Wednesday, 20 de May de 2015
Brasil investiga los procesos por los que los amerindios crearon las ‘terras pretas’
Organizadores del ciclo de conferencias con motivo del Año Internacional de los Suelos, junto al ponente, Alberto Inda (tercero por la izquierda).
Brasil se ha convertido en un granero para China. Una de sus principales entrada de divisas es la exportación de soja al gigante asiático. La disponibilidad de suelo del país permite producir importantes cantidades de esta leguminosa, muy consumida en Asia, pero también de arroz, maíz, trigo y diferentes frutas. Sin embargo, la mayor parte de la nación americana está compuesta por suelos tropicales, generalmente poco fértilse. Un milenario manejo agrícola de los pobladores originales ha permitido que en zonas selváticas haya suelos más productivos que los originales. Un profesor de la Universidad Federal de Río Grande del Sur, Alberto Inda, ha mostrado en la UCO, en el marco de la celebración del Año Internacional de los Suelos, el potencial que los suelos tropicales tiene para los ingenieros agrónomos y cómo el Estado brasileño indaga en ese pasado indígena para obtener un mejor aprovechamiento agrícola del terreno.
Brasil es un país 17 veces más extenso que España. En este inmenso territorio, los asentamientos agrícolas generalmente cerca de la costa atlántica. Actualmente, el límite con la zona amazónica está en el denominado cerrado brasileño, ganado a la agricultura durante el siglo XX. La colonización ha ido profundizando en el interior debido, fundamentalmente, a la pobreza de los suelos tropicales.
“La composición minerológica de los suelos tropicales suele ser muy simple y, desde el punto de vista químico, son bajos en pH y tienen altos niveles de aluminio, como principales características”, ha explicado Alberto Inda, de la Facultad de Agronomía de la Universidad Federal de Río Grande del Sur en la sala de grados Manuel Medina de la Universidad de Córdoba.
Debido a esta falta de fertilidad, desde la llegada de los europeos en el siglo XVI, los asentamientos agrícolas han ido penetrando en el continente, produciendo una deforestación en la vegetación original. La mata atlántica, la extensión vegetal que bordea la costa sudatlántica, se ha reducido hasta el 17% de la extensión original, aunque está en vías de recuperación.
La actividad agrícola se potenció en Brasil con la llegada de colonos de hablas italiana y alemana en el sur del país, en el Estado de Río Grande del Sur en el siglo XIX. Sin embargo, el empobrecimiento de los suelos lleva a estos emigrantes y sus descendientes primero, a abandonar las zonas costeras por el interior del Estado a principios del siglo XX. Una nueva pérdida de fertilidad empujó a los agricultores a Estados amazónicos, como Mato Grosso y Mato Grosso del Sur en los años sesenta del siglo pasado. “Con la llegada al cerrado, se ha podido contener la degradación del suelo en Brasil y se ha incrementado la productividad sin abrir nuevas tierras a la agricultura”, ha destacado Inda.
Investigando el pasado
Una de las claves para que los terrenos tropicales se vuelvan más productivos está en el pasado. En las proximidades de los ríos, existen suelos restos arqueológicos en su interior y niveles elevados de elementos que actúan como abono como el fósforo, que fueron creados por los pobladores originarios. Los amerindios generaron suelos resilientes, que no disminuyen su fertilidad a pesar de no usar complementos de abonos, y representan aproximadamente el 1% del total de la Amazonía. Se llaman terras pretas de índio, por su color obscuro.
La Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuária investiga actualmente los procesos por los que los amerindios crearon estos suelos con el fin de repetirlos y obtener suelos más fértiles en otras regiones del país.
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