y otros tres Panda más estarán camino de Almería para embarcarse en otra edición más del Panda Raid, un periplo de más 1.800 kilómetros por el desierto de Marruecos, desde Nador hasta Marrakech. A los mandos, Manuel Carvajal Ortega, Mª Carmen Castro Prieto y Juan Luis Toro Hernández, estudiantes de Ingeniería Mecánica de la Escuela Politécnica Superior de Córdoba (EPSC); junto a su director, Juan Jesús Luna Rodríguez; el responsable del Aula del Motor, Rafael Pérez Alcántara, Rafael Gómez Haro y Andrés Izquierdo Reina, dos de los patrocinadores, e incluso un vicerrector lo suficientemente atrevido como para este viaje, Antonio Cubero Atienza.

Como define la propia organización en su web, el Panda Raid es un rally amateur de larga distancia y resistencia que se celebra anualmente en marzo, “donde más de 300 equipos deciden desafiar la suprema ley del sentido común y lanzarse a una aventura old school a bordo de un viejo Panda (o también Marbella)”. Se desarrolla en Marruecos a través de un recorrido de 7 etapas, que en algunos casos “ponen a prueba las capacidades físicas y mentales de los equipos, valores supremos de un esfuerzo mecánico y de camaradas que pretende dejar atrás, al menos por unos días, el bullicio de la civilización y la dependencia de la tecnología. Lo importante no es el tiempo ni la velocidad; superar Panda Raid implica ante todo llegar a la meta”, cuentan. El recorrido, se centra sobre todo en el sur de Marruecos y está compuesto en su mayor parte por pistas, zonas de arena y 360º de desierto. A este reto se va a enfrentar un equipo de la UCO formado por ocho integrantes y cuatro coches, cómo no, Panda.

 Estudiantes de la UCO en el Panda Raid 2018 (a la derecha, Manuel Carvajal, que participa otra vez este año).

A los pocos minutos de interrumpir el bodegón mecánico, el rugido indiscutible de un motor de competición anuncia la llegada otros dos Panda. A bordo de uno de ellos, Rafael Pérez, coordinador del Aula del Motor de la UCO. “Venimos de pasar la ITV”, anuncia triunfal. “No es fácil, date cuenta de que de estos coches solo el chasis es original. Hemos cambiado todo para adaptarlo a la competición, absolutamente todo”, explica. Y aquí está el verdadero aprendizaje de esta iniciativa. Más allá del aspecto clásico de un taller mecánico, el Aula del Motor es un lugar de experimentación e innovación. En una época en la que están de modas las metodologías inductivas de enseñanza-aprendizaje, el Aula del Motor lleva casi una década enfrentando a los estudiantes a retos prácticos: diseñar de principio a fin proyectos de vehículos de competición y, por supuesto, llevarlos a cabo. 

“No sé cuántas horas invertimos aquí”, dice Manuel Carvajal, uno de los estudiantes de Ingeniería Mecánica que este año participa por segunda vez en el Panda Raid. “Estas horas no cuentan como créditos, ni prácticas ni nada, pero merecen muchísimo la pena porque lo que aquí se aprende es mucho más de lo que te pueden enseñar en clase”, afirma. “Por ejemplo, el contacto directo que tenemos con la industria, buscando patrocinadores, la fabricación de piezas, el mero hecho de cómo gestionar un proyecto a largo plazo… Todo eso es una experiencia que va mucho más allá de una asignatura”, explica. De la misma opinión es Juan Jesús Luna, director de la EPSC, que está agachado debajo del capó, trabajando. “Soy el que me ocupo de los cables”, sonríe. “El Aula del Motor y, en concreto el proyecto del Panda Raid, es una forma de aprender cosas que trasciende lo que se aprende en el aula”, comenta. “Hay mucho trabajo en equipo, más todo lo que supone llevar adelante un proyecto de principio a fin, buscar patrocinios, hacer márketing…”. Y apunta más: “Yo diría incluso que puede ser una motivación para continuar la carrera. Las ingenierías son duras, muchas veces los estudiantes pueden desanimarse, es algo muy sacrificado, y a mí me consta que algunos alumnos, si no hubiera sido por el Aula del Motor, hubieran abandonado la carrera. Les sirve de válvula de escape, de motivación”, sostiene mientras sigue trabajando con la parte eléctrica del coche, sin levantar la cabeza. Lo corrobora Antonio Cubero, vicerrector de Coordinación, Infraestructuras y Sostenibilidad, que este año se embarca por primera vez en esta aventura. “Creo que los aportes de una experiencia así son difícilmente evaluables: además técnicos y de formación en Ingeniería mecánica y de motores, en valores, ya que desarrollan su trabajo en un ambiente colaborativo y en equipo, y sabiendo que van a participar en competiciones en las que prima el compañerismo y la ayuda mutua, sin perjuicio de una cierta competición que, en su justa medida, también es sana. Realmente les aporta ilusión por sus estudios, práctica en su aplicación y formación integral como personas. Creo que la apuesta es redonda”. 

