El poeta y profesor Jaime Siles ha sido el encargado de desvelar su relación con la poesía gongorina en la última sesión del ciclo Góngora Vivo: cómo leen a Góngora los creadores de hoy, incluida en el programa de actividades organizado por la Cátedra Góngora. El acto ha tenido lugar en la Casa Góngora (c/ Cabezas, 3) y ha sido presentado por el director de la Cátedra, el profesor Joaquín Roses Lozano, quien ha destacado la labor del poeta valenciano como investigador y traductor.

Jaime Siles ha desvelado la relación que lo une a Góngora a partir del Soneto a Córdoba, exponiendo que Dámaso Alonso lo concibió como “obra maestra” y resaltando que “el artificio no apaga la emoción”. Siles ha subrayado que el poema se caracteriza por la técnica manierista de la “diseminación y recolección”, conectada con la técnica de la anamorfosis, empleada por los pintores manieristas de siglo XVI.

El poeta valenciano ha destacado el último terceto del Soneto a Córdoba, considerándolo “una maravilla desde el punto de vista de la emoción” y destacando la “pasión nostálgica del poeta”. Asimismo, Jaime Siles ha resaltado la capacidad de Góngora para “reducir la ciudad a sus elementos más característicos: río, llano y sierra”, relacionando esta “condensación del paisaje en muy pocos elementos” con la abstracción. Este último rasgo “explica el interés de Picasso por Góngora”, y la vinculación entre el proceso poético gongorino y el cubismo.

En relación al Soneto a Córdoba, Jaime Siles ha destacado cómo el rasgo que más le atrae es “lo poco que se corresponde al Góngora que cree conocer todo el mundo”, alejándose así de la “frialdad gongorina”. El poeta valenciano concibe la “inagotabilidad” como el rasgo más característico de un texto clásico, resaltando que “este soneto es inagotable”.

A través del diálogo establecido entre el profesor Joaquín Roses, Director de la Cátedra Góngora, y Jaime Siles durante la segunda parte de esta última sesión del ciclo Góngora vivo, el poeta ha expuesto que “sin Góngora no hubiéramos entrado en la modernidad”, subrayando la lectura de los clásicos como “la única manera de ser contemporáneos”.