Un trabajo internacional en el que participa una investigadora de la UCO describe un mecanismo que evita excesivas modificaciones aleatorias en el genoma


En el ADN de los seres vivos pluricelulares, desde un hongo al humano, hay unos elementos genéticos muy peculiares. Se llaman transposones y tienen la capacidad de ir de una parte a otra de la doble hélice produciendo modificaciones aleatorias. Por esa imprevisibilidad, se les ha llamado también genes saltarines. Un trabajo internacional, en el que ha participado una investigadora de la Universidad de Córdoba (UCO), ha observado que una parte de estos genes saltarines ha adquirido una función de control con respecto a sus congéneres, evitando, de esta manera su descontrol en la cadena genética. Dicho de otro modo, una familia de transposones actúa como perros pastores en un rebaño de ovejas, impidiendo que brinquen el cercado y pasten fuera del terreno acotado.

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