Una experiencia didáctica diferente: el “marshmallow challenge” en el aula de Traducción Multimedia

Adentrarnos en el fascinante mundo de la traducción multimedia tiene que ser una experiencia que vaya más allá de lo lingüístico e incluso de lo técnico. Para localizar un producto debemos desarrollar distintas habilidades, con el objetivo de que el producto logre el éxito esperado entre los usuarios de la lengua de llegada. Pero, ¿qué habilidades? Según la guía de buenas prácticas de transcreación publicada por TAUS (2019), son aquellas necesarias para producir una traducción enriquecida por la creatividad y centrada en el estilo, el registro y el impacto emocional, y modificada para adaptarse a un nuevo público que puede ser un grupo de usuarios, un país, una región, etc.

Según Carreira (2021), una formación que preste atención a la creatividad permite mejorar la futura competitividad de los estudiantes en el mercado profesional y prepararlos para producir traducciones de gran calidad que una máquina nunca podrá producir. Por eso, después de dos años de pandemia, de clases a través de una pantalla en negro y de asignaturas que, reconozcámoslo, a veces son más teóricas de lo que nuestros estudiantes querrían, el inicio de esta asignatura me pareció la ocasión perfecta para innovar. Normalmente, los estudiantes suelen sentirse algo inseguros a la hora de dar rienda suelta a su creatividad; algo que, como ya hemos visto, es fundamental cuando trabajamos con textos que surgen en contextos tan innovadores como los videojuegos, las páginas web o la publicidad.

Conocí el marshmallow challenge en una formación para profesorado. Al principio, mi reacción fue la misma que la de mis estudiantes cuando les hablé de esta dinámica de grupo: “¿¡Pero qué invento es este!?”. Sin embargo, una vez que termina la actividad, todo parece tener sentido. El reto consiste en formar grupos de 4 o 5 personas y construir una torre en 18 minutos con unos materiales algo inusuales: 20 espaguetis, varios trozos de cinta adhesiva, medio metro de cuerda o hilo, y una esponjita. Sí, una esponjita, nube, jamón… hay muchos nombres para denominarla. La torre más alta que se mantenga en pie con la golosina en la punta es la ganadora.

Por muy infantil que parezca, esta actividad es muy popular en las dinámicas de grupo de empresas de todo el mundo para reflexionar sobre el concepto de team building. Con ella se fomenta el desarrollo de competencias necesarias para trabajar en equipo y que pudimos identificar al final de la clase (a eso llegaremos después). Según el sitio web Lanzaderas para el empleo y emprendimiento solidario, los objetivos de esta dinámica de grupo son tres:

  1. Fomentar la colaboración, el trabajo en equipo y el liderazgo compartido.
  2. Potenciar la relatividad como competencia básica para aportar soluciones a un reto.
  3. Aprender la importancia de la interacción en cualquier proceso creativo.

Durante la primera clase introductoria a la asignatura, propuse a los estudiantes de Traducción Multimedia dedicar un rato a completar este reto. Era una forma de “romper el hielo”, de conocernos más como grupo, de acercarnos (literalmente) entre nosotros después de meses en clase con metro y medio de separación, y de perder el miedo a ser creativos e interactuar como miembros de un equipo.

Durante la actividad, hubo de todo. Algunos grupos esbozaron diseños en papel y planificaron los pasos que iban a seguir, otros optaron por improvisar sobre la marcha, o decidieron asignar roles a cada integrante en función de sus cualidades y sus puntos fuertes (“A ella se le da bien dibujar y va a trazar el diseño”, “Ella tiene mejor pulso y va a colocar las piezas”…). Nadie levantó los ojos de la mesa en la que su equipo trabajaba. No interesaban los móviles ni los portátiles, porque estaban concentrados en hacer su mejor aportación a los compañeros (y en coronarse como ganadores del reto).

Algunas torres se vinieron abajo, pero entonces el grupo comprobaba cuánto tiempo les quedaba hasta que el cronómetro sonase y decidían volver a intentarlo. Así, trabajamos la improvisación, la resolución de problemas y el apoyo en los compañeros (incluso el apoyo entre equipos que decidieron compartir su material con los menos aventajados) para sacar el proyecto adelante y a tiempo.

Cuando el tiempo se terminó, quedaban dos torres en pie y un equipo ganador:

¿A dónde nos lleva todo este experimento? En primer lugar, a la puesta en común de las estrategias que cada grupo había puesto en práctica para su “proyecto” de construcción de la torre:

  • Preparación antes de emprender el proyecto.
  • Análisis previo de los materiales, los objetivos y las dificultades esperables.
  • Método de ensayo y error hasta dar con una fórmula o estrategia efectiva.
  • Improvisación cuando los medios disponibles son limitados.
  • Búsqueda de soluciones inmediatas ante imprevistos en el proceso.
  • Trabajo colectivo en las fases principales.
  • Asignación de roles en función de sus capacidades (por ejemplo, la colocación de las cintas a manos de quienes tenían mejor pulso).

Para reflexionar sobre todas las competencias que debemos desarrollar como parte de un equipo y descubrir, además de todo lo anterior, la “moraleja” de este reto, vimos esta interesante charla de Tom Wujec en TED.

Ahora bien, ¿cómo aplicamos todo esto a la traducción multimedia? Para extraer nuestras propias conclusiones, proyectamos en pantalla una hoja en blanco en la aplicación Mentimeter, donde los participantes introdujeron las competencias que consideraban que habían puesto en marcha en este particular ejercicio. El tamaño de las palabras obedece al número de veces que las palabras se repitieron en sus respuestas. Como podemos ver, en el centro de la nube de palabras encontramos la organización, creatividad e improvisación, seguidas de habilidades tan necesarias para un traductor como la imaginación, comunicación, trabajo en equipo, capacidad resolutiva, capacidad de análisis y resolución de problemas… Otros valores personales que me parecen realmente importantes para tener éxito en nuestra profesión los vemos en menor tamaño, pero ahí están: autocrítica, capacidad para rectificar, paciencia, perseverancia, compañerismo, escucha activa… Os invito a deteneros a observar cada una de las palabras introducidas por los estudiantes, porque no tienen desperdicio.

Ahora que hemos terminado el curso, puedo decir que todos han alcanzado con creces estos valores, que sin duda les acompañarán en este nuevo camino que emprenden como futuros traductores. Sin duda, tendrán mucho que aportar como profesionales y como personas a esta sociedad. Para terminar, os dejo con una galería de fotos de la dinámica de grupo, esperando que las encontréis tan inspiradoras como yo.

Referencias:

  • Carreira, O. (2021). The Girl Up Project: A Proposal to Teach Transcreation and Project Management Skills. Current Trends in Translation Teaching and Learning E, 8, 86 – 123. https://doi.org/10.51287/cttle20214
  • Lanzaderas. Dinámica de grupo: el reto del Malvavisco (5 abril 2017)
  • TAUS. The language data network. (2019). TAUS Transcreation Best Practices and Guidelines. Amsterdam: TAUS Signature Editions.

Mar Ogea Pozo

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