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Lunes, 13 de Junio de 2011 11:31

Julián de la Torre Cisneros cierra el curso en el Foro Synthesis abogando por la unión de razón y fe

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Profesor De la Torre Profesor De la Torre

Con el Seminario sobre “Razón y Fe: necesidad de una nueva síntesis”, el Foro Universitario Synthesis ha concluido sus actividades en el curso 2010-2011. El ponente ha sido el profesor Julián de la Torre Cisneros, Catedrático de Medicina de la Universidad de Córdoba, que centró su exposición en dos aspectos claves: la unidad de conocimiento (identificándola también con la unidad de vida) y el drama de la separación entre razón y fe.

Para De la Torre, por medio de la razón el hombre se contempla a si mismo inmerso en el mundo y en relación con sus semejantes. Esta capacidad especulativa propia de su inteligencia (“la filosofía”) le permite organizar sistemas de pensamiento. En ellos se puede reconocer  un núcleo de conocimientos constantes que son “patrimonio de la humanidad”. Entre ellos destacan los principios de no contradicción, de finalidad, de causalidad, la concepción de la persona como sujeto libre e inteligente y la capacidad de formular conceptos trascendentes (Dios, la verdad, el bien….). Utilizando la “recta razón” el hombre es capaz de  intuir su trascendencia. Así puede formular los principios primeros y universales del ser y sacar conclusiones coherentes de orden lógico y deontológico.

Según el profesor, la filosofía moderna considera al hombre como centro de su interés. Gracias a ello se han desarrollado de forma extraordinaria la antropología, la lógica, las ciencias, la historia y la lingüística. Pero este desarrollo ha olvidado la dimensión trascendente del hombre, porque no reconoce los límites del conocimiento humano basado sólo en la razón. No abarca la trascendencia humana porque no acepta el conociendo basado en la fe como don gratuito y no como consecuencia del pensamiento humano. La razón  y la fe representan un doble orden del conocimiento que deben entenderse como inseparablemente unidos. Todas las realidades, incluso las más cotidianas, pueden analizarse a la luz de la fe. Una está dentro de la otra y cada una tiene su propio espacio de realización.

El método científico no es ajeno a esta reflexión, a este doble conocimiento. A partir de una intuición (hipótesis) aplicamos el análisis científico para obtener conclusiones. Aplicar al conocimiento de las “verdades últimas” sólo la razón supone asumir una “miopía” no corregida por unas lentes que son la fe. De ahí, concluye De la Torre, que sea responsabilidad del mundo universitario reconocer y defender la autonomía que la filosofía y las ciencias necesitan para dedicarse eficazmente a sus respectivos campos de investigación. Pero la legítima distinción no debe  transformarse en nefasta separación. Cuando la razón no reconoce la trascendencia del hombre se convierte en una “razón instrumental” al servicio de fines utilitaristas, de placer o de poder (ya no busca el fin último). La razón pierde de vista su meta final. Tampoco podemos aceptar un conocimiento sólo basado en la fe, que ignore y violente la capacidad racional del hombre. Por ello es necesaria la “SYNTHESIS” entre razón y fe: ¿De quién es esta misión?

El Prof. Albert argumentó, en su comunicación, que el Derecho Natural es expresión racional de la fe, destacando la figura y la obra de Santo Tomás de Aquino que han supuesto en la cultura occidental europea el máximo exponente de armonización entre fe y razón. Tomás de Aquino supo conciliar las principales categorías de la filosofía griega (influido inicialmente por ideas platónicas y neoplatónicas trasmitidas por Avicena,  por su maestro San Alberto Magno e incluso por San Agustín y con posterioridad por el pensamiento aristotélico) con el pensamiento cristiano y particularmente con la teología cristiana.

La Ley Natural establece los primeros principios de orden moral inmediatamente percibidos por la razón del hombre y captados como su bien específico. Dicho de otro modo, la Ley Natural  es “la participación de la ley eterna en la creatura racional”.En íntima relación con la Ley Natural se encuentra el Derecho Natural. La ley Natural hace referencia al conjunto de los preceptos morales de la naturaleza, mientras que el Derecho natural se refiere a un sector autónomo de esa moral, que es el de la justicia social. La adecuada síntesis entre fe y razón, alcanzada por el Sto. Tomás de Aquino en el siglo XIII, y traducida en un derecho natural común a la humanidad, es hoy una asignatura pendiente para gran parte de la humanidad.

En su intervención, el Prof. Luis López Bellido planteó los desafíos de un “cientifismo sin alma”. Las ideas y descubrimientos científicos acerca del hombre y la naturaleza, perfectamente aceptables y en sí mismos inocuos, están siendo reclutados para una batalla contra nuestras enseñanzas morales y religiosas tradicionales, y aun contra nuestra forma de entendernos a nosotros mismos como criaturas dotadas de libertad y dignidad. Ha surgido una fe cuasi religiosa –podríamos llamarla “cientificismo sin alma”– que cree que nuestra nueva biología puede desvelar por completo el misterio de la vida humana, ofreciendo explicaciones puramente científicas del pensamiento, el amor y la creatividad humanos, de la conciencia moral e incluso de nuestra fe en Dios.

Aunque la sociedad en su conjunto no produce ni opera la ciencia, cuyo desarrollo depende relativamente de pocas personas, utiliza los beneficios que se derivan de ella y descansa en creencias nacidas en los ambientes científicos. El origen del conflicto entre ciencia y fe no es un conflicto social, sino que se desarrolla dentro de los ambientes científicos y desde allí se propaga. La pretensión ingenua de que todo resultado científico es bueno por el solo hecho de ser científico, quedó sepultada en Hiroshima.

Para el profesor, la “sociedad del conocimiento” necesita de una ética. Esta ética no puede provenir de sus propias premisas científicas, hace falta la fe religiosa para otorgarle un valor absoluto: una sociedad científicamente fundamentada necesita de la fe, y una fe adulta necesita del conocimiento científico. La filosofía que la fundamente no podrá ignorar la ciencia. Dicha sociedad que no es sólo católica, necesita de los teólogos para lograr un ecumenismo religioso que le muestre “aquello que las cosas son en relación con el plan de Dios”. Con una ética de origen religioso y aceptable para los no creyentes, consensuada y universal como es universal el conocimiento científico, se podrá lograr nuevamente el balance entre Razón y Fe. En este problema se debate la sociedad contemporánea.