“Sin noticias de Gurb”, de Eduardo Mendoza

4 años 7 meses antes - 4 años 6 meses antes #42 por club-lectura
Releo Sin noticias de Gurb veinte años después, y aunque no me parece tan graciosa como la primera vez, sí logra arrancarme más de una sonrisa y hacerme pasar un buen rato (evidentemente la novela no es la que ha cambiado). Busco información para este post y me entero de que fue publicada por entregas en El País , y sólo después de ser “folletin” pasó a ser novela de verdad. Y no me extraña: tiene algo de urgencia, algunos fallos de escritura, referencias espacio-temporales de entonces (la Barcelona en obras anterior a las Olimpiadas del 92), a personajes de la época muy concretos que, para los de cierta edad, siguen siendo divertidas, y que a otros les sonará a chino (paradójicamente, o no, hay una referencia a Paquirrín, cuando era el niño que su madre sacaba en los conciertos, pero que las nuevas generaciones también sabrán reconocer ahora. Se ve que por él no ha pasado el tiempo. O sí). A pesar de todo esto, es una novela que se sigue conservando bastante bien, no en vano es una de las más vendidas y conocidas de su autor, Eduardo Mendoza , para el que, entre las novelas largas y las cortas “hay una gran diferencia: cuando estás escribiendo una novela lo has de tener todo en la cabeza. La primera página está muy bien, cuando llevas ciento cincuenta la parte del cerebro que le has de dedicar es muy considerable, y si tienes setecientas o mil quinientas, o seis mil, tienes todo el cerebro dedicado exclusivamente, y es muy difícil vivir la vida cotidiana de este modo”. Quizá por eso es por lo que su obra se puede dividir fácilmente en novelas largas o serias ( La verdad sobre el caso Savolta , La ciudad de los prodigios, Mauricio o las elecciones primarias, Una comedia ligera) y otras cortas y/o humorísticas (El laberinto de las aceitunas, El misterio de la cripta embrujada, Las aventuras del tocador de señoras, El asombroso viaje de Pomponio Flato…). A este último grupo pertenece la que hoy nos ocupa.
En una nota del autor que aparece al final del libro, Eduardo Mendoza dice a propósito de Sin noticias de Gurb, unos años después de escribirla: “Dudo que exista en toda la historia de la literatura reciente un libro más fácil de leer, por la sencilla razón de que está escrito en un lenguaje coloquial, su contenido es ligero y las partes que lo integran tienen una extensión de muy pocos renglones. También es un libro alegre, como lo fueron las circunstancias en que fue escrito: una primavera llena de promesas. Es una mirada sobre el mundo asombrada, un punto desamparada, pero sin asomo de tragedia ni de censura. A esto contribuyó el hecho de haberlo escrito pensando en que tendría una vida efímera, que se iría esfumando de día en día, y de que por lo tanto no había de tener más entidad que una charla de amigotes”.
Sin noticias de Gurb no hay, entonces, que considerarla más allá de lo que es: un divertimento pasajero que nos entretiene y nos provoca sonrisas y alguna que otra carcajada (eso ya depende del sentido del humor de cada uno). Para ello utiliza una serie de mecanismos como son la reiteración forzada, el humor negro, las palabras en cursiva, hipérboles, situaciones absurdas, y sobre todo, la distancia que da el hecho de que los protagonistas seas dos extraterrestres que, por una avería en su nave, aterrizan en nuestro planeta, aprovechando así la situación para conocerlo mejor (a la manera de las “Cartas marruecas” de José Cadalso o el “Micromegas” de Voltaire). Como son incorpóreos, adoptan la forma que les apetece, y esa es una de las cosas más graciosas. Gurb, directamente, toma la forma de Marta Sánchez ( la del año 90 ) y desaparece (os podéis imaginar a qué se dedica a partir de entonces). Su compañero, del que no se nos dice su nombre y que es el que cuenta la historia en primera persona a la manera de un “diario de campo”, sale en su busca y para ello va adoptando, como Mortadelo, distintas apariencias, tanto de personajes más contemporáneos (Gary Cooper, el duque y la duquesa de Kent, Manuel Vázquez Montalbán), como históricos (el conde-duque de Olivares, Ortega y Gasset, Julio Romero de Torres, Pío XII, Frascuelo Segundo) Todo lo que ve le asombra, y a su vez su comportamiento es de lo más extraño para nosotros, como, por ejemplo, su desmedida afición a los churros (“Me como los diez kilogramos de churros que he comprado. Me gustan tanto que, acabado el último, me como también el papel aceitado que los envolvía”). Al igual que en la mayoría de las novelas de humor, el autor se sirve de éste para hacer una crítica a situaciones muy del momento, como los “yuppis” de la época :'El ejecutivo conduce el coche con las rodillas; con la mano derecha sostiene el auricular del teléfono del coche; con la mano izquierda sintoniza la radio del coche; con el codo izquierdo sube y baja las ventanillas del coche; con el codo derecho impide que los niños jueguen con el cambio de marchas del coche; con la barbilla pulsa sin pausa el claxon del coche'. Pero también a otras que no cambian: la riqueza-pobreza en los diferentes barrios, los políticos o el mercado inmobiliario. El protagonista, poco a poco se va acostumbrando a la vida en la Tierra, y qué mejor manera de integrarse, al menos en España, que a través de del bar del barrio (incluso fantasea con la idea de regentarlo) y la comunidad de vecinos (a la que acaba por regalar todas sus pertenencias) y al final decide quedarse, porque a pesar de ser un sitio con tantos inconvenientes, tiene a la vez algo que lo hace irresistible (¿la tortilla de berenjenas y la cervecita que le prepara todos los días la señora Mercedes, la dueña del bar?). Si afinamos un poco, y con el permiso de Eduardo Mendoza, podemos ver aquí la “moraleja” de esta fábula extraterrestre.
Como es una novela tan cortita, esta vez la dejamos entera (en pdf y txt, sólo si estáis registrados) para que paséis un buen rato con su lectura.
Además, tenemos muchos más libros de Eduardo Mendoza en la Biblioteca

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