En el siglo XVII, sobre todo a raíz de la construcción del Coliseo del Buen Retiro (1630-1640), el teatro cortesano se encuentra dominado por las técnicas escenográficas y por la maquinaria procedente de Italia. A los grandes escenógrafos italianos de esta época, como Fontana, Lotti o Del Bianco, llegamos a través de una larga evolución, que empieza en el clásico Vitrubio y sienta sus bases en el siglo XVI con Sebastián Serlio, que en su obra de 1553 establecía los cinco tipos de escenario fijo.  

       Dos espacios son los que podemos distinguir para establecer la tipología de este teatro cortesano: los espacios abiertos y los cerrados.Las representaciones al aire libre en los jardines de la corte fueron del gusto de Felipe IV, más preocupado siempre por la brillantez de sus fiestas que por la crisis de su política. A los jardines anteriores, como El Prado, se unieron los de la Isla o los Negros del Buen Retiro, que, además, incorporó un gran estanque (de 445.658 metros), muy utilizado para la representación de diversas y fastuosas farsas acuáticas, según algunos detalles que nos han llegado, como el uso de ballenas y delfines arrojando agua perfumada a los espectadores. Del gusto del rey también eran los efectos maravillosos o "trucos" de ingenioso artificio que se prodigaban en estas farsas acuáticas, así como la riqueza del vestuario y la decoración.

     Este lujo escénico de mediados de siglo sería el que propiciaría la decadencia teatral, en la medida en que la tramoya era más importante que la obra en sí. En cuanto a los espacios cerrados, el Coliseo supuso una evolución con respecto a los salones de palacio que se improvisaban como escenarios, ya desde el siglo XVI. Por un lado, como lugar específico, estaba adaptado a los mecanismos y las exigencias escenográficas procedentes del teatro toscano. Así pues, contaba con una galería de máquinas en la parte superior del escenario, que posibilitaba los movimientos relacionados con esta parte: el vuelo de personajes (mediante carros, nubes y otros mecanismos), las apariciones de personajes (a través de diferentes recursos, como un águila, un carro, etc.), la caída de estos, etc. Destaca también el mecanismo que se ocupaba del movimiento del telón.

 

Mecanismo para el cambio de bastidores. Pedro Caldeón de la Barca, El Faetonte, ed. Rafael Maestre, Comunidad de Madrid, 1996.

   

     De la misma manera, la parte inferior del escenario también disponía de la cavidad necesaria para la incorporación de la nueva maquinaria, como los mecanismos para aflorar humos, fundamentales en las escenas de infierno y para las apariciones de personajes; los que imitaban las olas del mar, también esenciales para el decorado de las escenas marinas; o los que se encargaban del movimiento de bastidores, muy importantes para el cambio rápido de las escenas.

     No obstante, el Coliseo también es un edificio muy superior a los corrales en su construcción y artificios escénicos. Además de ser cerrado por todas partes y estar provisto de techumbre, su escenario los aventajaba en magnitud y posibilidades escénicas, como el hecho de poder abrirse por el fondo hacia el jardín, haciendo que éste formara parte del oficio, lo cual se destinaba a las representaciones con paisaje de árboles, constituyendo un preludio del teatro de la naturaleza.

     Por otro lado, sus dimensiones y estructura le acercaban a la fisonomía del corral de comedias. Así, frente a los dos peldaños del escenario de los salones de palacio, el Coliseo presenta un considerable alzado de éste sobre la platea, al igual que ocurre en los corrales. Otra similitud sería la existencia de diferentes lugares para la organización del público, que, si bien son distintos en el corral y en el teatro cortesano, cumplen la misma función clasificadora y, con ella, lo más importante, hacen del momento de la representación otro teatro en el que los espectadores son los actores, ya sea el de los mosqueteros llamando la atención de la cazuela, ya sea el de los personajes nobles situados en sus palcos o en la platea y haciéndose ver más que viendo la obra. En lo que respecta al aforo, encontramos un nuevo paralelismo con el corral, ya que el Coliseo, además de para representaciones íntimas y distinguidas, como las que acontecían en el Salón Dorado, estaba preparado para acoger a un público amplio y, por tanto, para un uso comercial del mismo. Se sabe que estuvo abierto al público, y aún con entradas de pago, al menos en parte de las localidades, durante el reinado de Felipe IV, pero, debido a los escándalos y molestias que acarreaba, este uso acabó a la muerte de éste.

     Sin embargo, lo que el Coliseo no modificó respecto a los salones de palacio, fue la privilegiada visión del rey, cuya figura seguía dominando la perspectiva, cuyo punto más álgido o punto de fuga estaba marcado por tres líneas imaginarias: la que va desde el lugar del rey hasta el escenario y las dos que salen de éste uniendo los puntos exteriores de los bastidores. Por esta razón de convergencia hacia un punto es lo que se le denomina perspectiva unifocal.

     Pero lo que sí es cierto es que, si bien el Coliseo no modificó la perspectiva establecida desde las representaciones privadas de palacio, sí consiguió una distribución más acertada de la misma gracias a su forma ovoidal, que recuerda al antiguo teatro clásico. En cuanto a la escenografía, también encontramos innovaciones en este teatro palaciego del siglo XVII. Así, las clásicas  divisiones y ordenaciones de Serlio, como la de las tres escenas típicas (cómica, trágica y satírica), se van complicando en la medida en que aparecen escenas de decorado mixto, y en el gusto por los abundantes y variados cambios de escena, posibles gracias a los nuevos mecanismos, y a la gran cantidad de ducados que a ellas dedicaban las arcas reales. La inclusión de la arquitectura es otro motivo peculiar de esta escenografía, ya que, además de la imitación de un determinado edificio, a modo de escenario fijo, se utilizan ahora mutaciones móviles, que marcan el decorado y la identidad de cada escena. Así, para una escena de palacio se coloca un templete, tal como se observa en El Faetonte de Calderón.

* Ilustraciones:

  • Ilustración 1. Fieras afemina Amor.
  • Ilustración 2. La fiera, el rayo y la piedra. Primera Jornada.
  • Ilustración 3. La fiera, el rayo y la piedra. Telón de bocaescena.

* Bibliografía