100 años del nacimiento de Carlos Castilla del Pino

1 año 11 meses antes - 1 año 11 meses antes #144 por club-lectura
En octubre de 1922, en San Roque (Cádiz), nacía Carlos Castilla del Pino, y, aunque gaditano de nacimiento, es considerado por todos como cordobés de adopción, puesto que en 1949 llegó a nuestra ciudad para ejercer como médico (director del Dispensario de Psiquiatría) y aquí se quedó, primero en la capital, y a partir de 1989 en Castro del Río.
Es la primera vez que tenemos a un psiquiatra en el Club de Lectura, y, como no podemos abordar toda su obra por lo ingente de la misma y porque este no es sitio para ello, nos vamos a centrar en el libro que escribió Anna Caballé en 2005, Carlos Castilla del Pino: cinco conversaciones sobre la psiquiatría, la felicidad, la memoria, los libros…
Como bien se aclara en el título se trata de cinco conversaciones que la escritora y especialista en biografías y autobiografías Anna Caballé (inolvidable su Carmen Laforet: una mujer a la fuga) tuvo con Carlos Castilla del Pino para “recoger sus opiniones e ideas no reducidas a un tema específico, sino sobre muy amplios y diferentes aspectos de la vida”. Es un libro muy ameno, como lo son ambos conversadores, y que creemos que da una idea bastante aproximada de lo que fue y lo que representó (y representa) Castilla del Pino como hombre, como intelectual y como médico.
Ya en la Primera sesión, “Un hombre en activo”, Anna Caballé nos lo presenta como una persona concienzuda, meticulosa, ordenada y muy trabajadora, con una jornada laboral maratoniana, que, hasta el día de su jubilación en 1987 comenzaba a las cinco de la mañana y terminaba a las nueve y media de la noche. Fruto de ello son sus más de 1600 conferencias, 30 libros de psiquiatría y alrededor de 300 monografías sobre libros esenciales (incluyendo dos novelas y los dos volúmenes de su autobiografía), unos diez libros de ensayo, y, ya en el plano médico, más de 100.000 historias clínicas. Nos sigue hablando en esta primera sesión de su vida en la Córdoba de los 50, 60, 70…, cómo se integró en la escasa vida cultural existente (Equipo 57, la revista Praxis, el Club Juan XXIII), de su trabajo en el dispensario, un encuentro cuerpo a cuerpo con el sujeto en toda su complejidad (público, privado e íntimo), con lo que eso suponía en la Córdoba (la España) de esa época. Repasa el impacto que supuso la publicación de sus primeros títulos: Un estudio sobre la depresión (1966), La culpa (1968), La incomunicación (1969) o Cuatro ensayos sobre la mujer (1968), y termina con temas tan interesantes como la conquista de la felicidad del ser humano (para lo cual debe sentirse bien en sus tres esferas, la pública, la privada y la íntima) o el trabajo del psiquiatra actual, basado más en los fármacos que en el estudio del paciente.
En la Segunda sesión, “Libros y lecturas” aparece el Carlos lector desde la más tierna infancia, con los libros que le marcaron durante toda su vida y de los que extrajo enseñanzas muy valiosas que lo irían a acompañar siempre: los místicos y la Vida de Santa Teresa, Recuerdos de mi vida, de Ramón y Cajal (de él tomó la tenacidad y la pasión por el trabajo), El Quijote (el mundo de los ideales) , Notas de andar y ver, de Ortega y Gasset (la posición filosófica en la vida,  la admiración, la inmortalidad), Adiós, Cordera, de Clarín (la actitud ante la injusticia de los más desfavorecidos), Psicopatologías de la vida cotidiana, de Sigmund Freud, que devoró con 14 años, La historia de San Michelle, de Axel Munthe (en el que descubrió un ideal de vida justo igual al que él tenía en su mente), todo Baroja, y los rusos: Dostoievsky, Chéjov… No nos extraña que a la entrevistadora le llame la atención la gran cantidad de rincones para la lectura de la Casa del Olivo (su casa en Castro del Río), así como la importancia dada en la vivienda a la biblioteca como tal.
En la Tercera sesión, Oscuridad, memoria, política… comienza hablando de la importancia que para él siempre ha tenido la casa, sinónimo de protección seguridad, la idea del “hortus conclusus” (“bajar al final de la tarde, cerrar el portón de la calle, sentir que Celia y yo nos aislamos totalmente del resto del mundo…”), sin olvidar a las perras, Greta y Livia, sus fieles compañeras. Como curiosidad, nos ha llamado la atención el hecho de que necesitaba oscuridad absoluta con respecto a la luz solar tanto para leer como para trabajar, sólo luz artificial, evitando así cualquier tipo de distracción. Repasa lo que es para él la memoria (su interés por la Guerra Civil viene de que aún vive preso de aquellos recuerdos que cambiaron su concepto del ser humano), la política (tanto Franco como la Transición y la Democracia, su pasado comunista, su presente como “ciudadano”, su amor a España que lo llevó a rechazar el exilio, amante de las tradiciones, pero no tradicionalista), y la religión, que no comparte, aunque sí respeta a “los que la viven con buena fe y les inspira una conducta honesta”.
La Cuarta sesión, Vida y autobiografía, empieza con la definición que hace de sí mismo: “una persona que muy tempranamente se trazó un proyecto y que, por todos los medios a su alcance, trató de llevarlo a cabo sin desviarse”. A continuación, aborda sus dos imponentes obras autobiográficas: Pretérito imperfecto (1997), que abarca desde su nacimiento hasta 1949, y Casa del Olivo (2004), desde su llegada a Córdoba en 1949 hasta el momento de su escritura. En estos dos libros, imprescindibles para quien quiera conocer a Castilla del Pino, pero también la España de su época y, sobre todo, la vida intelectual del momento, el autor pone en práctica su idea de lo que es la autobiografía: una forma de recordar y ordenar , que debe estar bien escrita pero supeditada al objetivo autobiográfico; dar cuenta de la vida de uno con precisión, sin que la preocupación por la forma domine a la veracidad, dando toda la importancia a la verdad, a no mentir en ningún momento. Y eso es lo que él hizo en estas dos obras maestras. Aunque el lector no suele estar acostumbrado a tanta precisión y análisis riguroso, casi científico, no por ello dejan de ser impactantes y a ratos estremecedoras.
Termina en la Quinta sesión, Los filósofos y la felicidad, con este magnífico pensamiento que desde ya hacemos nuestro: “Es sabio quien consigue amar y ser amado, se apasiona con su quehacer, goza de la amistad leal e inteligente, y de los libros que puede leer una y otra vez, y de la música que no se cansa de oír, y de los cuadros que no cesa de ver… Y aleja y despacha fuera de su mundo lo que considera estúpido, cruel, feo, incluso incómodo. Sabio, luego feliz: nada más (ni nada menos)”.
Podéis consultar la obra de Carlos Castilla del Pino en la Biblioteca , y ver adjunto el precioso cartel que hemos elaborado para este aniversario.

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El siguiente usuario dijo gracias: pcantarero

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