Y es que la dedicación que estos estudiantes y sus profesores tienen con este proyecto supera lo meramente académico. Los coches comenzaron a preparase en julio del año pasado, gracias a la colaboración de los alumnos del ciclo del Grado Superior de Automoción del IES Zoco, que ayudaron en el desmontaje del vehículo y realizaron los trabajos de chapa y pintura. Después, una vez que los Panda volvieron al Aula del Motor, comenzó el trabajo de adaptación de los coches. “¡Hemos perdido la cuenta de cuántas horas hemos echado aquí!”, dicen entre risas los estudiantes. “Hemos venido varias tardes por semana durante el primer cuatrimestre, en Navidad y, desde que finalizamos los exámenes, todos los días mañana y tarde”, comenta Manuel.

Juanlu y Manuel trabajando en uno de los Panda.

El motor también es cosa de chicas

Mª Carmen Castro, la única chica del equipo participante, va a trabajar todos los días a Bujalance y, a la salida del trabajo, vuelve al Aula del Motor a seguir trabajando en los Panda. Es la primera vez que va a participar en el Raid y está muy emocionada. “Esto lo hacemos por vocación y aprendemos mucho, porque los problemas que se presentan son reales, no son los mismos que se dan en una clase”, sostiene. Tanto Mª Carmen como Manuel fueron seleccionados para el Panda Raid tras ganar un concurso en el que se puntuaban conocimientos sobre la competición, conocimientos de mecánica y una prueba de conducción, orientación y navegación. Y, claro, la pregunta para Mª Carmen es casi obligatoria, pues es muy inusual ver a una chica desenvolverse como pez en el agua en medio de motores, chasis y cables. “Sí, también me gusta el mundo del motor y la pringue: todo lo que sea mancharse las manos”, dice riendo. “Entré en el Aula del Motor hace 4 años y no soy la única alumna de ingeniería, hay unas 10 chicas que colaboran en otros proyectos (de los cerca de 60 alumnos colaboradores)”. Mª Carmen y Manuel competirán juntos en el mismo coche. “En el Panda Raid hay equipos femeninos, incluso varios equipos formados por madre e hija”, nos explican. “Hace dos años, cuando Manuel volvió de Marruecos contando mil historietas, nos sentamos en la cafetería y le dije: Un día vamos a ir. ¡Y aquí estamos!”, nos cuenta Mª Carmen.

Lo que estos estudiantes han naturalizado era una rareza hace años aunque, curiosamente, el germen del Aula del Motor corresponde a otra mujer: la catedrática del Área de Termodinámica de la EPSC, Pilar Dorado. Su línea de investigación está relacionada con los biocombustibles y hace una década empezó, junto con unos alumnos, un proyecto de aplicación del biodiesel a kartcross. Unos años después, el profesor de Proyectos de Ingeniería, Rafael Pérez, le cogió el testigo y creó el Aula del Motor tal como hoy la conocemos.

Manuel y Mª Carmen formarán un equipo mixto.

Un libro de ruta, una brújula y a correr

Juan Luis Toro, estudiante de 4º de Ingeniería Mecánica, ya tiene experiencia en talleres mecánicos y se nota. Sube y baja al elevador con soltura, aprieta tuercas, da instrucciones precisas en un lenguaje desconocido para los ignotos en la materia; pero, sobre todo, está tremendamente contento y nervioso ante la idea de aventura que se avecina. “Estoy deseando montarme en el coche y poner rumbo a Almería, que es donde embarcamos hacia Marruecos -nos dice-, no puedo aguantar los nervios”. Su experiencia como mecánico no le resta valor al aprendizaje que, como ingeniero, está ganando en el Aula del Motor. “Diseñamos un proyecto de ingeniería al completo, desde la tuerca que ves al montarte hasta la que no ves por ningún lado”, explica. “Por esto tengo muchas ganas de probar lo que hemos hecho. Solo espero disfrutar, que no tengamos averías muy gordas, que no nos penalicen mucho y que tengamos buena puntuación”, afirma positivo.

Pero Manuel Carvajal sabe que las averías también son aprendizajes. “Las averías son gajes del oficio -explica-. Por ejemplo, el año pasado, tuvimos una importante. Uno de los cambios que le hacemos al coche para prepararlo es intentar subirlo lo máximo posible. El exceso de altura y un bache profundo que pillamos hizo que se doblara el chasis y rompimos justo en la etapa de más velocidad. Tuvimos que ser remolcados hasta un pueblo hasta arreglar la avería”, recuerda. Pero esos “gajes del oficio” de piloto no le desaniman, todo lo contrario. “Es una aventura que se la recomiendo a todo el mundo. Va todo tipo de gente, muy diversa. Además, siempre estás respaldado por la organización: hay un helicóptero 24 horas, coches escoba por si te quedas tirado en mitad del desierto, seguridad militar en el campamento por la noche… -explica-, pero cuando te abstraes de todo eso y vas por mitad del desierto, sientes una sensación de aventura y libertad increíbles. Pocas experiencias son equiparables a eso”. 

Y esta experiencia que con tanto cariño recuerda Manuel es una aventura que se vive al más puro espíritu explorador de otra época: sin wifi ni GPS. La organización te facilita un libro de ruta (que no un mapa de carreteras, ya que los participantes compiten a través del desierto), una brújula y una aplicación que cuenta los kilómetros recorridos. Todo un reto para una generación nacida y criada en la era digital. Quien sí pertenece a una generación analógica es Juan Jesús Luna, que también participa por segunda vez. “Es una experiencia muy gratificante, aunque también se sufre un poquito -comenta-. No obstante, lo curioso es que es una competición que quizás lo que menos tiene es de competición, porque hay mucho compañerismo. Ante cualquier avería o rotura tienes gente que se para y pierde tiempo para ayudarte”. Además, recuerda que los participantes llevan una pequeña ayuda solidaria en forma de material escolar. “El año pasado tuvimos una avería en Tengara y allí aprovechamos para donarlo a un colegio que acogía a niños de nómadas. El material escolar escasea allí y es muy bienvenido”.

Rafael Pérez (derecha) coordinador del Aula del Motor, durante su participación en el Panda Raid de 2018.

Rafael Pérez, va más allá. “El Panda Raid es una experiencia de vida”, sentencia. “Es una semana de vicisitudes. Dormimos poco. Conducimos entre 7 y 8 horas diarias a través del Marruecos más pobre. Los estudiantes conocen una realidad muy diferente a su estatus como universitarios españoles. Además, convivimos con otras 800 personas de más de 20 nacionalidades diferentes… ”, explica. Antonio Cubero, novato en estas lides, también afronta con tremenda ilusión su participación en el Panda Raid. “Creo que será una experiencia en la que podré corroborar en primera persona como es realmente la actividad del colectivo del Aula del Motor, vivir con ellos las mismas experiencias y que sientan que el equipo de dirección de la Universidad de Córdoba realmente les respalda, no solo de manera formal, sino en la práctica real”, explica. “Hacer equipo con un alumno será una experiencia también muy importante que contribuirá a ver las cosas exactamente desde su punto de vista y generar un compañerismo más allá del aula, en el que la separación de papeles es mucho más evidente. Me imagino que para él, en sentido inverso, será parecido”, comenta. Su compañero de equipo será el estudiante Juan Luis Toro, que bromea al respecto: “me han puesto con él en el mismo coche porque soy el que más sabe de mecánica y le tendré que resolver más de una papeleta”, dice entre risas. Cubero responde a la broma: “Este año me he armado de valor para vivir con ellos esta experiencia y ver de primera mano su desarrollo y las cosas buenas que aporta en su formación integral tanto como personas como en la vertiente de futuros ingenieros, pero también quiero volver entero”.

Aprender “pringándote las manos”

El Panda Raid y su intensa preparación previa es solo una de las muchas iniciativas que lleva adelante el Aula del Motor, capitaneada por Rafael Pérez. Son muchas horas de diseño de proyectos, de ensayo y error. “En las aulas hay mucho aprendizaje teórico y el práctico está muy enconsertado”, opina. “Sin embargo, aquí les damos la posibilidad de que fracasen, de que experimenten, porque esa es la verdadera forma de aprender. Por ejemplo, si tienen que diseñar una pieza en 3D para el Panda o para cualquier otro vehículo, lo hacen y la prueban. A veces esa pieza no funciona y tienen que seguir investigando”, explica. Esto implica horas y horas de trabajo. “Esto es por ellos y para ellos: los estudiantes”, sostiene Juan Jesús Luna. “Nosotros estamos guiándolos y echando una mano. Dedicamos horas para que ellos puedan tener esa experiencia y para que la sociedad conozca lo que hace la EPSC y, por extensión, la UCO”.

 Juan Jesús Luna, director de la EPSC, trabajando en el montaje eléctrico de los Panda.

“No puedo estar más agradecido con que Juan Jesús y Rafael se impliquen de esa manera en actividades que, aunque sean extracurriculares, nos aportan tanto y complementan nuestra formación profesional y personal”, afirma Manuel Carvajal“Trabajar codo con codo durante tantas horas con profesores que tienen tanta experiencia hace que estemos aprendiendo constantemente”, comenta.

Muchos de los alumnos que han pasado por el Aula del Motor han encontrado trabajo incluso antes de acabar la carrera. “Muchos patrocinadores nuestros necesitan trabajadores y acuden a nosotros porque saben que estos alumnos ‘se han pringado ya las manos’, y por eso no tienen que formarlos”, explica Rafael Pérez. “Para mí, es la mayor satisfacción personal de estar en el Aula del Motor”.

Cuando dejamos Rabanales, está cayendo la luz y empieza a hacer fresco. Ellos, sin embargo, continuarán trabajando en los coches hasta la noche. La aventura del Panda Raid está a punto de comenzar. El 6 de marzo, los cuatro equipos de la Universidad de Córdoba tomarán el ferry que les llevará hasta Nador, punto de partida de esta andanza motorizada. Volverán llenos de arena del desierto, anécdotas y vivencias clavadas en la retina. Un aprendizaje que solo se da fuera de las aulas, pero gracias al Aula.

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La participación de los equipos de la UCO en el Panda Raid es posible gracias a los siguientes patrocinadores: Autotractores Hermanos Montes (Grupo Agco), Laboratorios AMP, Desguaces Provaluta, Ciudatel 3D, Motul, Ocho Ruedas, Moresil S.L., Automatismos ITEA, Distribuciones RG3, IES Zoco, La Madrileña Perchán, Suministros Eléctricos Joysa, Escuela Politécnica Superior de Córdoba y Universidad de Córdoba.

 

 

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